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Por deseo expreso de Celia Cruz, sus restos mortales fueron primero trasladados a Miami, durante dos días, para recibir el homenaje de sus admiradores del exilio cubano y de los miles de latinoamericanos residentes en la ciudad floridana que la adoraban. Luego, ocurrieron los funerales en Nueva York, la ciudad que fue testigo de sus grandes éxitos. Finalmente, sus restos reposaron en el Cementerio Woodlawn del Bronx.
Nacida el 21 de octubre de 1925, en el barrio habanero de Santos Suárez, con el nombre de Úrsula Hilaria Celia Caridad Cruz Alfonso, Celia constituyó, junto con Benny Moré, el símbolo más fuerte de cubanía musical, y su relación con otros artistas latinoamericanos, especialmente dominicanos, colombianos y puertorriqueños (Tito Puente, Willie Colón, Ray Barretto, Sonora Ponceña) se considera resultado de la profunda afinidad en el espectro musical de Cuba y su vecinos caribeños.
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Celia constituyó, junto con Benny Moré, el símbolo más fuerte de cubanía musical
Celia Cruz ha trascendido en la historia como un símbolo de cubanía gracias a que, desde los primeros tiempos de su carrera, reconoció la fuerza de los ritmos afrocubanos, y así debutó, muy joven, en la Radio Cadena Suaritos, junto a una agrupación que interpretaba coros yorubas y ritmos de batá. En 1948, Roderico Rodney Neyra fundó el grupo de bailarinas Las Mulatas de Fuego y Celia fue contratada como cantante, y es en esta época cuando canta temas muy importantes de la música cubana y caribeña como La Mazucamba, de Orlando de La Rosa; Quédate Negra, de Facundo Rivero, y El Cumbanchero, de Rafael Hernández.
Desde los primeros tiempos de su carrera, reconoció la fuerza de los ritmos afrocubanos
Pero su verdadera época de oro, o por lo menos la primera época de oro en una carrera larguísima y llena de éxitos, llegó con Sonora Matancera y muchísimos exitazos a lo largo de quince años como Cao Cao Maní Picao, Mata Sigüaraya, Burundanga, Yerbero moderno, Tu voz, y La sopa en botella, entre muchos otros, porque en total registró 188 números.
El 15 de julio de 1960, Celia parte a México, con la Sonora Matancera, sin saber que solo pisaría suelo cubano otra vez, en la base de Guantánamo, en 1990, cuando recogió en una bolsita un puñado de tierra cubana que ordenó colocar en su ataúd. El resto, es historia, sus éxitos con Tito Puente en los años sesenta (es la época de Bemba colorá) el auge salsero en los setenta y la alianza con Willie Colón, ya a lo largo de los años ochenta.
Un año antes de morir, Celia grabó un nuevo álbum, La Negra tiene Tumbao, en el que incursionaba en las variantes modernas de los ritmos caribeños, influidos por el rap y el hip hop.
A pesar de su enfermedad se presentó en los Premios Grammy Latino, donde fue ganadora, y participó cantando por primera vez en vivo La negra tiene tumbao.
Acudieron por miles los admiradores de todo el mundo a darle el último adiós a la Reina de la Salsa en Nueva York, catedral de Saint Patrick, en uno de los funerales más emotivos que se hubieran organizado nunca para un artista extranjero. Porque Celia Cruz se despedía físicamente, pero su voz que siguió cantando para siempre, más clara y más alta que nunca, Por si acaso no regreso...
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