Santiago de Cuba, la capital cubana de los motores

Se calcula que circulan por las calles de Santiago de Cuba unos 15 mil o 16 mil motores, aunque las cifras podrían ser más elevadas. De ellos un porcentaje elevado son de procedencia alemana, fabricados en la antigua República Democrática Alemana, la RDA.

Motos en Santiago de Cuba © CiberCuba/Mario López
Motos en Santiago de Cuba Foto © CiberCuba/Mario López

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Este artículo es de hace 8 años

El mejor sistema de transportación urbana de Cuba está en Santiago, y tiene nombre de cuentapropistas: los motoristas o mototaxis.

Así me lo dijo un habanero cariñosamente “envidioso” cuando visitó por primera vez esta ciudad caliente. Y no fue todas las labores de restauración en la calle Las Enramadas y otras áreas patrimoniales de importancia lo que más le llamó la atención: ¡fueron, precisamente, los motores!


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“Es una maravilla eso de sacar la mano y de forma habitual por diez pesos, o 20 según la distancia, te llevan hasta la puerta de la casa o lugar que deseas; es lo máximo”, consideró Manuel mientras que pensaba en las largas calles que debía atravesar después de pagar lo mismo en un almendrón, en La Habana.

Se calcula que por las calles de Santiago de Cuba circulan unos 15 mil ó 16 mil motores, aunque las cifras podrían ser más elevadas. De ellos un alto porcentaje, se dice, son de procedencia alemana, fabricados en la antigua República Democrática Alemana, la RDA.

Por tal razón, además de la abultada lista de epítetos que ya identifican a esta suroriental urbe (entre ellas Capital del Caribe, la “tierra caliente”, capital de la historia o de la música…) se suma otros que desde hace ya varios años gozan de popularidad: Santiago de Cuba capital cubana de los motores, o capital de los motores ETZ.

Se les identifica a los motoristas por los dos cascos que cargan, uno protegiendo sus cabezas y el otro en cualquier otra parte del equipo; también por el decorado y esa actitud que solos ellos saben llevar encima.

Historias cotidianas

Adriana estudia en la Universidad de Oriente. Cada mañana, en la parada de las camionetas frente al hotel Las Américas, ella espera uno de estos vehículos de transportación masiva, “las guaguas no, es difícil empatarse con una de ellas a las ocho de la mañana, pero las camionetas particulares sí vienen una detrás de la otra, pero a veces la cosa se pone 'en candela' y ahí es cuando hay que tener los 10 pesos preparados”.

Refiere, además, que “en un zíper pequeño del monedero siempre tiene un billete de 10 pesos, ese es intocable, para cualquier emergencia. Antes de montarme en un motor yo siempre escojo bien al motorista. Hay amigas mías que los prefieren jóvenes, bonitos y con el motor impecable, pintadito y todas esas cosas; yo no, a mí me gustan los viejos, generalmente “corren” menos, y aunque esté apurada, no me gusta la velocidad”.

Para Armando, trabajador del turismo, los motores son el único medio de transporte que conoce, “cuando salgo del turno de la noche, en el hotel que trabajo, en el horario de la madrugada, los motores son el mejor medio para llegar a mi casa en el distrito (Centro Urbano José Martí), pero a esa hora y esa distancia, además de lo “oscuro” del camino, no me llevan por menos de 40 pesos. Gracias a las propinas que dejan los clientes es que puedo hacerlo siempre que me toca trabajar”.

Agrega que “antes, como hacen muchos de mis compañeros, tenía “contratado” un motorista. Él ya sabía a qué hora debía recogerme o le timbraba al celular, pero se mudó a La Habana. Después no he buscado a otro porque la verdad es que a cualquier hora en el Centro Histórico encuentras un motor, ah, pero para eso tienes que tener el dinero”.

“Mientras un motor me cobra solo diez pesos cuando necesito ir a un hospital, una máquina lo hace por 40 pesos”, comenta Ángela, una señora de 78 años que vive en el reparto Sueño, quien añade “es arriesgado para mí, y hasta me da miedo, pero ¿qué voy a hacer? Es más barato y me deja justo en la entrada del lugar al que voy”.

“Yo lo que les pido que por favor vayan despacio, que la que está atrás puede ser su abuela, y la verdad es que muchos se ríen pero me hacen caso. Hasta ahora, y toco madera, nunca me ha pasado nada, yo siempre les digo que se acerquen bien a la acera o pido ayuda para bajar y subir. Para una persona de mi edad, que muchas veces tiene que ir al médico habitualmente, coger coches o taxis estatales es demasiado caro, prefiero arriesgarme con los motores”, añade.

