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Transcurridas cuatro de las cinco jornadas eliminatorias del tramo decisivo en el Campeonato Nacional Sub-18, las deficiencias del sistema beisbolero insular saltan a la vista. Inclusive un neófito podría percatarse del abultado banco de problemas que golpean a la categoría juvenil de una pelota que de antaño fue considerada la mejor del área del Caribe, únicamente aventajada a nivel mundial por la estadounidense.
Enumero algunos de ellos…
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Las tribunas desiertas: Solo unos pocos fanáticos –familiares en un alto por ciento- se deciden cada mañana y tarde a soportar el asfixiante calor de estos días. A ratos, más que choques por el título cubano, lo que vemos en el terreno del Cepero parecen ser entrenamientos rutinarios.
La sempiterna emigración: Sabedores de su condición de diamantes en bruto, destacadísimos jugadores de esta categoría han partido en los últimos tiempos camino de las Ligas Mayores. Así, varias escuadras se han visto desprovistas de elementos clave en sus aspiraciones y el torneo, por ende, ha perdido brillantez. El ejemplo de Ciego de Ávila, que ha debido aprender a jugar sin seis figuras titulares, es fehaciente.
El nulo pensamiento táctico: En todos y cada uno de los juegos salen a relucir carencias de esta índole. Desde lanzadores que no saben trabajar con ventaja en el conteo, hasta fildeadores que desconocen el score o bateadores absolutamente desconcentrados en el plato.
Las lagunas técnicas: Más de lo mismo. Para no ir muy lejos, ayer vi a un serpentinero de seis pies que, a la hora de lanzar, daba un paso más corto que los saltos de David el Gnomo.
Los somatotipos limitados: No tengo el dato de las estaturas promedio de las seis selecciones presentes en este segmento, pero seguramente no rebasan el metro con setenta. Y en materia de peso corporal, sobran los muchachos de inefable delgadez.
La ausencia de velocidad: Esto, en todos los sentidos. Por un lado, solo dos de los numerosos pitchers que han escalado el box han podido rozar las noventa millas, un suceso común entre juveniles de distintas latitudes. Por el otro, es raro ver que los directores apuesten por el robo de bases, un recurso que siempre ha sido el pan diario en partidos entre peloteros jóvenes.
La falta de rigor: Un evento que reúne a los mayores prospectos del país merece más atenciones desde el punto de vista organizativo, pues resulta incomprensible que haya juegos demorados por problemas de transportación, que otro haya comenzado sin el árbitro de segunda base o que prácticamente ningún equipo tenga uniformes numerados.
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