El muchacho toca temerosamente a la puerta en plena noche. Esta acompañado de una chica de unos 20 años igual que él.
“¿Tienen habitaciones vacías?”, pregunta amablemente a quien parece ser el dueño de la casa
“Solo me queda el cuarto de arriba, pero tiene un gran espejo”, responde con picardía el hombre, un mulato de unos 50 años. El lugar es un sitio de alquiler para las parejas que quieran hacer el amor y cuyo precio oscila entre 5 cuc por 3 horas y 10 toda la noche.
La casa se ubica cerca del Zoológico de 26, en el municipio Plaza de la Revolución y está flanqueada por otras instalaciones que igualmente cumplen este tipo de función.
Estos negocios privados han aliviado las dificultades existentes en Cuba para las parejas que quieran tener relaciones sexuales y no posean una vivienda propia para hacerlo. Claro, las que puedan costear el precio de estos sitios teniendo en cuenta que el salario promedio de un cubano es de unos 20 cuc al mes. Y, por otro lado, los que visitan con mayor frecuencia las casas de alquiler son estudiantes universitarios que cuentan con menores ingresos.
Esta red de inmuebles, extendida por todo el país, en los años 80 o 90 eran las llamadas posadas, las cuales fueron desapareciendo por el estado deplorable en que se encontraban, su poca privacidad, la suciedad y el desinterés estatal por conservarlas.
Dicha situación dio pie al surgimiento de los hostales privados que reúnen las condiciones necesarias para cuidar la intimidad de las parejas y brindarles, además, ofertas gastronómicas durante el tiempo que pasen en las habitaciones.
Cuando uno accede a este servicio se puede encontrar un cuarto totalmente climatizado, un refrigerador con cervezas nacionales e importadas, refrescos y pedir alimentos ligeros al dueño, además de un baño muy bien acondicionado. Algunas, para alimentar las fantasías sexuales de los huéspedes, están llenas de espejos, así como con condones y lubricante encima de las mesas de noche.
“Este tipo de alquiler es un buen negocio. Vienen parejas durante todo el día. Casi todos acceden al servicio de 5 cuc por tres horas, consumen alguna bebida y luego se marchan incluso antes del término del tiempo establecido. Hasta el momento no tenido ninguna queja”, comenta a CiberCuba el dueño de un hostal en el Vedado que prefirió mantenerse en la reserva.
“Espero que las redadas con las paladares no se relacionen con los que nos dedicamos a este tipo de negocios, porque aquí todo está legal”, me dice preocupado.
Las “nuevas posadas” se prestan obviamente para que los cubanos tiren una canita al aire como se dice popularmente. “A veces me llaman por teléfono algunas personas, tanto mujeres como hombres, con un aire de misterio para preguntarme si les puedo garantizar completamente la privacidad, porque nadie se puede enterar que estuvimos ahí y mucho menos vernos” nos dice sonriente otro de los dueños de una casa de hospedaje ubicada en la localidad de Alta Habana, en el municipio Boyeros, en la periferia de la ciudad.
Le pregunto si puedo tirar algunas fotos y me responde cortésmente que prefiere que no, “por si las moscas”.
Agrega:” las personas que llaman primero casi siempre vienen en un carro particular o estatal, lo parquean en el garaje de la casa y entran casi como si estuvieran en una de esas películas de misterio. Y cuando se van y descubrieron que todo estuvo en orden me dan hasta propina, a mí o a mis hijos, que también se ocupan del negocio. Y te digo más: a varios personajes conocidos he visto yo por acá”.
Este tipo de establecimientos se pueden reservar por Internet, por teléfono o visitarlos de pronto ante la “urgencia” y probar suerte buscando alguna habitación desocupada.
Pero hay horas en la noche en las que los jóvenes amantes no corren con suerte y deben terminar en un parque, en una escalera, o entrar sigilosamente a sus casas y encerrarse en los cuartos, algo que muchos consideran como la última opción, ya sea porque viven con muchas personas o no son dueños de una habitación propia.
“Cuando estaba en la beca de la universidad aquello era un gran relajo. Uno hacía el amor con su novia en la litera de arriba y debajo otra pareja estaba en lo mismo. Parecía una competencia de quien hacía más bulla o qué litera se movía más. Fueron años tremendos, pero hermosos”; recuerda Abel Álvarez, un licenciado en Derecho por la Universidad de La Habana.
El otro conflicto es que muchas de estas casas con habitaciones dispuestas para el amor solo aceptan a parejas aprobadas socialmente. Es decir, no permiten a gays o lesbianas, lo que se convierte en un modo de discriminación hacia este tipo de grupo.
Aunque cabe el caso de que le paguen al dueño el doble del precio establecido o incluso un poco más y acceda a darles cobija, no sin antes de cerrar la puerta mirar hacia todos lados para que los vecinos no estigmaticen su negocio en una sociedad tan machista como la cubana.
Se da el caso también de algunos que llevan las cosas más allá y quieren hacer tríos o cuartetos después del éxtasis de una larga fiesta y van en busca de estas habitaciones cuyo dueño, la mayoría de las veces, les niega rotundamente el permiso.
En este caso, para no echar por la borda sus irrefrenables impulsos, tienen que desembolsar una jugosa cifra y al final todos terminan la noche con las expectativas cumplidas. Tanto los que querían apagar el fuego de los excesos o los dueños del negocio.
Pero la creación de las habitaciones de alquiler o habitaciones express, como algunos las llaman, no ha resuelto el problema para hacer el amor o tener sexo en Cuba.
Si uno peca de indiscreto o se pone el “traje” de voyeur puede ver en los parques a jóvenes entregándose sin demasiado recato a los placeres amatorios o abrir la puerta de la escalera que va hacia tu casa y encontrarte, sin querer, a parejas que con la cara roja de pena te piden disculpas y luego se marchan sin saber dónde esconder el rostro.
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