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Como isla del Caribe al fin, Cuba era una mata de velocistas. Rafael Fortún y José “Pepe” Barrientos, antes de 1959, y Enrique Figuerola, Miguelina Cobián, Marlene Elejalde, Hermes Ramírez, Pablo Montes, Silvio Leonard, han sido algunos de nuestros principales exponentes en los máximos niveles competitivos.
Esta entrevista, precisamente, se centrará en la, sin duda alguna, mejor sprinter cubana de todos los tiempos, la doble medallista olímpica Silvia Chivás.
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La Gacela del Oriente nació en septiembre de 1954 en la provincia de Guantánamo.
“Corría el año 1969, yo estudiaba en la primaria y eligieron a un grupo de muchachos para hacer unas pruebas en el Instituto en 100 metros y salto de longitud. Yo lo hice muy bien y me enviaron para Santiago de Cuba, a una escuela de deportes. Mi descubridor en mi tierra fue Fernando Bruck y después en tierras santiagueras, el otro que confió en mí fue Héctor Charadán, pero fue Correa el que me dio el toque definitivo para intervenir en 1970 en los Juegos Escolares. Ahí alcancé dos medallas de oro en 100 y 200, con sendos récords para la competencia, lo que me dio el boleto a la EIDE indómita. Al año siguiente volví a imponerme en los Escolares; en ambas carreras con tiempos de doce segundos nueve centésimas y 26,4, lo suficiente para hacer el grado a la preselección nacional.”
Internacionalmente, debutó en el Campeonato Centroamericano y del Caribe de Atletismo que tuvo por sede a Kingston, Jamaica, en el 1970, con saldo de dos segundos lugares en 100 y 200, y un oro en el cuatro por cien.
“Con 17 años, en 1971, compito en los Panamericanos de Cali, Colombia, y gano medalla de bronce en los 100 y plata en el relevo corto. Fue un año en el que tomé parte en muchas competencias internacionales, lo que me benefició enormemente. Preparándome para Münich 72 llegué a detener el reloj en doce segundos flat en el hectómetro, tiempo que igualaría la plusmarca nacional que la gran Miguelina Cobián marcara en los Juegos Centrocaribeños de Jamaica en 1962.”
Todo quedaba listo, pues, para que la ráfaga de las Antillas llegara a la cita germana. Primero, en los 100, con un 11,24 que quedó a sólo una centésima de la plata conquistada por la australiana Raelene Boyle y detrás del descomunal 11, 07 de la alemana democrática Renate Stecher, en una época en que comenzaba con fuerza a hablarse del “poder” de las corredoras germanas, muchas de ellas sancionadas por doping con posterioridad.
En eliminatorias, Silvia había cronometrado un 11.18 que constituyó plusmarca del orbe entre los juveniles. Después vendría la estafeta corta, con Marlene Elejalde, Carmen Laura Valdés, Fulgencia Romay y cierre electrizante de Silvia Chivás.
“Recuerda que en los Juegos Olímpicos de México habíamos ganado la plata en el relevo con Marlene, Miguelina Cobián, Fulgencia y Violeta Quesada. O sea, en el nuestro repetían Elejalde y Romay que estaban bien y las novatas éramos Carmen Laura y yo, y déjame decirte que encajamos muy bien
“Para llegar al podio en los relevos cortos, además de veloces hay que estar muy sincronizadas, exactas en los cambios, no pasarnos de zona. Y eso, se logró. Las dos Alemanias coparon los dos primeros lugares con cronos extraordinarios para la época, 42 segundos 81 centésimas y 42.95. Nosotras quedamos terceras con 43.36.”
Entre los años 1973-78, la Chivás obtuvo buenos dividendos. Imponiéndose o quedando entre las primeras en Juegos Mundiales, justas continentales, giras por Europa: Ostrava, Berlín, Cagliari, Moscú son escenarios de sus triunfos.