La historia de Maylena sí que no es tan “linda”. Ella intenta disimular la cicatriz de su rostro con el pelo, pero a duras penas lo logra. “Yo venía del Cabaret Tropicana. Había terminado el preuniversitario y quería celebrar con mis amigos y con mi novio haber cogido una carrera. Mi pareja había tomado esa noche, por eso él mismo me dijo que me fuera con un amigo de él y la novia, en un motor, incluso los tres al mismo tiempo. Parecía más seguro… pero ¡ay!, yo ni me quiero acordar de ese día”.

“Tito no vio el bache y salimos disparados los tres. No recuerdo qué pasó. Ya cuando abrí los ojos estaba perdida, estaba en el hospital… Fue duro verme ingresada, con puntos de las operaciones por las fracturas, pero lo peor es saber que mis amigos murieron ese día. Hoy te lo cuento, pero te juro que fue duro”, acota.

¡100 pesos diarios!

Cuando Xiomara llegó de misión, después de haber estado dos años en Brasil, tenía ganas de terminar su casa, de tirarle placa, pero sabía que si destinaba el dinero para eso después se iba a quedar igual que antes de viajar.

Pensó en comprar un puesto de churros rellenos, que ahora están muy de moda en Santiago de Cuba, pero se dijo que la medicina no la iba a dejar y eso era una esclavitud. Su esposo entonces le sugirió comprar un motor y ponerlo a trabajar.

“¡Imagínate!, me dijeron que me daban 100 pesos diarios. Los ojos se me abrieron más que a una lechuza. Entonces empezó la búsqueda de un motor. Hablé con un amigo de mi hijo que trabajaba uno, que es piloto -como se le dice. Eso es un gremio no oficial, todos se conocen, saben cuáles son los “equipos” más “ranqueados" y más costosos, etc. Me llevaron con una gente que estaba vendiendo uno porque se querían mudar para La Habana y allá no es negocio tenerlo. Lo vendían en 5 900 CUC, pero al final logré que me lo dejaran en 5 700 porque fui con un técnico para que le encontrara defectos y bajarle el precio”, asegura.

Cuenta Xiomara que ella hacía sus cálculos “3 000 mil pesos al mes, eso era lo que debía darme más o menos. Lo que yo no calculaba, porque no conocía ese mundo, eran las piezas que constantemente había que comprarle. Además, parece mentira, pero los motores con más “cosas”, pegatinas, luces LED, etc. son los que más “llaman” pasajes, y si el piloto está bueno y es bonito, a “pululu”, como dicen en Vivir del Cuento, lo paran en la calle ¡Hasta eso hay que tener en cuenta cuando seleccionas un piloto!”.

“Otras cosas que hay que considerar en un piloto es que sepan hacer arreglos. Mientras más cosas ellos saben hacer, menos cuesta mantenerlo. El mío, gracias a Dios, hace de todo, cuando la cosa es grave entonces él conoce un mecánico de esos que ya se han especializado en motores, y lo resuelven todo, pero las piezas son 100 CUC, 60 CUC, por ahí. Esto es un negocio de inversiones duras, algunas hay que encargarlas fuera de Cuba o se buscan en La Habana que es más barato, porque aquí, con todos los motores que hay en la calle, los precios son los más altos de toda Cuba; pero al final sí da la cuenta. Si volviera a salir de Cuba, sin dudas que compro otro y hago una flotilla. Imagínate, 100 pesos diarios por dos, ¡200 pesos diarios!”, sentencia Xiomara.

La suerte es loca

Y a Alberto le tocó. Viajó a Venezuela cuando la cosa estaba buena y se pagaba mejor y se podía traer de todo. “Yo llegué y lo primero que hice fue comprarme dos motores, uno a nombre mío y el otro a nombre de mi hermano. Yo tengo suerte de ser el dueño de los dos y manejo uno, o sea, recibo 100 pesos por uno, y en el otro me busco 300 pesos al día como promedio. ¿Qué sucede?, que yo soy profesor universitario. Después que salgo del aula le “presto servicio a la comunidad” y me voy a tirar pasajes. Hay quienes hacen 700 pesos al día, pero parecen un carbón porque el sol los golpea muy fuerte. Esos son los que se matan, yo no, unas tres o cuatro horas al día y de noche no, no me gusta, pero conozco a un par de pilotos que solo trabajan de noche y se forran, le aplican a la gente el “impuesto de nocturnidad”, y los precios se disparan porque la gente está apurada”.

