Crónica y grabación tomada por periodista cubano arrestado desmienten falacias "oficialistas"

La crónica publicada en El Estornudo titulada "Rap de los Nagües en el calabozo de Baracoa" desmiente la versión oficial de que no hubo periodistas arrestados en Guantánamo

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Este artículo es de hace 8 años

Corrían "de boca en boca" por la web las noticias referentes a la detención en Guantánamo de los integrantes del grupo de Periodismo de Barrio, cuando salió a la luz un texto, escrito por la directora del rotativo guantanamero "Venceremos" titulado "Ningún detenido y mucho show", el cual más que arrojar luz sobre los sucesos ocurridos en Baracoa por esos días con jóvenes periodistas independientes, y mal que nos pese hay que decir "apolíticos", lo que hizo fue añadirle la sombra gris del desconcierto y la mentira a una verdad, tan grande, que se escapaba de nuestros ojos.

Ningún detenido y mucho show, básicamente pretendía demostrar que "nadie había sido detenido en Guantánamo" por esos días, si acaso, excepto, alguien que se encontraron borracho en una esquina, un acaparador de combustible, de velas, de pan, harina o galleta, y quién sabe si un mirahuecos o un abusador de mujeres. ¿Periodistas? Cero... niente.


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El portal de la UPEC, contrario a lo que cualquier otro gremio de un país "normal" hubiese hecho, que sería, digamos, investigar lo que estaba sucediendo y "representar" a sus afiliados, saltó a reproducir la espuria nota, legitimizando una mentira que, in crescendo, amenazaba con convertirse en verdad.

Decía Goebbels, que "una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad." Así que, poniendo la cosas en su justo lugar, en casos así, ¿quién puede demostrar que ha estado preso? ¿Qué periodista de medio oficial le interesa cubrir una historia de este tipo? ¿Lo dejarían? ¿Qué fuentes entrevistar? ¿Se dejarían? Nadie... y nadie.

Pero al menos que uno de los arrestados, Maykel González Vivero tenga más imaginación que Isaac Asimov o Stephen King juntos, el texto "Rap de los Nagües en el calabozo de Baracoa" no solo es una excelente pieza - cruda y dolorosa - de los tres días que Maykel estuvo detenido, sino un mentís, a toda la palafernaría demostrativa montada, y una festinada tergiversación de los hechos, los cuales, a la directora del Venceremos, ni siquiera, les interesó constatar.

El dormitorio tiene seis camas de hormigón. Una curva eleva cada cabecera, a guisa de almohada. Al principio abrazo mis propias piernas. En un gesto universal de vulnerabilidad me compacto en mí mismo, me hago un rollo, un hatillo. Las instrucciones del carcelero me dejan amarrado y junto, conmigo.

Rap de los Nagües... demuestra, inexorablamente que, hubo detención y un arresto - sin pruebas y legalidad vulnerada - a un joven periodista, que míope, pasó 72 horas en un calabozo común, dónde contra todos los sentidos la cabecera, "a guisa de almohada" está separada a escasos centímetros de la letrina.

"Yo iba, en efecto, demorado," - cuenta Maykel - "cuando la policía me abordó en la calle 1 de abril, barrio La Playa." Y nunca llegó a su destino. No pudo. No lo dejaron.

¿Qué sucedió a partir de ahí?

Desde ese día, desde ese mismo momento, y aunque nos cueste trabajo admitirlo, la historia de la detención de Maykel, tiene una sola voz: la suya.

Hodelín me llevó al calabozo. Por un patio, por un pasillo con un letrero, “Celdas”, en el dintel. Me habló un par de veces en el cuarto de los interrogatorios. Aprendí su nombre completo porque tuve que firmar algunos documentos redactados por él, papeles que explicaban a alguien por qué vine a Baracoa, qué hacía en los barrios, qué es el periodismo autónomo. Las primeras versiones concluían que quedé arrestado “por interés de la Seguridad del Estado”.

–Pero eso no es un delito, capitán.

–Podemos hacerlo.

Nadie podrá constatar que en efecto, Maykel fue detenido y arrestado. Solo él.

Nadie conoce ni conocerá - y mucho menos entrevistará, porque el ejercicio periodístico oficial cubano no se permite esos desafueros y encontronazos - al teniente coronel Ricardo Leyva, quien en la historia narrada por Maykel es, al parecer, el policia bueno, ni al capitán Giorvys Hodelín Lamoth, el policía malo, porque ni siquiera tampoco nos enteramos - a no ser ahora por Maykel -, que hace un tiempo atrás, Frecia Toirac Cuza, presidenta de un Comité de Defensa de la Revolución, y funcionaria de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, denunció a cincuenta y siete dirigentes de Baracoa por corrupción.

En el cuarto frío vi al capitán Giorvys por última vez. Me hizo firmar varias actas, mi nombre junto al suyo en cada una. Es una habitación pequeñísima, inverosímil, con silla y mesa fijadas al suelo, como todo el mobiliario del calabozo. Tiene doble puerta hacia el pasillo de las celdas, y las paredes recubiertas de madera, para mantener la temperatura. Un aire acondicionado abre su gélida boca a la altura de mi cuerpo.

Puede que a alguien no le interese esta historia.

Para presos - dirán - me quedo con Prison Break. Nada que se diga o haga, nada expuesto por la única voz que conoce lo que en verdad sucedió, o mejor dicho,el único con deseos de contarla, puede hacer cambiar de parecer a la mente de muchos. De esos "rápidos" que rápido se apresuraron a decir que todo era una mentira; que no había detenidos, y que todo era un (mucho) show.

Y a no ser un bulldózer pase ahora mismo por aquel lugar que Maykel González quisiera no haber visitado ni visto jamás, "la cárcel de Baracoa seguirá siendo oblonga, con un corredor estrecho, con tres puertas a cada lado: Oficina, depósito de pertenencias, cocina –la primera puerta–; comedor –la segunda puerta–; cuarto frío, cuarto de interrogatorios –la tercera puerta."

Al frente, sobre un zócalo con escalones, las celdas. Dos para cubanos, una para extranjeros. La última noche hubo redada de especuladores, panaderos inclinados a dividir los panes en lugar de multiplicarlos, líderes opositores, bravucones etílicos, más periodistas por cuenta y riesgo. Así se instauró el hacinamiento en el calabozo. Y hablábamos a gritos, haciendo bocina con las manos en las cuadrículas de hierro.

Pero en caso de que alguien - con más imaginación que Maykel, crea que toda la trama crónica de esas 72 horas de cautiverio escrítas por González Vivero, es falsa, puede, claro, corroborarlo escuchando el siguiente audio.

Moraleja: En los interrogatorios nunca hay un policía bueno, y un policía malo.

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