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En la capital de Cuba se respira cierta tensión. Es normal, tan acostumbrado está el país al paso de huracanes y a su cobertura mediática en los medios estatales, que cuando un ciclón se acerca, no hablamos de otro tema.
Si bien Cuba solo decretó las Fases de Alerta para las provincias de Guantánamo, Santiago de Cuba, Granma, Holguín, Las Tunas, Camagüey, Ciego de Avila y Villa Clara a partir del día 6 de septiembre, y mantiene la Fase Informativa para Sancti Spíritus, Cienfuegos y Matanzas, en La Habana se siente la cercanía del ciclón.
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El amanecer del miércoles en el malecón de la capital fue un tanto diferente, pero no agitado. Varias carpas donde venden cerveza y la versión cubana de comida rápida (croquetas, chorizos, albóndigas) eran desmanteladas sin prisas pero sin pausa. Una furgoneta marca Toyota transportaban algunas sillas y sombrillas del local. Por el pequeño tamaño del transporte, es probable que fuesen necesarios varios viajes.
Al preguntarle a uno de los parqueadores de primera y B por la poca actividad que había en la zona con el ciclón acercándose, me aseguró que no era así. Me señaló unos timbiriches delante de él y me dijo que los estaban evacuando. La tienda deportiva ubicada a sus espaldas estaba siendo desmantelada, y todos los camiones que me encontrase caminando por el malecón, eran para vaciar los establecimientos estatales de la zona. Aunque caminé un poco más, no vi ningún camión.
Tanto las autoridades como los habitantes del malecón son conscientes del peligro que corren incluso si Irma pasa bien lejos de La Habana. En el mercado agropecuario de tercera y C, la conversación de varias personas también giraba sobre el tema del ciclón. En una cola para comprar papas, un señor con sombrero y gafas le comentaba a una señora sobre los rumores de una posible evacuación. Ella le restó importancia comentándole que no le importaba, “total, yo me voy para casa de mi hija”. Aunque simulase que no, a uno siempre le preocupa su vivienda.
Los comentarios de varias familias residentes en zonas con riesgo de penetraciones del mar repetían una misma idea como si eso los ayudase a mantenerse a salvo. “El ciclón se va por arriba, no hay forma de que eso venga para abajo”. “Se va por arriba, eso no puede bajar”. “¡Que no te preocupes! Que eso no va a bajar para acá”. Una de esas familias sentadas alrededor de un Cocotaxi parqueado en la entrada de la casa me comentaban que siempre tenían miedo ante la más mínima posibilidad de penetración del mar. “Subir todas las cosas a una altura, la tensión ese día de si entra el agua o no a la casa, siempre es una jodedera”, me explica Ernesto, uno de los hombres sentados en aquella reunión familiar. Su casa, ubicada en C entre tercera y primera, tiene una ligera elevación con respecto a la calle, pero quizás no sea suficiente si sube el nivel del mar.. Cuando salía de ahí, igual insistían en que no ocurriría nada.
Las personas necesitan convencerse de que no están en peligro para sentirse mejor, aunque eso no aleje el peligro. Muchos habitantes de la zona más cercana al malecón han construido en los últimos años diferentes tipos de muros y quicios para evitar la entrada del agua salada o aguas albañales a sus casas. Obras que a veces dificultan en extremo la entrada a las viviendas.
Incluso con la idea de que el peligro no está cerca, varias personas reparaban pequeños problemas de sus casas. Los contenedores de la zona estaban llenos de escombros y varios tanques de basura desbordados. Tal vez en Cuba las personas le perdieron el miedo a los ciclones, pero no al mar. Una casa protegida y en buen estado no tiene por qué preocuparse por un ciclón, pero el agua… el agua siempre encuentra un hueco por dónde entrar, o salir. No hay nada que hacer si el mar decide entrar a tierra firme.
Ante la pregunta de una posible penetración del mar, la reacción es casi siempre la misma. Encogerse de hombros mientras dicen “a esperar a ver qué pasa”. No hay otra opción. Ninguna medida de la Defensa Civil ni del gobierno cubano puede evitarlo.
A pesar de que el país se ha caracterizado siempre por priorizar la protección de las vidas humanas, existe cierta inconformidad entre los cubanos en lo que respecta a la fase recuperativa. Muchas personas se quejan de cómo aún hay viviendas que no se han reparado después de ciclones anteriores, o sobre la entrega de tejas de fibrocemento, que cubren las necesidades en primeras instancias pero luego al pasar otro, vuelven a dejar el mismo hueco.
El comentario se repite. En el vedado es difícil encontrar a una persona con problemas en el techo a causa de un ciclón, pero casi todo el mundo conoce a alguien que tiene ese problema, ya sea un compañero de trabajo o un familiar de un vecino. “Siempre es lo mismo, ponen un parche y luego no solucionan nada. Hay personas que desde el Katrina aún tienen un techo de fibrocemento”, comenta Ana Lidia González, vecina del Vedado. No estoy seguro que desde el Katrina haya personas con techos de fibrocemento.
Los capitalinos tienen la necesidad de estar preparados, pase cerca o no el huracán Irma de La Habana. Han escuchado demasiadas veces decirse unos a otros que si por La Habana pasa un ciclón, se caen la mitad de los edificios, y uno termina por creérselo cuando a veces se caen solos, o con un pequeño aguacero. Si un viento de 100 kms/hrs sopla por más de doce horas con lluvias intensas, es mejor no pensar en qué podría pasar.
por: Juan Díaz
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