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Actualmente, el 32 % de las unidades de gastronomía y de servicios personales y técnicos de uso doméstico, en Cuba, han pasado a ser privadas (o como gusta más a la jerga isleña oficial: “formas de gestión no estatal”).
Una discreta nota publicada en el diario Juventud Rebelde da cuenta de la magnitud de un fenómeno que ni los propios medios oficiales de la Isla se atreven a ocultar debajo de la mesa.
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Si reparamos en la trayectoria relativamente corta del cuentapropismo en Cuba, y además en la gran cantidad de obstáculos, trabas y vericuetos burocráticos que deben padecer los cuentapropistas en su día a día, la cifra resulta todavía más impresionante y el poder emprendedor que representa, digno de mérito.
Mari Blanca Ortega, quien es titular del Ministerio del Comercio Interior, ha informado que han sido aprobadas 219 Cooperativas No Agropecuarias en el sector mencionado.
A ello se suma otro dato de interés:
De los 4 173 centros privados existentes en la Isla ―entiéndase “no gestionados por el Estado”― 1878 se dedican a los servicios gastronómicos, y 2 295 a los personales y técnicos.
Se trata de una experiencia que incluso se remonta a un período anterior al momento de auge, pues su antecedente se sitúa en el 2009, con el arrendamiento de peluquerías y barberías a trabajadores por cuenta propia.
El proceso se amplió a partir del 2014, y vivió un nuevo período en 2016, con la aprobación de nuevas normas jurídicas con la intención de ordenar y controlar, desde el marco estatal, las nuevas formas de autogestión.
No obstante, ahí están los datos, y lo cierto es que impresiona la creciente cifra de movilidad privada en el país, que calcula en más de 535.000 el número de trabajadores asociados a diversas fórmulas del cuentapropismo.
Es tal el empuje, que hasta el sector gastronómico estatal se ha visto obligado a reactivarse, en aras de no perder (o al menos reanimar) a una deprimida clientela que, siempre que el bolsillo doméstico lo permite, emigra sin mucho cargo de conciencia a los "negocios particulares", donde todo parece funcionar mejor y suele ser más "bonito".
Esa es la "competencia", un concepto desterrado durante décadas de la mente de los cubanos, y que constituye uno de los motores claves del desarrollo de cualquier sociedad.
Cuba necesita todavía más cuentapropistas y más emprendedores. La Isla necesita seguir creciendo. Sin embargo, mientras esa prosperidad no alcance el bolsillo de todos, mientras los salarios estatales sigan siendo bajos y exista el drama de la dualidad monetaria, la Isla continuará siendo víctima de un raro estado, a mitad de camino entre lo surreal y lo exótico.
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