Alta corrupción en el sector gastronómico cubano

Las prácticas ilegales se han generalizado en el sector gastronómico estatal hasta el punto de formar parte de la dinámica del negocio.

Foto una paladar cubana © absolutviajes.com
Foto una paladar cubana Foto © absolutviajes.com

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Este artículo es de hace 8 años

La economía sumergida o “el trabajo por la izquierda” se ha convertido en una práctica habitual en la sociedad cubana y, especialmente, en el sector gastronómico. Un reportaje publicado por Diario de Cuba desvela el entramado de corrupción en el sector.

Nicolás, jefe de almacén de un centro nocturno, narró al citado medio, algunas de las habituales turbias prácticas en el sector gastronómico estatal. "No terminé el octavo grado y desde los 15 años estoy en 'la caliente'. Vendiendo lo que sea o trabajando por la izquierda. Siempre me ha gustado tener un baro en el bolsillo", señaló.


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En opinión del almacenero, entre los trabajadores del sector es habitual el robo de determinados productos para su posterior reventa, una práctica sin duda impulsada por la escasez de suministros en los mercados.

Sobre sus inicios profesionales, declaró: “Hice bastante dinero. En cada turno me buscaba hasta 1.000 pesos. Vendía aceite, queso, puré de tomate y cualquier cosa que se me pusiera por delante".

Además, Nicolás afirmó que las prácticas corruptas no se dan solamente entre los trabajadores de los locales sino que todo el sector comete ilegalidades, tanto los trabajadores, como los responsables de los establecimientos, como las mismas autoridades.

"Ha habido épocas de vacas gordas y de vacas flacas. Pero todo el que trabaja en gastronomía vive del robo. Que nadie te meta un cuento. Es una cadena bien engrasada. Los empleados les roban al consumidor y a los administradores. Los jefes les roban a ellos y al Gobierno. Después a repartir el dinero" señaló.

Nicolás aclaró además que, para que el escándalo no estalle, los administradores de los negocios gastronómicos en Cuba reparten beneficios a todos los eslabones del sistema, evitando así algún tipo de denuncia. “Cada establecimiento tiene una plan de venta mensual, que depende de su ubicación y categoría. De acuerdo con las ganancias, cada administrador, semanalmente, le hace llegar un sobre con dinero al director de la empresa. Mi administrador y yo, por ejemplo, le entregamos 1.000 pesos y 100 CUC semanales al director", explicó.

El citado profesional desveló además que los administradores de los establecimientos falsean las cuentas para hacer cuadrar los ingresos que reportan. "Con el tiempo uno se vuelve un experto en trucos financieros. Se reportan decenas de productos que el establecimiento no oferta”, matizó.

También reconoció que algunos de sus suministros no provienen de las redes estatales destinadas para ello sino del mercado ilegal. “Yo tengo mi mecánica con la bebida y los platos para picar. Por la izquierda compro jamón, queso, cerveza, ron y whisky robados de los hoteles", reconoció.

Por otro lado, al preguntársele sobre la posible solución a la situación del sector gastronómico estatal, Nicolas señaló: "Es imposible. Esos mecanismos forman parte del sistema. En Cuba la corrupción es un modo de vida. Para frenar la corrupción en gastronomía habría que privatizarla: el dueño de una cafetería o paladar no se va robar a sí mismo".

Teniendo en cuenta esta situación, llama la atención el celo con el que el gobierno cubano exige a los cuentapropistas de las paladares el cumplimiento de la legalidad así como el empeño en la persecución del delito cometido en este sector.

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