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O quizás no. ¿Quién sabe qué hubiese pasado si el famoso escritor, filósofo y semiólogo italiano hubiese visitado la ciudad de Santiago de Cuba y observado de cerca los objetos resguardados en la librería «La Escalera», sitio singular en la llamada Capital del Caribe? Lamentablemente, eso nunca se sabrá, entre otras razones, porque la sola idea es casi el argumento de una novela de ficción.
Umberto Eco es reconocido por ser un talentoso escritor. Aunque de su pluma salieron varios títulos, sin dudas «El Nombre de la Rosa» es el texto más reconocido pues además de recibir numerosos premios, fue llevado al cine en una obra protagonizada por Sean Connery. Pero este artista de gran versatilidad, fue además un filósofo y autor de ensayos sobre estética y lingüística. Sin embargo, fue su faceta de semiólogo la que hubiese encontrado un gran reto en la ciudad de Santiago de Cuba.
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Sin ánimo de ser exhaustivo y exacto, la semiología es la ciencia que se encarga del estudio de los signos en la vida social, y comprende el análisis de ellos, tanto lingüísticos (semántica y escritura) como semióticos (humanos y naturaleza). Y es justo esta segunda parte de la definición la que resulta más interesante en este caso.
El detalle curioso está en que la librería «La Escalera», ubicada en la calle Heredia #265, en Santiago de Cuba, es un lugar que se desmarca de definiciones y donde el tiempo parece doblarse, enredarse, a la vez que la compresión humana se acerca al límite de estallar: aquí la razón y la lógica parecen que dejaron de existir.
Dice ser una “librería”, pero en realidad es más complejo que eso, pues aquí lo libros no se venden solamente, sino que también se intercambian, se prestan y hasta se regalan. Pero es solo el inicio del misterio, pues literalmente, todo puede irse en manos de alguien interesado.
Según Conrado Ferrer, quien se hace cargo del lugar los fines de semana, “«La Escalera» es un centro cultural creado por Eddy Tamayo, donde se ofertan libros raros y valiosos, anticuarios, suvenires, posters, y donde se hacen, además, diferentes actividades culturales que pueden ser disfrutadas tanto por nacionales como extranjeros.
Oficialmente somos una librería, pero en realidad es más bien un foco cultural. En dos décadas de existencia hemos recibido visitas de personalidades de Cuba y de Santiago, entre ellos Juan Formell, Jesús Cos Causse, Marino Wilson Jay, Joel James Figarola, entre otros”.
En dos décadas de existencia hemos recibido visitas de personalidades de Cuba y de Santiago, entre ellos Juan Formell, Jesús Cos Causse, Marino Wilson Jay, Joel James Figarola, entre otros
Sus paredes están atiborradas de objetos. Bueno, casi cualquiera, pues el espacio es la única limitación y no las ganas de coleccionarlo todo: cualquier antigüedad, regalo o curiosidad, tienen espacio en un rincón; una pertenencia que tenga valor, sentimental sobre todo, una bandera, un billete, una tarjeta de presentación, botellas, viejos vinilos o fotografías de los visitantes, también se hallan amontonados o siguiendo un orden difícil de entender. La imaginación es la única frontera en lo que se puede hallar en «La Escalera».
El espacio es la única limitación y no las ganas de coleccionarlo todo
Los turistas que tienen tarjetas de presentación las colocan y se retratan delante de ellas, también ponen billetes, e igualmente se toman fotografías para llevarse el recuerdo de su visita “el de un dólar americano es verdadero, por desgracia los turistas del área euro no dejan ningún billete, solo los de Venezuela, República Dominicana, Bolivia, Haití…”, asegura Ferrer.
“¿Qué cómo llegan las cosas aquí? Por diferentes vías. Por desgracia, cuando se muere alguien mayor, sus cosas no se guardan de recuerdo, y sus familiares deciden vendérnoslas. Los jóvenes de hoy no aprecian aquellos libros de cabecera de los abuelitos, y se deshacen de todo. Nosotros compramos, el presupuesto sale de los mismos objetos que nosotros vendemos.
El detalle está en que aquí las cosas se intercambian con los cubanos y se les venden a los turistas” explica Conrado Ferrer y añade que “si eres cubanos y te enamoras de algo Eddy te dice, «está bien, puedes llevártelo, pero me traes un libro de José Martí, del Che, o de Fidel, por ejemplo», o también Eddy le presta los libros a los jóvenes estudiantes universitarios, a veces no regresan, pero aquellos que saben que en el futuro necesitarán otro textos, esos sí los regresan… pero de todas formas Eddy siente gran placer en regalarle algo a un cubano que sabe que aprovechará aquello que se le obsequia.”
