Aroldo Hernández es un campesino de Esmeralda, Camagüey, que tras el huracán Irma se negó a vender las más de 500 palmas reales que el huracán Irma tumbó en su finca.
"Vinieron varias autoridades del territorio a comprarme las palmas que el ciclón había tumbado y les dije rotundamente que no. Insistieron y me explicaron que las querían para construir casas a la población y les volví a decir que no. Así los tuve un ratico hasta que les expliqué que en este tiempo de necesidades yo no vendía, que si querían las tablas se las regalaba, pero no aceptaba ningún peso", cuenta en una entrevista concedida al diario local Adelante.
"Las regalé todas. Hay que ayudar a las personas en momentos difíciles como estos y por eso no dudé en aportar lo que tenía", insiste este hombre bonachón, de 72 años.
Cada tablón de palma se vende en estos días en Camagüey a 6 pesos. "A cada palma se le sacan dos trozos y a estos a su vez 15 tablas. Ahora multiplique 180 pesos por 500 palmas (90.000 pesos, equivalentes a 3.600 dólares) ¡Eso es dinero! Pero en lo que hay que pensar ahora es en lo que necesita el pueblo. Ésta es mi forma de ayudar", recalca.
Aunque muchos han tildado a Aroldo de loco, él prefiere pensar que ésta vez le ha tocado ayudar a su gente. "Pa’ qué venderlas si yo por eso no me voy a volver ni más rico ni más pobre", dice.
Irma también afectó los cultivos de plátano de Aroldo, un aguacatal, y le mató tres animales. Sin embargo, el hombre no dudó en donar la madera para levantar las casas de sus vecinos, que se quedaron en la calle cuando el huracán les destrozó su hogar.
Ahora, gracias a las tablas de palma, "el material más fuerte que existe", en Esmeralda se han levantado varias viviendas para los vecinos que sufrieron derrumbes totales.
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