Joel del Río: “El buen periodismo y la crítica pueden mejorar el mundo” (ENTREVISTA)

"Soy alguien empeñado en comunicarse con los demás. Entre mis máximas aspiraciones profesionales se cuenta esa comunión intelectual que puede propiciar un artículo, reportaje, o una buena clase, cuando son capaces de interesar, de abrir caminos para el conocimiento y la amplificación de la cultura y la espiritualidad"

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Este artículo es de hace 8 años

Hablar de cine y de crítica de arte en Cuba sin mencionar a Joel del Río es cometer no solo una imperdonable omisión sino una tremenda injusticia.

Con una larga y prolija carrera Joel se le distingue por su más conocida faceta de crítico del séptimo arte, de televisión y de contenido audiovisual en general, así como por sus muchos trabajos periodísticos para prensa fundamentalmente nacional y artículos en publicaciones especializadas extranjeras.


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No obstante, Joel es también un reconocido y querido profesor que ha desarrollado, también, una menos conocida vertiente de guionista de programas sobre el cine en la Isla.

Sobre sí, su carrera, el cine cubano y otros temas conversó Joel con CiberCuba.

Eres crítico, periodista y profesor ¿con qué profesión te sientes más cómodo? ¿Cómo te definirías?

Un oficio ha llegado detrás del otro, y me siento igual de cómodo en los tres, porque mi sueño, desde adolescente, era el periodismo, particularmente la crítica, que siempre me pareció combustible para el progreso, aspiración de mejoramiento, componente esencial de toda sociedad civilizada. Los azares y complicaciones de la vida me hicieron seguir un camino largo, porque en Cuba era preciso tener muy buenas calificaciones para acceder a la carrera de periodismo, y mis notas en el preuniversitario eran de espanto.

La crítica, que siempre me pareció combustible para el progreso, aspiración de mejoramiento, componente esencial de toda sociedad civilizada

Me mantuve atento a caminos, atajos y veredas que me acercaran a mi objetivo, y solo cuando llegué a los treinta años fue que logré escribir en un periódico nacional. La crítica audiovisual y el ensayismo llegaron a los pocos años, y cuando llevaba más o menos diez años escribiendo, fui llamado a las aulas, primero, por la Facultad de Periodismo de la Universidad, y luego por el Instituto Superior de Arte, la Escuela Internacional de Cine y TV, la Northwestern University, de Chicago, o el Centro de Guionismo Cinematográfico, en México. En las aulas, e incluso con la instrucción a distancia, he encontrado un nuevo espacio para la realización personal y profesional. Hoy por hoy me parece tan excitante y retadora el aula como la cuartilla en blanco.

Soy alguien empeñado en comunicarse con los demás. Entre mis máximas aspiraciones profesionales se cuenta esa comunión intelectual que puede propiciar un artículo, reportaje, o una buena clase, cuando son capaces de interesar, de abrir caminos para el conocimiento y la amplificación de la cultura y la espiritualidad. Pienso que el buen periodismo, la crítica bien encaminada y las clases dirigidas a fomentar el gusto por lo bello y útil, pueden hacer que este mundo sea un poco mejor. Tal vez. Tampoco estoy tan seguro. Pero es lo único que sé hacer.

Pienso que el buen periodismo, la crítica bien encaminada y las clases dirigidas a fomentar el gusto por lo bello y útil, pueden hacer que este mundo sea un poco mejor

¿Cómo funciona la relación de un crítico con los artistas, directores y funcionarios? ¿Te has ganado muchos enemigos o has tenido que hacer concesiones para no perder alguna que otra amistad?

El crítico sigue siendo un pesado, aguafiestas, intratable y pretencioso cuando habla negativamente de cierto fenómeno artístico, y de pronto se vuelve sensible, inteligente, perceptivo e iluminado cuando elogia desaforadamente. Debe decirse que hay también todo tipo de artistas, directores y funcionarios, más o menos tolerantes, más o menos amistosos y comprensivos. Sí. Me he ganado algunos enemigos. Y también he tenido que hacer concesiones. Quiero pensar que han sido mínimas.

