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Eliseo Subiela murió a los 71 años en San Isidro, en las afueras de Buenos Aires, en plena actividad artística. La muerte lo encontró trabajando en un nuevo proyecto cinematográfico titulado Corte final, y en una obra de teatro de su autoría que llamó La vida real. El cineasta alternaba su trabajo de guionista y director con la docencia, pues dirigía su propia escuela de cine.
Cuestionado y adorado por su pertinaz empeño de fundir poesía, realismo mágico, melodrama y cine, Eliseo Subiela fue tal vez el director latinoamericano más conocido e influyente entre los años ochenta y noventa, sobre todo luego de que se estrenara Hombre mirando al sudeste (1986) que en La Habana provocó espontáneas manifestaciones de entusiasmo en las salas donde se exhibía.
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El romance de los cubanos con Subiela continuó con filmó años después Últimas imágenes del naufragio (1990), un relato de tintes surrealistas que recreaba el desánimo y pesimismo típicos de la atmósfera social argentina luego de la crisis económica de 1989, cuando concluía el gobierno democrático de Raúl Alfonsín.
Aunque algunos señalan que la consagración internacional de Subiela llegó finalmente con El lado oscuro del corazón (1992), a estas alturas ya se catalogaba como uno de los cineastas latinoamericanos más populares en Cuba. La búsqueda de Oliverio (Darío Grandinetti), alter ego del poeta Oliverio Girondo, de una mujer que “pudiera volar” después de hacer el amor convirtió a Subiela en un director de culto.
Centenares de jóvenes intelectuales cubanos podían citar de memoria ciertos parlamentos de El lado oscuro del corazón, y las mujres incapaces de volar, o aquella cama que se “tragaba” a las amantes que no estuviesen a la altura intelectual y espiritual del poeta, pasaron a formar parte del acervo cultural argentino, cubano y latinoamericano.
El lado oscuro del corazón ganó el Premio FIPRESCI en el Festival de Cine de Toronto y fue nominada al Goya en la categoría de mejor película extranjera de habla hispana. Luego, llegaron No te mueras sin decirme adónde vas (1995), Despabílate amor (1996), Rehén de ilusiones (2009) y el falso documental Paisajes devorados (2012).
Subiela era hijo de padre gallego y madre argentina. En su juventud fue miembro de la Juventud Peronista y de la guerrilla Montoneros. De ahí su admiración por el director, actor y cantante argentino Leonardo Favio, un reconocido peronista a quien Subiela siempre consideró su maestro.
Se inició en los años 60 en el documental, incursionó en la publicidad y se vio obligado al silencio y el ostracismo por la dictadura militar que gobernó argentina entre 1976 y 1983. Con el regreso a la democracia su producción floreció como nunca, y logró cambiar la esencia del cine argentino.
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