Ayer murió el Gran Culpable, quien como un huracán trastornó/trastocó/despingó la vida de millones de cubanos. ¿Debería sentir alegría? Pero no la siento. Falleció en su cama, tranquilo ¿indómito?
Quisiera festejar, pero la realidad que asoma en mi ventana es gris. Afuera hay un invierno al que nunca me acostumbraré, vivo en un país que nunca será mío. A pesar de sentirme bien entre los españoles, hablar su/nuestra lengua (a excepción de alguna palabra) y de haberme desarrollado profesionalmente como nunca soñé, solo pienso en que porqué no pude hacerlo en mi patria.
Mis hijos son españoles, no hablan como nosotros sino como se habla en Valencia, serán valencianos. Y no es que esté mal ser valenciano, español, americano o de cualquier lugar, es que no serán cubanos. Por mucho que trate de hacerles sentir amor por Cuba, aquella nunca será su PATRIA. Y eso me jode.
Me imagino anciano rodeado de nietos nacidos aquí, seré el abuelo cubano que tiene un acento extraño, seré un extranjero en mi propia familia. Ellos no conocerán a sus primos o a los hijos de mis primos. Crecerán sin abuelos, sin tíos, sin mi familia que es tan extensa pero tan lejana.
A pesar de todo soy un afortunado, logré irme de Cuba. Logré lo que millones de Cubanos desean, esos que aún viven bajo ese régimen que -aunque no es sanguinario como otros que han existido-, se las ha arreglado para sembrar un terror sordo y una sensación de imposibilidad de luchar contra él o de hacerlo cambiar.
Es por esto que todos los cubanos que quieren algún cambio optan por irse. Otros han perdido la vida en el intento, en las aguas de la Florida o en las selvas centroamericanas.
Volver a Cuba ya no es un sueño para mí. En mi ultimo viaje hace dos años me sentí extranjero, en mi cuadra casi todas las caras eran nuevas. Todos se fueron, todos los jóvenes; solo queda algún viejo conocido, los demás me son totalmente extraños. No quedan familiares, amigos del barrio o de las escuelas, ni siquiera antiguos colegas de trabajo. Todos se han marchado, a cualquier lugar del planeta, a Estados Unidos la mayoría pero también a Rusia, Suiza, Brasil, Italia, España, incluso Haití.
Pareciera que lanzaron una granada en Cuba y cada cual saltó como un cascote a un destino del mundo. En Cuba solo quedó un gran agujero negro, sin gente, sin vida.
No tengo mucho en común con las nuevas generaciones que han crecido en Cuba. El deterioro social es evidente, la falta de esperanzas ha creado una generación que no estudió, no se preparó, desanimada y resignada a vivir en “la nada cotidiana”. Es evidente que todos no son así, pero los que sí se prepararon y estudiaron solo esperan su momento, planean su escape.
En el hipotético caso que de ocurrieran cambios en Cuba, esos que todos deseamos, no creo que regrese: deberán pasar muchos años, aún asumiendo el mejor de los escenarios, para que Cuba se encuentre en una situación que permita vivir “como dios manda”,
Quizá su muerte fuera un paso necesario para que se desencadene un proceso de cambios en Cuba pues, aunque llevaba 10 años fuera de la política, su sombra levitaba sobre todo lo que se hacía; incluso los más “liberales” dentro del gobierno no se atrevían a proponer los mínimos cambios. Habrá que esperar a ver qué sucede en los próximos meses.
Pero su muerte no me llena, el daño está hecho. Nuestras familias, rotas.
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