Peor no pudo ser la despedida para Cuba en el torneo más importante del béisbol mundial. Picheo desastroso que solo pudo colgarle un cero a Holanda en 7 innings, que permitió 13 indiscutibles y 4 jonrones, incluidos dos de Wladimir Balentien, uno de ellos al abridor cubano Lázaro Blanco, y bateo de apenas 6 hits que solo pudo marcar una vez cuando el juego era fiambre, por dobles consecutivos en el quinto inning de William Saavedra y Víctor Mesa.
Los holandeses viraron el juego de un solo lado pronto, marcándole 4 anotaciones en 2 innings a Lázaro Blanco, que allí mismo explotó. Vladimir García no lo hizo mejor y soportó otras 4, entre el tercero y el cuarto inning. A ellos les siguieron Yosvani Torres, Yonder Martínez y Leandro Martínez, el único que no fue machado por unos holandeses que a esa altura ya habían perdido interés en el choque.
Un viejo conocido de Cuba, Diegomar Markwell, silenció a los bates antillanos, que le produjeron la única anotación cuando estaba todo decidido. Saavedra fue el mejor bateador del encuentro, con 2 de los 6 jits cubanos.
En definitiva, Cuba perdió sus tres partidos de la segunda vuelta, ante Israel, Japón y Holanda, y cerró con balance total de 4 derrotas y 2 victorias, una de ellas ante el infeliz equipo chino.
La oscura aspiración de Cuba de ganarle a Australia para pasar a la siguiente fase se cumplió, pero fue el único logro de este conjunto que tuvo un último momento de gloria cuando cayó peleando ante Japón en la segunda vuelta.
Sin embargo, allí mismo quedaron las ganas de pelear, y Cuba se despidió del Clásico sin haberle hecho resistencia a Holanda, equipo que en otras épocas se atravesaba, pero al se le podía ganar.
Esperar 4 años para ganarle a Australia fue el más insípido y triste de los objetivos, y de hecho, demasiadas cosas se hicieron mal o se dejaron de hacer solo para lograr eso.
Si algún beneficio deja este Clásico para Cuba es la demostración que se conquistó, a base de recibir palos, de que nuestro béisbol fracturado y dividido por asuntos políticos solo conduce al desastre, algo que solo puede cambiarse de una vez dejando que todos los cubanos, vivan donde vivan, puedan integrar la selección nacional.
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