¿Cómo definirías el estado actual del cine en Cuba? ¿Faltan nuevos temas?

El cine en Cuba atraviesa un largo periodo de transición del cual ignoro si saldrá algún día. El ICAIC ha perdido el liderazgo estético que antes ostentaba orgulloso, hay toda una generación de jóvenes que viene empujando y tratando de abrirse espacios, y no existe una Ley de Cine que norme la actividad y la proteja en sus especificidades. De modo, que ahora mismo, hay mucho sablazo en el vacío y bastante improvisación, tanto en las instancias oficiales como en las llamadas “independientes”, porque faltan recursos, sistematicidad, y la posibilidad de acumular experiencias. Es posible que falten nuevos temas, pero habría que ver cuál es la cinematografía pequeña que, a nivel mundial, ha sido capaz de renovar sus recurrencias temáticas en lo que va de siglo XXI.

¿Cuáles son los grandes tópicos del cine cubano? ¿Cuáles son sus mayores aciertos y sus más grandes carencias?

Responderte esta pregunta significa casi escribir un ensayo sobre el estado actual del cine en Cuba. Pero lo intento en pocas palabras y mediante generalizaciones tal vez injustas, o inexactas.

Los grandes tópicos del cine cubano vienen a ser, ahora mismo, la revisión del pasado desde nuevas jerarquías, la aproximación a la otredad, y cierto estado de penuria anímico y material. Su mayor acierto: tratar de continuar midiendo, gústele a quien le guste y pésele a quien le pese, los estados de insatisfacción y los anhelos de sus compatriotas. Su mayor carencia: hay varias, todas grandes.

Faltan productores sensibles y presupuestos para apoyar los mejores proyectos; falta coherencia y gusto, y sobran miedos, a la hora de decidir qué se produce; falta apoyo y comprensión y espacios para el cine independiente; faltan plataformas legales que protejan y estimulen la creación audiovisual.

¿Nos puedes dar algunos nombres entre los creadores de las nuevas generaciones a los que debamos atender?

De las nuevas generaciones de directores, hay muchos prometedores. Comencemos por los dos Carlos, Machado Quintela y Lechuga, y junto con ellos, Marcel Beltrán, que hasta ahora solo ha hecho documentales y cortometrajes, excelentes, pero probablemente esté preparando su ópera prima.También debe esperarse lo mejor de Fabián Suárez y Alan González. Un poco mayores, pero en plena efervescencia creativa, están Pavel Giroud, Lester Hamlet, Esteban Insausti, Ernesto Daranas y Juan Carlos Cremata, a los cuales se deben títulos ya inscritos entre lo mejor del cine cubano de los últimos veinte años.

Ian Padrón y Alejandro Brugués pudieran estar en esta lista, pero se han radicado en Estados Unidos, desde donde es muy difícil tributar al cine cubano.

En la actuación, hay un semillero de jóvenes actores y actrices. Son demasiados y temo ser injusto. Bastante tengo ya con los reclamos que tendré porque no incluí a tal o mascual en la lista de los cineastas. Los actores y actrices suelen tener el ego mucho más desarrollado, así que le temo mucho más a la lluvia de reproches.

¿Se sigue yendo al cine o se va menos? ¿Cuánto han influido las nuevas dinámicas de interacción en el séptimo arte?

En Cuba hay una crisis cada vez más profunda en la asistencia a las salas de cine, que además, son cada vez menos. Todos los esfuerzos de programación de varias instituciones, encabezadas por el ICAIC, suelen enfrentar la indiferencia del público, que detesta montarse en una guagua para ir a una sala lejos de su casa, sin aire acondicionado y para ver una mala proyección en DVD. El cine en Cuba se ve, cada vez más, en televisión y en las computadoras personales. El Paquete Semanal es una opción muy popular.

En Cuba hay una crisis cada vez más profunda en la asistencia a las salas de cine, que además, son cada vez menos

¿Cuál es el estado de las redes de salas cinematográficas en la Isla?

Aunque pueda haber algo de desidia y abandono, principalmente hay escasez de recursos, imposibilidad de renovar el parque tecnológico, problemas con los aires acondicionados y con las proyecciones, escasez de personal para trabajar en las salas.

