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Una mañana del mes de junio de 1996 entré junto a mi camarógrafo al gimnasio de judo del Centro de Alto Rendimiento Cerro Pelado a realizar un reportaje con el equipo femenino de judo que se preparaba para asistir a la entonces cercana cita olímpica de Atlanta.
Un equipo espectacular aquel, con Amarilis Savón, Legna Verdecia, Estela Rodríguez, Dianelis Luna, Odalys Revé y Driulis González. La guantanamera era nuestra principal carta de triunfo pero en un campo de entrenamiento internacional que tuvo por sede, precisamente, al Cerro Pelado se luxó la cuarta y quinta vértebras, lo que puso en peligro no sólo una medalla sino su asistencia a los Juegos del Centenario.
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Fui directamente hacia ella y tras preguntarle por su estado de salud, me miró muy decidida, esas miradas que no se olvidan, y me dijo “yo voy a ir a Atlanta, ¡yo voy a vencer en Atlanta!” ¡Y así fue!
“Nací el 21 de septiembre de 1973 en Guantánamo. Yo no era judoca; la judoca era mi hermana. Yo, solamente jugaba en la escuela, en parques, en calles. Pero un día, traen a mi hermana enferma de la escuela deportiva y mi papá, Iltrudis González, le dice a los profe: Miren, llévense a ésta, que ésta sí va a dar la talla.
“Y ahí fue Driulis, con trece años, de las calles a la EIDE “Rafael Freire” del Guaso, por lo que te aseguro que mi descubridor fue mi propio padre. Al llegar al centro de entrenamiento yo lo que quería era atletismo, pero no había capacidad; entonces, me inscriben en judo tras hacerme una pruebas de fuerza con barras; le gané a todo el mundo y clasifiqué. Me entrenó en esa época Faustino Díaz y Roberto Álvarez, y lo mejor que yo tenía era mi rápido aprendizaje. Me enseñaban una técnica y al momento la repetía sin problemas. No sabía nada de judo y mira lo que logré”.
Efectivamente, la niña que no sabía nada de judo aprendió bien rápido y a los ocho meses ya era campeona en los 56 kilos de los Juegos Nacionales Escolares, aún sin cumplir los catorce años.
Este resultado le valió su promoción a la ESPA nacional “Giraldo Córdova Cardín”, bajo la égida de Alexis Gago Fondín. Tenía entonces 14 años y se impone otra vez en los Juegos Escolares en el 1989. Ese mismo año, se convierte en la judoca más joven que ha ganado el Campeonato Nacional de Mayores con 16 abriles.
“En esa ocasión pensé que me llamarían a la preselección nacional, pero no fue así. Mientras más difíciles son las cosas más me gustan. Acepté el reto y un año después, ya con 17, repetí mi cetro en el Nacional de Mayores en esta ocasión de los 61 kilos (una estrategia de los técnicos), y ahí sí fui convocada para el Cerro Pelado (Centro Nacional de Alto Rendimiento), a donde entré en ese propio 1990”.
Y así comienza una carrera inigualable, hasta ahora, por judoca cubana alguna. Cuatro medallas olímpicas, una de oro en Atlanta 96; una de plata en Sydney 2000; y dos de bronce en Barcelona 92, siendo una muchachita de sólo 18 años; y Atenas 2004. Amén de un quinto puesto en Beijing 2008, con 35, que bien pudiera haber sido mucho mejor de no interponerse, como muchas veces pasa con atletas cubanos, la valoración de los señores jueces.
Siete Campeonatos del Mundo con asombroso saldo de tres metales dorados, dos de plata y dos de bronce. Otros dos títulos en los dos Campeonatos del Orbe Universitarios en los que tomó parte e invicta en cuatro Juegos Panamericanos: Mar del Plata 95, Winnipeg 99, Santo Domingo 2003 y Río 2007
“Competí en tres divisiones, 56, 57 y 63 kilos y en todas tuve resultados. Varias veces fui seleccionada la más destacada en Torneos Grand Slam y Grand Prix, que se desarrollan en Europa y Asia (fundamentalmente en Japón) y en tres ocasiones me adjudiqué la Gala de Campeones.”
Según una encuesta realizada por la Federación Internacional de Judo (IJF en sus siglas en inglés), la guantanamera encabeza una relación de las mejores judocas de su época, sacando el balance entre victorias y derrotas. Relación en la que también aparecen otras dos cubanas, Legna Verdecia y Amarylin Savón, superando a verdaderos monstruos como la belga Bandecaveye, la española Isabel Fernández (quien según mi opinión y la de varios especialistas nunca le ganó a Driulis en Sydney 2000), la francesa Lucy Decose y la estadounidense Kaila Harrison.
No por gusto, la cubana se encuentra en el Hall de la Fama del Judo Mundial, placa que le fue entregada el 22 de agosto del 2015, en la Gala celebrada en Kasajastán.
“18 años en la selección nacional ¿qué decir de mi más bello recuerdo? Hay unos cuantos, pero claro el oro olímpico tras mi severa lesión apenas dos meses antes de iniciado el certamen, resulta inolvidable.
“Yo sabía que a la final llegábamos la coreana Sun Jon y yo, peleando en los 56 kilogramos. Y en efecto, fue un combate parejo, reñido. En él, además de mis técnicas, puse mi coraje, mi orgullo, eso de no dejarme vencer.
“Agradezco a la Medicina Cubana, a la psicóloga Consuelo, al profesor Rodrigo Álvarez Cambras y a mi colectivo técnico, encabezado por Ronaldo Veitía, y en especial a Santiago Chinea, quien me atendía directamente, por lo que por mí hicieron. Nunca perdieron la esperanza y no los defraudé.
“Y por mi parte, mi voluntad... Todos me ayudaron pero yo fui mi mejor psicóloga porque creí en mí; me lo propuse y lo hice. Y esa voluntad de vencer se la inculco a diario a las actuales integrantes de la preselección nacional, donde soy una de las entrenadoras, dirigida actualmente por el jefe técnico Félix Portuondo.
“Tratamos de seguir aquellas enseñanzas del profe Veitía, siempre presente. Un extraclase, disciplinado, exigente, un verdadero pedagogo.
“Tenemos una matrícula de 34 muchachas, entre juveniles y adultas. Además de las conocidas que se mantienen tras la renovación hecha con miras a los Juegos Olímpicos de Tokío 2020, tenemos judocas prometedoras como Vanesa de la Caridad Godínez en 48 kilos; Melissa Hurtado, en 52; Yusmary Pérez, en 63. En los 70, Melisa Peñalver y en más de 78, Elyannis Aguilar. Hay arcilla con qué moldear otro equipo dorado”.
Precisamente sobre el afamado equipo dorado del judo femenino cubano que nos catapulteó al primer lugar en el certamen de los Olímpicos de Sydney y al quinto en el cómputo de los torneos olímpicos, Driulis expresó.
“Mira con cambios como el de Estela Rodríguez por Yaima Beltrán, cuatro medallas de plata olímpicas entre ambas; puedo añadir a Odalys Revé, Amarilis Savón, Legna Verdecia, Sibelis Veranes, Diadenis Luna; bueno, y yo.”
Una preciosa historia la de esta mujer que es historia en sí. Madre de un ya adolescente de quince años, Peter Sadiel, estudiante de preuniversitario y alejado en sus gustos del deporte, la campeonísima Driulis González trabaja para que nuevamente el judo femenino cubano posea un equipo dorado como el que ella misma formó por muchos años.
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