Tal vez sea imposible precisar cuál pero, algún golpe tuvo que tirar y colocar demasiado bien el boxeador cubano Leduán Bartelemy para que a su rival, el dominicano se le enfriaran las piernas y los guantes de tal manera que, desde abajo, su coach abriera los brazos y se preguntara: ¿Y esto qué cosa es?
En ese instante, el árbitro le contaba a un hombre que hacía buen honor a su apellido, y que tras el conteo de ocho hizo poco, por no decir nada, para mostrar otra cara ante el combate. Segundos después su coach subía y ni siquiera tiró la toalla; más bien la agitaba, como banderola al viento que pide tregua, implorando misericordia arbitral con su muchacho.
Dicho de otra manera: Reynaldo Blanco, se acobardó ante Bertelemy y el nuestro sumó así su décimo tercera victoria sin la sombra de un revés desde que saltó al profesionalismo.
Varios periodistas especializados en el tema reflejaron que el dominicano llegó mal preparado a este combate, tras ver cómo, a la altura del noveno asalto, apenas podía sostener los brazos a la altura del rostro para defenderse de los golpes del cubano Bartelemy.
Su cansancio, comprensible si se tiene en cuenta que tuvo que hacer un esfuerzo descomunal para llegar al peso adecuado, tuvo enfrente un hombre que no cesó de tirar rectos de izquierda y derecha de manera incesante.
Su plan, acabar con el cubano en los primeros asaltos por un golpe de suerte, se estrelló además contra un hijo del verde caimán respetuoso de la estrategia concebida para la pelea por un mago de las esquinas: Ismael Salas.
Con el rostro magullado, y un ojo derecho casi a punto de cerrarse, llegó la toalla blanca de su mánager para salvarlo de la deshonra.
Leduán, ahora, tiene forja de 13 y 0, con 7 KO´s, y está a la espera de un rival de más categoría para sus próximos combates.
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