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El gobierno cubano prevé introducir en 2017 un nuevo tipo de maíz transgénico para sustituir importaciones y ahorrarle al país 500 millones de dólares, informó la semana pasada el diario estatal Granma.
Según declaraciones del Doctor en Ciencias Mario Pablo Estrada, director de Investigaciones Agropecuarias del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), en la actualidad se trabaja en la isla para obtener “nuevas líneas híbridas transgénicas de maíz, que muestran rendimientos potenciales de nueve toneladas por hectárea (ton/ha)”.
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El científico aseveró que dichos resultados se acercan en gran medida a los niveles alcanzados por “los países líderes mundiales en esta producción”.
“De culminar con éxito todas las pruebas requeridas por los órganos reguladores cubanos, para la primavera del venidero año 2017 podríamos empezar la introducción de las mismas en mayores extensiones de tierra, abriendo la posibilidad futura de sustituir las compras en el exterior de este cereal en el orden de los cientos de millones de dólares”, explicó.
Otro proyecto de investigación implementado por el CIGB, acota la publicación, se desarrolla en colaboración con el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA) y busca la obtención de una soya transgénica resistente a herbicidas que en áreas experimentales mostró un rendimiento de hasta 2,8 ton/ha.
En palabras del doctor Estrada, las líneas transgénicas de maíz y soya tendrían un impacto “muy significativo en la economía nacional a corto y mediano plazos”, ya que propiciarían una disminución considerable de las importaciones que en el 2014 rondaron casi 500 millones de dólares.
Además, acotó el especialista, la iniciativa contribuiría a la sostenibilidad alimentaria de la población cubana.
El otro lado de los transgénicos en Cuba
Aunque no existe un consenso científico sobre la toxicidad o riesgos para la salud humana de los alimentos modificados genéticamente, la Organización Mundial de la Salud mantiene la discusión sobre la mesa. Esta se refiere a temas como las repercusiones alérgicas, el uso de la tecnología de transferencia genética que no involucre genes resistentes a antibióticos, y la migración de genes en alimentos modificados hacia cultivos tradicionales.
El último acápite se formula a raíz de reportes de casos de cultivos transgénicos para la alimentación animal o para uso industrial que se han encontrado presentes en productos destinados al consumo humano.
Es casi nula en Cuba la cultura sobre cultivos transgénicos y su impacto. El consumidor de la isla no es propiamente informado y/o educado sobre la presencia de estos en los alimentos, a diferencia de otra naciones, donde es obligatorio etiquetar debidamente los productos de este tipo.
Según estudios, por el momento la isla no cuenta con una ley que regule la importación y comercialización de los organismos modificados genéticamente, así como los requisitos de etiquetado y publicidad, la sensibilización de los consumidores, la comunicación de los riesgos, capacitación y programas educativos.
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