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La imagen más impactante del 1ero de mayo en La Habana fue la del ciudadano que saltó el perímetro de seguridad en la Plaza de la Revolución ―a punto de comenzar el desfile por el Día Internacional de Los Trabajadores― y ondeó una bandera de EE.UU.
Daniel Llorente Miranda ya ha protagonizado actos similares con antelación, aunque ninguno llevado a cabo en un contexto tan delicado. En mayo de 2016 recibió en el malecón habanero al primer crucero que arribó a la Isla procedente de EE.UU. con una bandera norteamericana, y dos meses antes había hecho lo mismo durante la visita del entonces presidente Barack Obama.
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Sin embargo, aunque en el caso del crucero había sido arrestado, indudablemente la virulencia y brutalidad con que fue abordado ayer por agentes de seguridad de la marcha (vestidos de civil), se ha convertido en lo más reseñado en todos los medios.
Más allá de la pertinencia del acto, en un día en quizás hubiese sido más sensato portar una pancarta que criticara los míseros salarios que reciben los trabajadores cubanos, lo cierto es que su irreverencia entraña un indudable arrojo al que no están acostumbradas las fuerzas de seguridad y la policía política de la Isla.
De hecho, la desmesura y el atropello con que fue tratado da la medida de que en Cuba no existen mecanismos ni protocolos para lidiar de forma cortés con quienes “disienten” en actos públicos.
No obstante, cuidado, hay quienes aseguran que si un cubano se hubiera lanzado a correr con una bandera cubana ―saltándose el perímetro de seguridad de un acto oficial semejante en EE.UU.― le hubiera pasado algo parecido, y puede que no les falte razón; cubano o de cualquier país, claro está.
Sin embargo, la peculiaridad radica en que Cuba es también un país donde un graffitti te lleva la cárcel y donde no es inusual ver a un grupo de mujeres vestidas de blanco ultrajadas y violentadas en la vía pública.
No obstante, la inevitable comparación con EE.UU. se ha viralizado hoy en las redes sociales a partir de un montaje fotográfico en que figura arriba el polémico artista plástico cubano Kcho posando con la bandera del 26 de julio ante la Casa Blanca (en Washington); mientras que abajo aparece la imagen de Daniel Llorente llevado casi a rastras en el citado episodio de ayer lunes. La foto lleva una leyenda: "En Democracia" y "En Dictadura".
La imagen de Kcho luciendo orgulloso la bandera del 26 de julio fue tomada cuando formó parte de la amplia delegación oficial cubana que viajó a Washington en 2015 para la apertura de la sede diplomática cubana.
En aquel momento, la nota publicada por Cubadebate destacaba con lujos de detalles la circunstancia del hecho:
"A unas pocas cuadras del hotel, está la Casa Blanca. Ahí la desplegó a la altura de sus brazos. Le pidió a uno de los guardias de seguridad del Parque Lafayette, frente a la residencia oficial del Presidente, que le hiciera la foto. Intrigado el policía le preguntó qué significaba aquella tela. Kcho le explicó: es el símbolo de la Rebeldía Nacional en Cuba, está enlazada al aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, Fidel Castro fue el líder de aquel movimiento… El guardia, con suma amabilidad y una sonrisa, hizo clic con el teléfono móvil del artista".
Aunque las imágenes del montaje son comparables sólo hasta un punto (por la diferencia que marca el contexto “oficial” del acto de ayer), lo cierto es que también marca las grandes distancias que se recorren entre la libertad de expresión, en un caso, y su ausencia, en el otro.
¿Por qué? Pues porque incluso tratando de igualar las situaciones de origen, cuesta imaginar que un guardia de seguridad en la Plaza de la Revolución aceptara a hacerle una foto a Daniel Llorente, un día cualquiera, posando con su bandera de EE.UU., y eso aunque no se tratara del socorrido Primero de Mayo.
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