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Un grupo de migrantes cubanos de camino a Panamá ha encontrado en su trayecto el cadáver de una persona, flotando en la orilla de un río. Sería aventurado decir que ese muerto es cubano, de la misma manera que sería temerario creer que no existe la posibilidad de que lo sea. No sabemos si murió porque no pudo superar el esfuerzo físico que hay que hacer para cruzar la selva de Darién o lo mataron los coyotes colombianos, como sucedió el año pasado, cuando robaron, violaron y asesinaron a dos jóvenes cubanos que intentaban llegar a los Estados Unidos, cruzando a pie desde Guyana hasta la frontera con México.
Hace un mes el fotógrafo español Javier Bauluz viajó a Turbo (Colombia) para hacer la ruta de los migrantes a través de Darién. Llegó allí y no se adentró en la selva porque, según ha explicado a CiberCuba, no existe un mínimo de garantías de que se puede salir vivo de ahí. Ese trayecto es igual de peligroso, largo y tortuoso que las 90 millas en balsa que se han hecho miles de cubanos para intentar alcanzar las costas de la Florida o las Islas Caimán y no todos han logrado salvar la vida.
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De enero a octubre de este año han entrado a Panamá 27.747 cubanos, de los cuales la mayoría (27.073) abandonó el país, según las últimas estadísticas de Migración Panamá. A estas alturas siguen en territorio panameño 674 personas con nacionalidad cubana. Las autoridades de ese país no especifican cuál es su estatus, pero de ser indocumentados, para ellos sólo hay tres opciones: regresar al país del que proceden si han entrado por tierra (Colombia); retornar voluntariamente a Cuba con la promesa de que podrán conseguir una visado en el Consulado panameño en La Habana para poder viajar habitualmente a Panamá en calidad de comerciantes o ser deportados a la Isla por la fuerza.
El pasado 1 de marzo, las autoridades cubanas y panameñas firmaron un memorándum de entendimiento, en el marco de la IV ronda de conversaciones migratorias entre los dos países para "contribuir y garantizar un flujo migratorio regular, ordenado y seguro entre ambas partes".
En realidad, lo que busca Panamá es frenar la llegada creciente de migrantes cubanos a sus puestos fronterizos. El país ha visto cómo se ha multiplicado por tres la llegada de cubanos en los últimos seis años, al pasar de 6.008 en 2010 a 19.443 en 2016.
El pasado 2 de noviembre, un grupo de 55 migrantes cubanos, que habían hecho el trayecto a través de la selva de Darién hasta llegar a Panamá por el puesto fronterizo de Chiriquí para luego quedar varados allí, decidieron, voluntariamente, ser deportados a Cuba. Ahí terminó su viaje. Vuelta a empezar. De nuevo a la casilla de salida.
El cadáver hallado en la selva de Darién, a cuya foto ha tenido acceso CiberCuba, viene a recordar a los cubanos que el precio que se está pagando por cruzar la selva es demasiado caro. A esto hay que sumarle que ya no existe la Ley de Pies secos, pies mojados, eliminada por Obama el 12 de enero pasado, que permitía a los cubanos salir de los puestos fronterizos con un 'Parole' (permiso) bajo el brazo. Ahora mismo hay trece cubanas encarceladas en Pensilvania, por entrar indocumentadas a los Estados Unidos. Lo más probable, según la abogada experta en Inmigración Grisel Ybarra, es que no puedan demostrar que sufrieron persecución política en Cuba y al no poder ser deportadas a la Isla porque el Gobierno de Raúl Castro no tiene firmado un acuerdo de deportación con EE.UU., continúen recluidas en una prisión norteamericana.
Ybarra advierte además de que Estados Unidos ha puesto fin a los privilegios migratorios que durante años han tenido los cubanos porque se ha dado cuenta de que las mismas personas que aseguran en los puestos fronterizos estadounidenses que son perseguidos en Cuba y piden asilo en EE.UU., al año y un día regresan de visita a Cuba. "Se acabó lo que se daba", asegura.
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