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En mis casi cuatro décadas de convivir con el deporte cubano, me enorgullezco de contar con grandes amigos dentro de ese maravilloso mundo: personas excelentes, carismáticas, unas medio serias, otras alegres. Esta entrevista presenta, precisamente a uno de esos deportistas que, prácticamente, pertenecen a la familia Osendi. Se trata del doble campeón olímpico de lucha greco, Filiberto Azcuy, “el Fili”.
“Soy camagüeyano de pura cepa. Nací en octubre de 1972, y como tradicional mes de los ciclones al fin, yo siempre fui un ciclón. Siempre estaba peleando en las calles. Había un muchacho llamado León, que nos echaba a pelear, hasta que un día me dijo vamos para el colchón y ahí empezó la fiesta para Filiberto Azcuy”.
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El Fili pertenece a la pirámide del alto rendimiento; o sea, EIDE, ESPA y preselección nacional.
“Estuve en un área especial en Esmeralda, estudié en la EIDE “Cerro Pelado” en Camagüey y en el CEART (Centro de entrenamiento de alto rendimiento) “Giraldo Córdova Cardín” de la capital. De ahí para la preselección nacional, a la que entré en 1992 con 20 años.”
Azcuy comienza su andar en el alto rendimiento en la categoría de los 62 kilos, de la mano del preparador Arturo Molina, con quien debuta en el Torneo Internacional Granma.
“En meses, salté de los 62 a los 74, o sea, volé la entonces división de 68 kilos. En los 74 comencé con Pedro Val” (para esta cronista, uno de los más excelsos entrenadores del país, conjuntamente con Eugenio George, Alcides Sagarra y Ronaldo Veitía).
Su carácter, llamémosle inquieto; su responder temprano y no siempre muy disciplinado, trajeron al camagüeyano más de un disgusto. Sin embargo, su calidad y el compartir muy de cerca con el campeón olímpico de los pesados, Héctor Milián, lo llevó poco a poco a un sendero triunfal.
“Imagínate, al rebelde Filiberto lo unieron al apacible Milián, quien ya iba saliendo del equipo grande. Fue lo mejor que pudo pasarme, ¿sabes? Sus sabios consejos me valieron de mucho, sobre todo cuando quería imponerme al principal hombre de la división de los 74 kilos, Néstor Almanza.”
Efectivamente, nada fácil le resultó al Fili sobresalir por encima de Almanza, luchador al que mirando desde la perspectiva actual de los años transcurridos, considera su principal rival dentro y fuera de Cuba.
“En el año 93, meses después de integrar la preselección lo venzo en el Campeonato Nacional y en el Torneo Granma, pero como él tenía el palmarés de haber sido cuarto en los Juegos Olímpicos de Barcelona, lo eligen a él para representarnos en el Mundial y ¿quién te dice?, que lo gana ¡Ya tú sabes, yo sembrado! Pasan los meses y vuelvo a ganarle en el 94, y de nuevo la dirección del equipo lo selecciona a él , pero esta vez se fue en blanco en el Mundial.
“En el 1995 eran los Juegos Panamericanos de Mar del Plata. Pedro nos reúne y dice que el que gane el Nacional iría a la cita continental. Pues, lo vencí en el Nacional. Pero ahí Pedro cambió y afirmó que el que venciera en el Granma sería el elegido. Entonces, lo volví a superar y a Mar del Plata ¡fui yo! Allí conquisté mi primer cetro panamericano.”
Filiberto Azcuy compitió en tres Juegos Panamericanos: en los de Mar del Plata 1995 y Santo Domingo 2003 salió airoso mientras perdía la final en Winnipeg 95. Entretanto, en Campeonatos Mundiales, el virtuoso del colchón acumula cinco medallas, un oro, una plata y tres bronce.
“Claro que considero mi carrera exitosa, y sobre todo por mis dos títulos olímpicos.
"En mi época, no era yo; no, éramos muchos gladiadores con calidad; no me pidas nombres pero sí nacionalidades. En igualdad de condiciones te puedo decir que íbamos al menos quince luchadores: rusos, húngaros, kazajos, georgianos, estonios, turcos, polacos, alemanes, franceses, bielorrusos. No estoy axagerando”.
Tuve el placer, el honor, la alegría indescriptible de compartir con el Fili sus dos coronas olímpicas. Recuerdo en Atlanta cuando venció al finés Marko Assel, quien sorprendió al llegar a la discusión del título pues era la segunda figura de su país.
“El lío que armaron; con aquella protesta que hubo que revisar el vídeo y resulta que los jueces ampliaron mi ventaja sobre él; después cuando corrí y corrí con mi bandera y tú filmando detrás de mí Atlanta es uno de mis más bellos recuerdos. Ya en Sydney, la situación fue otra pues a la final fui con el japonés Nagata, que no era malo, pero yo lo dominaba fácil.
“Nosotros, previo a la justa australiana, hicimos una base de entrenamiento en Japón y ya tú sabes, nos conocíamos y yo era superior. El segundo oro olímpico no me lo quitaba nadie”.
Algo muy bonito nos relata Filiberto. Al transcurrir su vida, siendo ya un gladiador renombrado y maduro, entra al seleccionado nacional un joven, casi un adolescente al que apodaron “el niño” que enseguida sería “captado” por Azcuy, quien como hiciera con él Milián años atrás, se convertiría en padre, amigo, compañero del recién llegado.
“Sí, cuando yo vi entrar aquel gigantón corpulento, educado, decente,que apenas hablaba me dije, '¡éste es el mío!'”
Y ese mío era nada más y nada menos que Mijaín López, el ahora tricampeón olímpico de los pesos máximos en la lucha greco.
“Te digo que Mijaín, conducido sabiamente, eliminándole competencias innecesarias, con un entrenamiento adecuado que lo mantenga en el peso, ayudándolo en el desenvolvimiento de su vida, pudiera llegar a su cuarta medalla olímpica, algo que sólo ha hecho Alexander Karelin, el Oso ruso: tres oro y una plata”. Mijaín llegaría con 38 años; o sea, es posible soñar.
En el año 2006, tras su retiro, Filiberto Azcuy recibe la Placa que lo reconoce como miembro del Hall de la Fama de la Lucha Mundial, y que también recibió Héctor Milián. Personalmente, Azcuy tiene varios hijos, dos de ellos, Filiberto de trece años y Thalia de cuatro, conviven con él y su pareja Madelín, en su amplia y bella casa de Miramar.
“Soy feliz con mi familia, con mi trabajo como entrenador del seleccionado nacional; contento con los resultados de la greco en los Olímpicos de Río con los oros de Mijaín y de Ismael Borrero, en los 59 kilos, y la plata de Yasmani Lugo en los 98. Todos los días aprendo algo y mis conocimientos recibidos a lo largo de toda mi vida, teniendo muy de cerca las enseñanzas de Pedro Val y Carlos Ulacia, los vierto en mis discípulos.”
El especialista del suplé (técnica que lo caracterizó y que consiste en voltear al rival, dando un toque de espectacularidad al combate), el clásico “chivador”, ése que no se cansa de mostrar su cubanía; el mismo que enardecía tribunas y que ahora enseña, el doble monarca olímpico Filiberto Azcuy es, sin duda alguna, una figura de nuestro deporte de la que nunca vamos a dejar de hablar.
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