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Atrás ha quedado la aglomeración de cubanos en las calles de Nuevo Laredo que esperaron pacientemente ―durante meses― que el presidente Donald Trump revocara la eliminación de la política de “Pies Secos, Pies Mojados”, decretada por el expresidente Barack Obama el 12 de enero de 2017.
Llegaron a ser unos 1300 los cubanos que se encontraron varados en Nuevo Laredo en espera de un permiso de entrada a territorio norteamericano, que nunca llegó. En estos momentos apenas quedan 50 dependientes de refugios.
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El tiempo, el cansancio, el sentido común, el desespero, acabó por pasarles factura y poco a poco fueron tomando diferentes rumbos.
Algunos decidieron cruzar el puente internacional “Puerta de las Américas”, con el fin de aspirar a obtener asilo político; otros, en cambio, han regularizado su estancia en territorio mexicano pero se fueron a vivir a otros estados del país.
Casimiro Méndez ―director de uno de los refugios cristianos que dio albergue a los cubanos― ha relatado a un medio de prensa local cómo vivieron los cubanos varados aquellos días de incertidumbre, y la opción de cruzar el puente internacional:
“Al principio estaban con miedo porque al entregarse iban a estar en la cárcel, pero viendo después que las mujeres resolvieron rápido empezaron ellos a entregarse, vieron esa puerta de entrada y a la vez poder tener esa opción, porque en realidad ellos en cierta forma quedarse en México no fue su plan sino irse a los Estados Unidos”.
También ha explicado que algunos cubanos decidieron quedarse en México, pero sólo de forma temporal porque “tienen la esperanza que ya siendo mexicanos les permitan ingresar a Estados Unidos de alguna otra forma”.
En el pasado mes de junio, la Casa del Migrante “Nazareth” informó que sólo 10 de los 300 cubanos que se entregaron durante el mes de mayo a las autoridades de la aduana americana lograron obtener asilo político para permanecer legalmente, el resto de ellos permanecían detenidos.
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