Miles de personas acuden a la antigua villa de Remedio, desde los pueblos vecinos y desde otras localidades mucho más remotas, para disfrutar una de las festividades más famosas de Cuba, que año tras año, en diciembre, reaviva el espíritu festivo en la centenaria villa cubana.
Situada junto con los carnavales de Santiago de Cuba y las charangas de Bejucal, entre las festividades tradicionales cubanas más importantes, la tradicional celebración surgió en Remedios, hace más de un siglo, cuando un sacerdote llamado Francisco Vigil de Quiñónez (Francisquito), decidió contratar a un grupo de niños para que, en las madrugadas del 16 al 24 de diciembre, hicieran un ruido infernal y despertaran a los vecinos de la villa y que asistieran a las misas de Aguinaldo.
Las parrandas se asociaron a diciembre y la Navidad desde hace más de cien años, y la costumbre de jolgorio sigue ahí, cuidada por los pobladores de Remedios, quienes se resisten a perder una tradición que es considerada con justeza Patrimonio Cultural de la Nación.
Pero es que las parrandas abarca mucho más que unos pocos días en diciembre (este año en enero por razones conocidas) y en los días previos a la celebración centenares de remedianos, cada uno en representación de su barrio, participan en la elaboración de carrozas, los deslumbrantes trabajos de plaza y el montaje de los fuegos artificiales.
El barrio de San Salvador se identifica por el color rojiazul y el gallo como símbolo, mientras El Carmen utiliza principalmente el carmelita y es representado por un globo. A las cinco de la mañana se escucha una diana, que es la señal para la salida de congas de cada bando. Luego, entre las 4:00 y 5:00 p.m. se intensifica el tiro de voladores morteros y palenques. Cada una hora le toca a uno de los dos barrios.
A las 9:00 p.m. se encienden los llamados trabajos de plaza, para que el pueblo los disfrute hasta las 11:00 p.m., hora tradicional en que tiene lugar la Misa del Gallo hasta las 12:00 y luego se retoman los fuegos artificiales, que a esa hora se tornan particularmente intensos y vistosos.
Tanta es la importancia que confieren los pobladores a su fiesta decembrina, que se creó incluso el Museo de las Parrandas, para preservar un fenómeno cultural que es único en el país. La obra formó parte del programa por el medio milenio de la fundación de la urbe, y está situada en lo que fuera una antigua casona construida en 1825.
Ojalá las parrandas de 2017 recuperen su esplendor, puesto que durante años se ha venido debilitando la iniciativa popular, además del desapego de muchos jóvenes remedianos, el desinterés o escasez de recursos de las instituciones culturales, y así disminuye la calidad de la fiesta en general, y se ve en problemas la construcción de las carrozas y los trabajos de plaza.
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