Jose es albañil “y no me iba mal”, asegura. “A la semana me iba franco con 20 CUC, dependía del trabajo, pero cuando tuve la oportunidad de coger un timón ahí mismo dejé la construcción. Siempre puedo volver a ella, pero esto es un gancho para las “jevas”. Imagínate este mulato con estos brazos de cargar cemento y montado en este “hierro”. Hoy tengo un “cuadre” a las 12 del mediodía, pero ya tengo visto otra cosa, y la mujer en la casa. Imagínate, es la tapadera perfecta. Siempre ando con gente diferente, incluyendo mujeres de todo tipo, y me mueve por donde quiera, y mi mujer no me dice nada, esa es mi “pincha”. Es lo máximo, y a las chiquitas del pre como les gustan los tipos en motores, te digo yo que es lo máximo”.

“Yo me topé un tipo que estaba apurado, había intentado salir ilegalmente del país y lo habían cogido, le pegaron una multa de como tres mil pesos. Me dejó el motor baratico porque iba a intentarlo de nuevo y necesitaba la plata”, asegura Ronaldo, “pero yo mi motor no lo cojo para el negocio, eso es muy duro, el mío es para moverme yo. Claro, tengo un taller de reparación de equipos electrónicos y con eso me va bien, hasta dejé la universidad donde era profesor, pero cuando estoy muy “asfixiado”, tiro pasajes un par de horas al día, y resuelvo. Pero eso es a veces”, refiere Ronaldo.

Las otras y más desconocidas caras de la moneda

Para Manuel Alejandro “las ganancias de los motoristas en un día dependen de muchas cosas. Los motores que más recogen pasajes son los que están bien pintados, con luces LED, y hasta el casco influye, si es de los bonitos llaman más a los clientes. También el consumo, hay equipos que consumen más que otros, depende del diámetro del cilindro, pero un motorista, si se dedica el día entero a estar en la calle, hace 500 o 600 pesos en un día; si trabaja de noche también puede hacer más. Pero de noche no trabajan todos porque te pueden asaltar, robar el motor. Para eso hay que evitar las “carreras” a lugares intrincados, es mejor ir a lugares céntricos, donde estén muchas personas o haya mucho tránsito de personas, que estén bien alumbrados o que no sean barrios marginales, ¡Y ni se te ocurra coger por carreteras o autopistas. Eso es lo peor!”.

“El negocio duro de los motores no es recoger pasajeros” asegura Adrián, estudiante de medicina. “El verdadero dinero está en las carreras ilegales, ahí se apuesta desde 100 CUC hasta dos mil CUC, incluso hay gente que apuestan los motores, lo más que he escuchado que se han jugado es 10 mil dólares y hasta 15 mil dólares, pero eso no es siempre. La cantidad de dinero de la apuesta depende del motor. Si tú armas un motorcito y quieres “echarlo” para probar tú te juegas 100 ó 200 CUC, pero si es uno que lo preparas para eso nada más, entonces es cinco mil, seis mil, lo que tú quieras. Aquí en Santiago hay un corredor bien conocido que incluso va a La Habana a correr. Dicen que tiene una unidad y un cilindro preparados para eso nada más, que conserva en un cuarto climatizado”, asegura Adrián.

José dice que los precios de los motores varían. “Depende de la marca, del estado de la unidad, del dinero que “tenga arriba” en pintura, por ejemplo, generalmente los ETZ son los más caros, y dentro de ellos los MZ 251, aquí pueden costar 7 mil 500 CUC, y en La Habana más o menos entre 9 mil y 10 mil, hasta donde sé el MZ 251 que más caro se ha vendido en Santiago fue en 10 mil CUC, aunque hay uno que le ofrecieron 12 mil CUC por su motor, pero el dueño no quiso venderlo”.

Asegura este antiguo albañil que “con un motor no hay que hablar mucho con las mujeres, cuando te ven montado en uno, de lo bueno que puede estar imaginan la plata que tú debes tener. ¡Ya no tienes ni que hablar, se te relajan más rápido!, no hay ni que decir que el motor es tuyo o no”.

Xiomara señala que en Santiago de Cuba alrededor de los motores, sus dueños y los pilotos, se ha creado todo un mundillo. “No hay talleres especializados propiamente dicho, pero sí hay gentes particulares que se dedican a arreglar cosas específicas de los motores. En este mundo la gente se va conociendo, y cuando tienes un problema X con el equipo, ya todo el mundo sabe cuál es el mejor mecánico para arreglarlo. Ellos generalmente se “meten” en las cosas que habitualmente se le rompen a los motores, puede ser la dirección o el carburador, por ejemplo.

