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La muestra, titulada Ramón Loy, sobrio, expresivo y cubano, propone un recorrido por las diferentes etapas creativas del prolífero artista, olvidado por quienes redactan las historias de la plástica cubana e internacional. Pero como se sabe, las historias del arte no solo se conciben a partir de los clásicos, y la plástica cubana no es, ni puede ser, solamente, Wifredo Lam, Portocarrero y Amelia Peláez, sino también muchas otras figuras menos rutilantes pero también meritorias.
Según precisa la agencia Prensa Latina, la muestra intenta un acercamiento a la obra de quien fuera considerado, por algunos especialistas opuestos a la desmemoria, uno de los maestros del arte pictórico cubano, a partir sobre todo de la poderosa influencia que ejerció sobre otros creadores contemporáneos, por sus equilibradas composiciones, el fino colorido de su costumbrismo y su vasta producción.
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Nacido el 31 de agosto de 1894 en La Habana, la misma ciudad donde falleció en 1986, Loy realizó sus primeros estudios en la Academia Nacional San Alejandro, donde fue discípulo de Armando Menocal. Luego, se graduó como Profesor de Dibujo y Pintura en la Escuela San Fernando, en Madrid. En 1919, Loy se traslada a Francia por primera vez, y se radica durante varios años en París, donde florecían las vanguardias.
En 1921 hace su primer viaje a Italia y se estaciona en Anticoli Corrado, pueblo de la provincia de Roma donde ejecuta numerosos cuadros de composición que figuraron más tarde en sus exposiciones de La Habana. De regreso a Cuba ingresa como profesor auxiliar en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro el año 1928, y más tarde, en 1935, ocupa la clase de Naturaleza Estática, como profesor Titular. También viajó por Bélgica, Holanda, Suiza, Portugal e Inglaterra en busca de información artística y cultural.
Entre sus cuadros más destacados están Las Comadres (1918), Confidencias (1923), Pastoral (1924), La Trilla (1925), El Bebedor (1927), Dúo (1934) y El Pinche (1946). Además de su labor como pintor, escribió centenares de artículos en los principales periódicos y revistas de La Habana con un propósito de divulgación artística.
Nunca se ha sabido a ciencia cierta, o por lo menos nunca se ha hecho pública, la razón del olvido y del ostracismo en que cayó Ramón Loy, cuyas obras fueron almacenadas en el Museo Nacional de Bellas Artes y sobre todo en el Centro Provincial de Patrimonio Cultural de La Habana.
Sobre él, y su pintura, dijera Lezama Lima “sus configuraciones nos dan una espléndida lección cubana de acumulación temporal sin prisa”.
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