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Barcelona de 0 a 100 en apenas tres semanas

El Barça, para avanzar a cuartos, se traicionó a sí mismo haciendo lo que casi nunca: canalizando con vértigo y no con fútbol la urgencia de la eliminatoria.

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Este artículo es de hace 7 años

La masacre del Barcelona al Paris Saint-Germain pone sobre la mesa el siguiente orden de cosas: con o sin numeral, remontada es etiqueta trending topic, como también ya es la gloriosa hombrada culé un pasaje bíblico en la historia de Champions.

Las lecturas de lo acontecido en el Camp Nou pueden llevarnos al análisis de tantas cuestiones con mayor o menor importancia, como que no existen referentes para el contraste o que semejante cataclismo podría no tener réplica en veinte, treinta o cincuenta años.

Sin embargo, después del reality en vivo, del replay y de la enésima reposición, ha de llegar el sabio aficionado a la misma conclusión: no fue solo una remontada, fueron dos remontadas en una sola. Redundante afirmar que no se recuerda, al más alto nivel de fútbol, nada parecido.

Tuvo a bien el Barça, para consumar el milagro, redefinir su condición genética por los noventa y tantos minutos de partido. El Barça, para avanzar a cuartos, se traicionó a sí mismo haciendo lo que casi nunca: canalizando con vértigo y no con fútbol la urgencia de la eliminatoria. Fue caótico, pero también impredecible. El resto era encomendarse a los que hacen daño, que son las bestias de arriba: Messi, Suárez y Neymar Jr., la Santa Trinidad.

Un aparte para el brasileño, que hizo de Messi en el tramo final del partido mostrando galones y categoría para sacar a flote la nave azulgrana, y para el vilipendiado Sergi Roberto, que capitalizó lo imposible cuando diez minutos antes era un mal extirpable en la plantilla culé, según la propia masa social del club.

En lo estrictamente futbolístico, más allá de la presión brutal de los catalanes durante casi todo el partido, no hay mucho que rescatar de este Barcelona-PSG. En ese sentido, el partido dejó una postal ilustrativa: el Barça anotó sus tres primeros goles sin generar siquiera una ocasión clara de gol.

Mérito de Luis Enrique que sus hombres tuviesen la disciplina táctica suficiente para sostenerse todo el tiempo al filo de la navaja con solo una herida de gol. En ese sentido, media de remontada es del técnico asturiano. Así mismo, el aporte de Rakitic y Rafinha tapando espacios para evitar las descolgadas del Paris, de notable hacia arriba.

En el otro vértice de la figura están Emery y los elementos del PSG. Era casi el mismo equipo que hace tres semanas le había pegado un repaso al Barcelona, pero que fue ayer al Camp Nou ficcionando un día en la playa. Ciertamente, tuvo el club parisino momentos de relax tras el tanto del caníbal Cavani, pero no fue suficiente. Lo peor, miedo y pánico en figuras establecidas, incluido su capitán, el brasileño Thiago Silva.

Ni en su peor pesadilla el presidente del PSG, Nasser Al Khelaifi, con diferencia el más coherente y lúcido de todos los jeques que reinan en el fútbol, hubiese imaginado semejante retorno a Paris, sin pasaje a cuartos y con su proyecto en la lona.

Ello presupone dos cosas: la primera, que el PSG tendrá que a guardar silencio cuando de Champions se hable; la segunda, que a Emery le queda al mando del equipo lo mismo que a un trozo de hielo en dos líneas de ron.

Tan desastroso fue lo del PSG ayer en el Camp Nou que, incluso con los favores arbitrales que recibió el Barça, queda la sensación de que hay justicia en la remontada.

Aunque históricamente al Barcelona se le encuentra más y mejor aplastando rivales con métodos futbolísticos ornamentales, ayer dejó una vuelta para archivar en sus ya saturadas vitrinas. A partir de ahora, cualquier patrón de remontadas, por extenso que sea, irá a la zaga de la hombrada culé. El milagro de Estambul, los aspavientos épicos del Madrid y el resto de gestas perdidas en los anales de la Champions. Todas, de uno en fondo, haciendo cola.

Quedará entonces, a los aficionados del PSG, el caos. Como cuando agoniza la fiesta y llega la hora de tomar camino a casa en soledad con un tema de Charlie Zaa sonando de fondo, a media bocina.

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