A partir de los años noventa la red de cines fue desapareciendo, afectada por la crisis general. Primero, les tocó a los cines de barrio. Luego, a los de segunda mano, y actualmente hasta las salas más céntricas y confortables están en franca debacle.

¿Quién se imaginaba al Yara cerrado por varias semanas? ¿Y La Rampa? ¿Y la programación de la Cinemateca compartida entre el Infanta y el 23 y 12?

¿Cuáles son los eventos más importantes relacionados con el cine en la Isla?

El Festival del Nuevo Cine Latinoamericano conserva, en general, su público; aunque la desaparición de muchas salas lo afecta grandemente. Luego, están el Festival de Cine Francés, y las semanas consagradas a España, Alemania u otras cinematografías nacionales. Hay provincias que han logrado estimular sus eventos, como el muy relevante Taller de la Crítica, en Camagüey. La Muestra Joven del ICAIC también moviliza a un segmento de público particularmente interesado en tales novedades.

¿Qué puedes decirnos del emergente cine independiente? ¿Cómo se financia y se promociona?

Bajo ese sombrero de cine independiente se abrigan las mejores y las peores cosas. Producir dentro o fuera de las instituciones culturales cubanas jamás ha significado garantía de calidad ni tampoco el desastre seguro que desean algunos funcionarios. Eso sí, el cine todo, el más o el menos independiente, necesita protección estatal en tanto cultura, precisa de un aparato legal que reconozca la actividad y delimite sus campos de acción, requiere competencia y estímulo al talento, además de ciertos márgenes bien establecidos para ejercer la crítica y retratar el entorno sicosocial que lo rodea.

Producir dentro o fuera de las instituciones culturales cubanas jamás ha significado garantía de calidad ni tampoco el desastre seguro que desean algunos funcionarios

Hasta ahora, el cine cubano se financia gracias a fondos internacionales, a productores extranjeros interesados en Cuba y en sus problemas. Últimamente, ha cobrado fuerza el mecanismo de crowdfunding, pero las dificultades de la conectividad en la Isla dificultan tanto el acceso a estos mecanismos como la visibilidad que implica participar en cientos de festivales internacionales. La promoción corre a cuenta de los productores, independientes u oficiales, que últimamente han desplegado grandes habilidades para situarse, a pesar de los pesares, en los grandes circuitos. El caso Juan de los Muertos fue uno de los primeros y mejores ejemplos.

Cuba, Estados Unidos y el arte ¿cómo ves este trinomio?

Por una parte, tengo confianza en que la influencia cultural norteamericana sobre la Isla nunca impidió, en el pasado, (y por tanto debemos pensar que tampoco lo logrará en el futuro) el desarrollo del arte cubano, y tuvimos, en aquella República, a Lam y Portocarrero, Benny Moré y Lecuona, Guillén y Lezama, Alicia Alonso y Raquel Revuelta.

El ascendiente de los medios y de los símbolos norteamericanos nunca ha sido tan fuerte como hoy, pero quiero tener fe en la buena voluntad de la intelectualidad y los artistas norteamericanos, y en las reservas culturales cubanas. Conste que por cada Hemingway que respeta y ama lo cubano, hay un millón de norteamericanos que conciben la Isla como entorno pintoresco y rumbero poblado por mulatos y mulatas incapaces de pensar por sí mismos.

Por último, ¿qué te gustaría para ti y para el arte cubano a corto y mediano plazos?

Si el arte cubano y yo estamos puestos como sujeto en la misma oración, me gustaría, como decía el poeta Pablo Armando Fernández, poder sobrevivir a todas las conquistas en un lugar donde encontrarnos. Quisiera que podamos vivir en un sitio permanente, donde reposar y crecer en libertad, donde habitar buenamente, sin las angustias de la casa sitiada ni las quejas ególatras de un pueblo demasiado confiado en sus virtudes innatas. Sería muy bueno que aprendamos a valorar y acumular las buenas experiencias, que huyamos del olvido y la tabla rasa con las cuales ningún país logró jamás avanzar al progreso.

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.


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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.