También hay personas cuyas entradas económicas dependen exclusivamente del negocio de los motores. Hay, por ejemplo, gente que se dedica a lavar los motores, por lo que cobran 1 CUC. También hay quienes lavan y pulen por 5 CUC. En algunas instituciones estatales, como los cabarets, hay gente que sabe que cuidar motores es una entrada buena y se dedican entonces a ello, a cuidarlos. En Tropicana, por ejemplo, te cobran 20 CUP”.

“Para mantener en buen estado el motor lo mejor es ir a comprar las piezas a La Habana, aquí la misma te cuesta casi el doble, y eso que aquí hay más motores”, dice Alberto. “Aquí una caja de bola te cuesta hasta 8 CUC, y en La Habana la consigues por 4 ó 5 CUC. En La Habana conseguí una caja de bola grande, la 306, en 12 CUC, en Santiago me la estaban vendiendo en 25 CUC. Allá una goma nueva te sale en 60 CUC y aquí hasta 80 CUC. En la capital hay tiendas estatales, en moneda nacional, donde uno consigue piezas más barato, aquí en Santiago de Cuba aún el gobierno no ha creado condiciones para eso. Se habló en un momento que se iba a hacer; hasta se dijo que para adquirir una pieza nueva tendrías que llevar la que tuviese defectos o estuviera rota. También se dijo que sería destinada a aquellos que tuviesen patente, pero al final, nada. Aquí manda el mercado informal o los cuentapropistas, aunque pagues una patente, como dueño, o la licencia operativa para el piloto que conduce el equipo”, comenta.

Ronaldo refiere que se ganó la lotería con su piloto. “Me entrega el equipo todos los días en buen estado, muy limpio. Pero no siempre fue así; el anterior era pésimo. Yo nunca les doy a mis pilotos el motor las 24 horas, aunque pudiera cobrarles 150 pesos al día. El problema es que ellos nunca trabajan las 24 horas, eso es imposible. Eentonces se lo dan a alguien más que puede ser mejor o peor, pero tú no te enteras. El otro tema con los pilotos es la reparación de las roturas. Cuando le das el motor al piloto por doce horas, los arreglos los asume el dueño; cuando es por 24, es a la mitad, pero generalmente eso se negocia. Yo, por ejemplo, pago los arreglos a la mitad, así “cuadré” con mi piloto”.

Añade José que a él le pasan cosas muy cómicas, a las cuales ya está casi acostumbrado. “Una vez andaba por una calle y me salió un hombre desesperado, se me montó atrás, ni se puso el casco, y me dijo que alcanzara a una mujer que andaba por la esquina. Era su esposa a la que se le había quedado la llave. Me pagó 10 pesos por recorrer media cuadra. Pero a cada rato se me montan borrachos que tengo casi que amarrarlos a mí, porque se te caen, y en otra ocasión una mujer me pagó 10 pesos por tres calles. Pero lo curioso es que días después me pasó lo mismo con ella. Ddespués descubrí que todas las tardes iba a visitar a un pariente y le pesaba subir tres calles de loma, siempre pagaba a un motor que le llevara. Me convertí en su chofer particular. Ella me timbraba al móvil y yo la recogía. 10 pesos por tres calles”.

Y al final…

Adriana, la joven estudiante de la Universidad de Oriente, decide finalmente extender su mano y parar un motor. No tuvo suerte esta mañana ni con las camionetas ni con las guaguas, y tenía un seminario de Economía Política del Socialismo. Sus diez pesos le asegurarán un servicio personalizado, desde la parada hasta la entrada del centro de altos estudios, y todo por un poco menos que el salario básico de un día, que oscila aproximadamente los 15 pesos.

De “pequeños” pagos como ese vive toda una maquinaria, bien ajustada o estructurada –según parece–, en Santiago de Cuba, donde no solo son “los motoristas”, sino el sostén de personas que, hace ya varias décadas y primero de forma ilegal, han apostado por este medio de transportación como fuente de ingreso que, aunque sea bien grande la inversión y hasta los riesgos en las calles, es muy jugosa la entrada final.

Ser dueño de un motor es tener unos dos mil 500 pesos al final del mes, y si eres piloto, la cifra bien puede rondar los seis mil pesos. Pero en todo caso, es además, tener un estatus en Santiago de Cuba.

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