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A sus 24 años de edad, Jackson Follmann consiguió dar sus primeros pasos hace unos días. Dice que se sintió como un bebé, ahora con una prótesis que sustituye la pierna que perdió en la tragedia aérea del Chapecoense.
Meses después, quien era el arquero suplente del club reconoció nuevamente el significado de la palabra vida después de aquella fatídica noche, del 28 de noviembre de 2016, cuando a bordo de un avión de la aerolínea Lamia perecieron 71 personas.
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"Mi mayor deseo fue ponerme de pie, caminar (...) Ir solo al baño, lavarme los dientes… Esas cosas sencillas que pasan desapercibidas para las personas (…) No adelantaría nada estar llorando, lamentándome por lo que me pasó", dijo hace unas horas.
El sorprendente Chapecoense, equipo humilde de disminuido presupuesto y rezagado en cuanto a resultados, viajaba a su primera final de la Copa Sudamericana cuando se estrelló en las montañas de Medellín. Solo seis viajeros sobrevivieron al angustioso infierno. Jackson Follmann resultó uno de ellos.
Además de los jugadores, viajaban directivos e integrantes del personal técnico del equipo, periodistas, otros pasajeros y siete tripulantes bolivianos.
Follmann, entre los seis supervivientes, fue quien sufrió las consecuencias más graves. Debieron amputarle la pierna derecha unos 15 centímetros por debajo de la rodilla, por la gravedad de las lesiones. Hoy, con esa misma pierna, golpea un balón.
El técnico de aviación Erwin Tumirik, la auxiliar de vuelo Ximena Suárez, el periodista Rafael Henzel y los jugadores Helio Zampier Neto y Alan Ruschel son los otros que pueden contar sus historias.
Follman, Neto y Ruschel levantaron días después de la tragedia, en el estadio del “Chape”, Arena Condá, la Copa Sudamericana concedida al equipo a petición del Atlético Nacional colombiano, su rival en Medellín si el siniestro no hubiera impedido el encuentro.
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