En el 73 vuelve a lograr la tripleta en el Campeonato regional de campo y pista escenificado en Maracaibo, Venezuela. En el 74, en los Centrocaribeños de Santo Domingo, suma la plata en el doble hectómetro y el oro en el relevo, junto a la veterana Elejalde, Carmen Laura y Asunción Acosta. México 75, los Panamericanos la vieron en el segundo lugar en la estafeta, cuarta en los 100 y quinta en los 200 mientras en Montreal 76 queda en semi finales en los cien y el relevo.
El 1977, vuelve Silvia Chivás a sobresalir en cuanta competencia asistió. Bronce en la Copa del Mundo en Düsseldorf en los 100; se impone en los 200 en los Juegos Mundiales Universitarios de Sofía, Bulgaria, donde es tercera en el hectómetro, distancia en la que estableció récord nacional con once segundos 16 centésimas en semi finales.
También triunfa en Jalapa, México, en las tres distancias en los Campeonatos regionales de atletismo, y luego se convierte en la primera sprinter cubana en bajar la barrera de los 23 segundos en los 200 en la eliminatoria para la Copa del Mundo: oro con 22,85.
En el 78, la del Guaso logra barrer en los Centrocaribes de Medellín, Colombia, al imponer en 100, 200 y el relevo.
¿Sus tiempos?: once segundos 47 centésimas; 23.01, y 44.37 en la estafeta que completaron Grisel Machado, Carmen Laura Valdés e Isabel Taylor. Este relevo dejó a la zaga a las cuartetas de Jamaica y Trinidad y Tobago, algo que hace mucho no sucede.
Con apenas 25 años, la Chivás dice adiós a las pistas en los Panamericanos de San Juan 79 con el tercer puesto en el relevo y el cuarto en los cien.
Tras el retiro de Silvia Chivás y Carmen Laura Valdés, y con la excepción de Liliana Allen, la velocidad femenina ha agonizado por décadas en la Mayor de las Antillas.
“No ha surgido ni surge nadie. En mi opinión se ha roto la cadena de trabajo, la captación no es buena, la superación de los entrenadores queda en las buenas intenciones. Los licenciados creen que como ya lo son, no necesitan de la experiencia de los más viejos. No siempre, pero sí en muchos casos. Por ejemplo, en la actualidad hay valores, pero cada uno quiere brillar por su lado. Están mal guiados, hay indisciplina”.
Surge un tema obligado en la conversación con la Gacela del Guaso y es su actual esposo y, padre de sus dos hijos, Irolán Echevarría, para mí el número uno de los entrenadores cubanos de la velocidad, lamentablemente alejado de las pistas por una muy precoz enfermedad.
“Tras jubilarme y, al licenciarme en Economía en la Universidad de La Habana, opté por el deporte. Así fui entrenadora del equipo nacional juvenil, además de trabajar junto a mi amado Irolán en la cuarteta que se preparaba para los Olímpicos de Barcelona 92, que finalmente se ubicaron terceros. Pero, con la enfermedad de Blas Beato, la dirección del atletismo decide que Irolán entrene a la Tormenta del Caribe, Ana Fidelia Quirot, y yo me quedo a cargo por completo de Joel Isasi, Joel Lamel, Andrés Simón y Jorge Luis Aguilera. También trabajamos juntos con los chicos de la estafeta de Sydney 2000 (Luis Alberto Pérez, Iván García, Freddy Mayola y José Ángel Cesar), igualmente tercera en la cita cuatrienal.
“Mira, yo no sería capaz de hacer comparaciones, las épocas son diferentes, existen sistemas de entrenamiento muy sofisticados. El mundo digital volcado en la preparación. En cuestión de días, de competencias, se aprende. Pero, por sobre toda esta técnica puesta en función del entrenamiento deportivo está el ser humano, tanto el deportista como el entrenador y ahí es donde yo quiero que se sea justo con mi esposo, con mi entrenador, con el que me llevó a ser la principal figura cubana de la velocidad, Irolán Hechavaría. No admito una entrevista a mí sin destacarlo a él. Muchas medallas olímpicas, panamericanas, mundiales entre los años 1968 y 2000, son fruto de su dedicación.”
Actualmente la veloz corredora, convertida en entrenadora, está felizmente casada con don Irolán de cuyo amor florecieron Iyordania e Yyordan.
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