Vídeos relacionados:
A pesar de la crisis cada vez más profunda de la exhibición cinematográfica, debido al estado calamitoso de las salas y de las proyecciones, 2016 fue un año cuando los cubanos accedimos a grandes títulos procedentes de los más diversos países, con todo y la presencia mayoritaria de filmes norteamericanos.
Entonces, aunque la cartelera estuvo inundada de títulos producidos en Estados Unidos, entre las mejores diez del año solo puedo clasificar a la oscarizada The Revenant, o El Renacido, explicación de Alejandro González Iñárritu sobre el nacimiento de una nación, a partir de la violencia, el despojo de los más débiles, el odio y el crimen.
Lo más leído hoy:
Pudieron estar en la selección, aunque nunca alcanzaron a las diez más destacadas, las también norteamericanas, y estrenadas en Cuba, Ave César, de los hermanos Coen; Los ocho odiosos, de Quentin Tarantino, o Solo los amantes sobreviven, de Jim Jarmusch, pero en ninguno de los tres casos estamos ante la mejor obra de sus respectivos autores.
Respecto al cine cubano, hubo prácticamente una película cubana casi todos los meses, o cada dos, por lo menos. Pasaron por los cines Bailando con Margot, Cuba libre, Leontina, Café amargo, El acompañante, y Últimos días en La Habana, entre otras. En el grupo, sobresalen los filmes de Pavel Giroud (El acompañante) y Fernando Pérez (Últimos días en La Habana) que destacan por derecho propio en cualquier selección, incluida esta, referida a lo mejor del año cinematográfico en Cuba.
Luego de hacer mención de los más notables valores cubanos y norteamericanos, aparecen en posición cimera la húngara El hijo de Saul (László Nemes) una vuelta de tuerca al tema del holocausto judío; la griego-británica La langosta (Yorgos Lanthimos) singular distopía con matices de comedia negra; la chilena El club (Pablo Larraín) que revisa la moral eclesiástica en el Chile rural y contemporáneo, y la alemana Victoria (Sebastian Schipper) que recurre al arriesgado formalismo del plano secuencia para contar una historia cercana al tiempo real.
Dos filmes procedentes de Europa Oriental, ex socialista, avisan sobre rotundas crisis éticas, en la rusa El cartero de las noches blancas (Andrei Konchalovsky), y la búlgara La lección (Kristina Grozeva y Petar Valchanov) cuyo desolador panorama se relaciona con la herencia de un pasado cuyo peso es difícil de evaluar.
Holanda y Suecia aportaron formidables farsas históricas, iconoclastas, como las respectivas Eisenstein en Guanajuato (Peter Greenaway) y El abuelo que saltó por la ventana y se largó (Felix Herngren) que intentan aligerar el contenido regularmente solemne y grave del filme histórico y biográfico.
La anterior selección corresponde al gusto y parecer del crítico firmante, y de ningún modo pretende erigirse en una especie de canon indiscutible sobre lo más valioso visto en Cuba en el periodo de un año. Seguramente habrá mil opiniones diversas a estas.
Archivado en: