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“La queja principal es que las pelotas parecen algo distintas en la postemporada, incluso de la postemporada a la Serie Mundial. Están un poco escurridizas. No te queda otra que lidiar con ello. Pero no es solo un pitcher el que ha salido a decir, ‘aquí hay algo diferente’. Creo que es una opinión generalizada, ‘wow, aquí hay algo que no está bien’”.
Son palabras de Justin Verlander, un futuro candidato al Salón de la Fama que saldrá hoy a intentar darle a Houston su primer campeonato de la MLB. ¿Habrá realmente algo ‘novedoso’ en las pelotas?
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El comisionado Rob Manfred dice que no.
“Estoy plenamente confiado -asegura- de que las pelotas que estamos usando cumplen con las especificaciones”.
Pero dichas palabras no alcanzan para explicar lo que sucede, y tipos como Verlander se mantienen en sus trece.
“Sé que el señor Manfred dice que las pelotas son las mismas, pero creo que hay suficiente información disponible que indica que eso no es cierto”, ha declarado el veterano derecho. Y a pesar de que más de un colega suyo (digamos, el mismísimo Clayton Kershaw) le ha restado importancia al asunto, lo cierto es que la cantidad de cuadrangulares se ha disparado abrupta y sospechosamente.
Para muestra, el botón del quinto choque entre Astros y Dodgers, donde todos habían apostado a un duelo monticular entre Kershaw y el también zurdo Dallas Keuchel. Entonces, siete Rawlings salieron del estadio (y unas cuantas estuvieron a punto de hacerlo), con lo cual se arribó a un nuevo tope de 22 estacazos en una Serie Mundial. Y si vamos atrás, al segundo desafío, encontraremos que hubo ocho pelotas despedidas del parque. Inverosímil.
¿Será que nada pasa y apenas estamos presenciando el apogeo de la Era del Fly Ball? ¿Será que, ante pitchers cada vez más exigentes, se pueden pegar muchos más cuadrangulares que cuando la mayoría de los bateadores se inyectaba esteroides? Recordemos que en 2017 la temporada regular presenció 6105 conexiones de este tipo, dejando atrás la marca de 5963 que databa del año 2000.
Unos dicen que existen diferencias en el tamaño de las pelotas. Otros, que han variado las costuras, y no son pocos quienes enfatizan en que las bolas son ahora más escurridizas. Los más suspicaces, como el propio Verlander, apuntan a las intenciones confesas de Manfred de devolver el béisbol a sus tiempos de máximo esplendor ofensivo.
“Creo que nuestro comisionado señaló públicamente que quería más ofensiva en el béisbol”, dijo el hombre que esta noche saldrá al box de los Astros. “Y estoy bastante seguro que no estoy inventando declaraciones cuando lo digo”.
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