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Solo existe un lugar en Cuba que vincula tres aristas singulares y medulares de los nacidos en la «Perla del Caribe»: en el Cobre está la Virgen de la Caridad –Patrona de la isla– y su santuario –uno de los lugares más visitados del país–, una fe católica que se conjuga con la minería –con la historia del primer yacimiento de cobre a cielo abierto que se explotó en el continente– y el pasado rebelde con el cimarronaje, una auténtica expresión de identidad.
Cada año, el programa de la Fiesta del Fuego, considerado el evento más importante de cultura popular en el país, incluye el homenaje a la rebeldía esclava en el Caribe y Latinoamérica, que se realiza muy cerca del Monumento al Cimarrón, singular conjunto escultórico de El Cobre en el Cerro del Cardenillo que incluye a Cuba dentro del Programa La Ruta del Esclavo, auspiciado por el Fondo de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
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Monumento Nacional desde 2013 y con serias aspiraciones a ser Patrimonio de la Humanidad, en el paisaje cultural asociativo de El Cobre sobreviven la africanía en las casas-templos presentes en la localidad, en la alta religiosidad de su gente, en la cultura heredada mimetizada y arraigada en los grupos portadores, y también en los susurros y leyendas que aún hoy –aseguran algunos– se sienten en los alrededores de la mina, zona frecuente de los alzamientos de esclavos que decidieron, como último aliento de vida, lograr su libertad con la fuerza de sus brazos.
De esa savia rebelde que alimenta esta tierra y su historia bebió uno de los artistas santiagueros más universales, el escultor Alberto Lescay, para inmortalizar el espíritu indomable, y creó el Monumento al Cimarrón, un canto que se eleva al cielo a través de la alargada figura que nace de un caldero mágico religioso, y que respeta las tradiciones que existían en la localidad desde siempre.
El 7 de julio de 1997, hace dos décadas, fue inaugurado el conjunto monumental donde su creador perpetuó la rebeldía de aquellos que, costándoles sangre, sudor y hasta la vida misma, se despojaron de sus ataduras físicas y espirituales, para disfrutar del más elemental de los derechos humanos: la libertad.
Muy cerca del Monumento al Cimarrón y formando parte del conjunto escultórico, y también por iniciativa del escultor Alberto Lescay Merenci se encuentra una galería a cielo abierto que reverencia y recuerda el que algunos han llamado como el Cimarrón Mayor, a Fidel Castro. En la 38 edición de la Fiesta del Fuego la obra se reverdece con los pinceles de varios artistas.
Si la inauguración del Centro de Prensa es la arrancada oficial del Festival del Caribe, y el Desfile de la Serpiente el inicio popular de la fiesta, el homenaje a la rebeldía esclava es, para algunos, el punto más importante en las ceremonias y actividades mágico religiosas, tan arraigadas en los pueblos caribeños, porque descendientes y exponentes de las tradiciones, algunos de ellos otros países, son los encargados de protagonizar ese momento, que siempre incluye el recorrido hasta la elevación donde está situada la escultura hecha por Alberto Lescay.
Muchos aprovechan el momento para expiar sus culpas, indagar en su futuro y siempre despojarse de todo aquello que convulsiona su paz espiritual y la de sus familias. Juan González Pérez (Madelaine), líder religioso de la agrupación artística y proyecto sociocultural Cabildo Cimarrón de El Cobre, en la explanada donde crece fuerte y vigorosa su ceiba, protagoniza significativos instantes religiosos.
A los ojos de todo el mundo evoca a un viejo Cimarrón que según la historia del poblado fue de los primeros en levantar su palenque salvador en este sitio.
La simbólica ceremonia mágico religiosa y cultural, rinde tributo al primero y más activo de los focos rebeldes protagonizados por los negros africanos en Cuba, también recuerda el violento proceso de transculturación que vivió la nación, fruto del cual somos cubanos –en el más amplio sentido de la palabra–, e invita, con un mensaje de paz, a no repetir los crímenes cometidos en la región a raíz de la conquista española.
Agrupaciones folclóricas de varias provincias hermanas y de la propia localidad, con sus cantos, toques y evoluciones danzarias propias de cada uno de ellos, realizan esta ceremonia evocadora de todo aquello que legó el cimarrón, como figura de valentía y espíritu indomable, al ser cubano y a la cultura, y también una exaltación con un mensaje de unidad y vida.
Fuego y toques de tambor evocadores, bailes, trajes, cantos; rituales propios de las religiones populares… todo cuanto sirva para incitar a la paz y la hermandad, vigorizan las viejas costumbres y tradiciones del esclavo rebelde, de cimarrón indomable, una figura de la cultura en cuyos hombros descansan el espíritu rebelde del santiaguero y del cubano.
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