Aquí las cosas se intercambian con los cubanos y se les venden a los turistas
En medio de tanto reguero se reconocen «secciones» en la librería: billetes de diferentes países, libros de la literatura que van desde los clásicos rusos, valores universales de este arte, hasta los más renombrados títulos de las letras cubanas, también hay un aparte para monedas, discos de acetato, verdaderas joyas del patrimonio sonoro nacional, largas hileras de tarjetas de presentación testigos de los visitantes, hasta textos e imágenes del Che, y un largo etcétera…
“«La Escalera» es un lugar de locos”, dicen algunos santiagueros, “un sitio de cosas viejas”, “ideal para encontrar buenos libros, viejos, pero buenos”, “es raro ese lugar”… aseguran muchos, sin embargo, en sus 20 años de existencia nunca han faltado la visita de extranjeros de todos los continentes que encuentran el sitio como algo curioso, o por alguna otra razón difícil de adivinar, pero lo cierto es que nunca se extrañan las miradas curiosas internacionales.
“Un libro que se edita hasta el cansancio, y hasta el cansancio se vende, es «El Principito», por eso es uno de los textos que más intercambiamos por cualquiera de los que están aquí”, asegura Conrado Ferrer y añade que “es uno de los títulos que más buscan los extranjeros, incluso una señora española una vez se llevó uno que teníamos porque los coleccionaba su hermana, y no tenía una versión en tabloide de ese famoso título. Ese que se llevó estaba aquí en versión tabloide que hace algunos años se editó en Cuba como parte de una biblioteca familiar, ¿recuerdas?”.
“«Para gusto se hicieron los colores», dice un refrán, ¿y sabes por qué? Nosotros teníamos una vez una plancha de carbón sujetando la puerta y vino una señora de Costa Rica que se enamoró de ella hasta que se la llevó finalmente” cuenta Conrado Ferrer, y añade que “tuvimos en otra ocasión un turista norteamericano que entró mirándolo todo, le preguntamos si le interesaba algo y contestó que no, que todos los libros podía conseguirlos en Internet, pero de pronto vio un poster de la década del 40 de Franklin Delano Roosevelt, y dijo «bájenme eso», y se lo llevó. Entonces, aquí todo le puede interesar a alguien, aquí todo tiene su dueño, lo que hay que esperar es que entre por la puerta”.
Aquí todo le puede interesar a alguien, aquí todo tiene su dueño, lo que hay que esperar es que entre por la puerta
“Pero aquí vienen turistas de todo tipo”, asegura, “vienen algunos que dicen «¿ustedes no tienen postalitas de peloteros de la década del '50?», esas valen en Estados Unidos hasta 20 mil dólares, a veces se piensan que uno es bobo”, sentencia.
¿Qué es lo más raro o curioso que hay aquí ahora mismo?
“Esa postal que es del año 1959. ¿Qué lo justifica?, ese rostro que está ahí, el del primer presidente que tuvo Cuba después del triunfo de la Revolución: Manuel Urrutia Lleó. Quien hizo esa postalita, en los primeros meses de 1959, pensó «estos son los hombres más grandes de la Revolución: Fidel, Raúl, Camilo, Che y el presidente Manuel Urrutia Lleó, que llegó hasta julio de 1959, estos eran los más grandes desde enero hasta julio». Yo tengo 67 años y nunca había visto esta postal en mi vida, ni en mis 10 años en «La Escalera»”.
La librería «La Escalera» toma su nombre de una pequeña escalera al fondo de este pequeño centro cultural, acceso que, aunque está clausurado al final, antes daba paso al nivel superior, donde años atrás hubo un hostal, después una cuartería y hoy es un solar yermo.
Aquí, en medio de una marea de «cosas», la vista no sabe a dónde ir, es imposible no ser indiscreto, no preguntar… los objetos, que de por sí tienen sus significados y usos, en el lugar, al estar todos juntos –y hasta revueltos–, se resignifican, se resemantizan, se refuncionalizan.
Confluyen en un espacio libros que llegaron a circular escondidos de manos en manos, fotografías impresionantes de los años iniciales de la Revolución y también imágenes religiosas, cerca está un cartel que dice “Esta casa está de guardia hoy” y detrás la mayor parte de los tomos de las obras completas de José Martí, las visuales más turísticas de la urbe adornando las primeras planas del periódico más antiguo en circulación en Cuba, el Sierra maestra –nacido en la clandestinidad–, las instantáneas de los líderes políticos de la ciudad junto a la de los Cinco Héroes y muy cerca las tarjetas de turistas de todo el mundo que han visitado esta sui géneris librería.
Y todo está ahí, a la vista de las personas que entran a la «La Escalera». A cada uno le toca darle nuevos significados, o encontrarle sentido a lo que ven los ojos. Pero seguro que hasta Umberto Eco hubiese alzado, al menos, una de sus cejas al dejar atrás la calurosa calle Heredia y adentrarse en el mágico y casi infinito mundo de esta singular librería cubana.
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