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Si aún no ha tenido la posibilidad de verla el 40 aniversario de La última cena es una excelente ocasión para que disfrute esta emblemática cinta de Tomas Gutiérrez Alea, una de las películas clave del cine cubano.
La película fue estrenada en la isla el 3 de noviembre de 1976 y se inspiró en El ingenio, un libro del historiador cubano Manuel Moreno Fraginal.
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El filme se adentra en los conflictos suscitados entre los esclavos de una plantación de caña de azúcar en Cuba y su dueño, con categoría de conde. La cinta, cuya historia se desarrolla durante el siglo XVIII, alcanza su cenit cuando el conde, en un supuesto acto de bondad religiosa, le lava los pies a los esclavos un jueves santo y luego los invita a una cena a solas con él.
A partir de ese momento se desata el grueso de la trama de esta película que después de su estreno recogió una importante cantidad de premios en festivales internacionales y cuenta con las interpretaciones de emblemáticos actores cubanos como Nelson Villagra (en el rol protagónico), Mario Balmaseda, José Antonio Rodríguez, Silvano Rey, Luis Alberto García y Samuel Claxton.
“Nos planteamos hacer una película, en un sentido lineal, muy simple. Basada en una anécdota histórica muy sencilla pero muy reveladora para nosotros. No pusimos mucho énfasis en el aspecto de la rebelión de los esclavos. Estos tienen un ansia de libertad muy elemental. Se puede considerar como un germen de lo que va a venir después, cuando lleguen a coincidir con el tiempo los intereses de los esclavos y los de la burguesía criolla, es decir, a mediados del siglo XIX, unos sesenta años después de la época en que transcurre la acción de La última cena .La época del filme es un momento crítico en el sentido de queje produce una agudización de la explotación del esclavo. Es el momento de la revolución de Haití o Santo Domingo (1795). En Cuba se plantea la situación de que la industria azucarera se encuentra con una demanda muy grande porque Haití quedó prácticamente sin producción. Es el momento del primer boom azucarero de Cuba, que consolida a la burguesía criolla”, dijo Gutiérrez Alea en una entrevista a propósito de la proyección internacional de la cinta.
El cineasta, el director de mayor trascendencia en la historia de la cinematografía nacional, filmó esta cinta con la alta carga simbólica que define su obra, en la que se entrecruzan un magistral manejo de la ironía, la sátira y el humor más corrosivo.
Sus intenciones con La última cena eran denostar la hipocresía y la manipulación con que gobiernan las clases que ostentan el poder. En este caso expuso específicamente el uso de la religión para mantener subyugada a las mayorías.
“Lo que me interesaba –agregó el cineasta — era el hecho de que evidenciaba muy claramente la manipulación de la religión por parte de la clase dominante, lo que se traduce en una gran hipocresía. El conde de Casa Bayona, propietario de la hacienda, es probable que no quisiera ser un gran explotador. A él le gustaría que los esclavos comprendieran su destino, de esclavos sin necesidad de maltratarlos. La demanda le exige incrementar la producción y su personalidad sufre una especie de desdoblamiento en dos personajes que actúan en la película: el capellán, que supone el hombre bueno y el capataz que actúa como mero represor.”
La película obtuvo, entre otros reconocimientos, el Premio del Jurado Colón de Oro, Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, España; el Primer premio Hugo de Oro, Festival Internacional de Cine de Chicago, Estados Unidos; Gran Premio. Festival Cinematográfico Ibérico y Latinoamericano. Biarritz, Francia y fue considerada por la crítica como la cinta más importante estrenada en Cuba en 1977.
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