La mayoría de los choferes de taxis en La Habana reaccionaron justo como la población sospechaba que lo harían: no trabajando.
Por su parte, los que lo hicieron anunciaron "a viva voz" que los precios, para ellos, no habían cambiado y permanecían inalterables, a pesar de la disposición establecida por el gobierno de la capital de topar el precio al servicio de estos transportistas privados.
El diario 14 y Medio reflejaba que "era un viernes nefasto" y que los taxistas no habían salido a la calle a protestar con carteles, ni habrían entregado un pliego de demandas en la sede del gobierno en la capital, sino que, simplemente, se habían quedado en sus casas.
En una ciudad donde el transporte urbano sufre un deterioro progresivo, y el parque automovilístico es bien reducido, el horario pico matutino (8:00am) sorprendió a los habaneros sin medios en los que desplazarse para ir a trabajar.
Una joven habanera narraba en Facebook la singular manera en que comenzó su día: "Una "botella", dos ruteros y un P16. Esa fue mi comienzo de una verde mañana. Los taxis no paraban apenas y si lo hacían, te decían clarito clarito: "Es el precio de antes, mi niña"
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