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Se fue Yoanka González, y tras ella se va, sin caer en el olvido, la leyenda de la única medallista olímpica del ciclismo cubano.
En el Parque Vidal de su querida Santa Clara, a despecho de las inclemencias del tiempo, la Yoya -como le dicen sus amigos- no pudo contener las mejores lágrimas del mundo, que son de gratitud.
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“Lloré de la emoción, al ver tantas personas reunidas aquí a pesar de la llovizna, le declaró al periódico Vanguardia. Estoy triste porque el ciclismo fue un bichito que tuve dentro de mí desde que era una niña, pero contenta por las muestras de cariño que me ha dado el pueblo. Esto me hace sentir que no fueron en vano tantos años de sacrificio”.
La primera campeona mundial villaclareña en disciplinas individuales fue agasajada por distintas organizaciones territoriales, y a seguidas accedió a fotografiarse con montones de asistentes a la despedida, coincidente con el fin de una etapa del Clásico Guantánamo-Pinar-La Habana.
Por cierto, el tramo lo ganó -vaya capricho del azar- un joven guantanamero de nombre Onel Santaclara, quien dijo que para él era “algo muy grande haber vencido en esta etapa justo el día en que se retira Yoanka. Fui compañero de ella en los dos últimos años que estuvo en el velódromo y por eso quiero dedicarle mi triunfo”.
Ida la estrella, queda por ver quién podrá continuar su camino en un sistema deportivo cada vez más golpeado por las carencias económicas, la desidia y la fuga de talentos. En el horizonte actual, tan solo Marlies Mejías parece disponer de clase suficiente para, cuando menos, heredar con dignidad los galones de la ciclista más brillante que le ha nacido a Cuba.
El tiempo dirá.
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