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La Liga no está rota, pero sí a medio partir. El Barça suma ya diez puntos por delante del Madrid, y la misma ventaja lo separa del Atlético. Verdad: el Valencia vive a cuatro rayas de la cima, pero todos sabemos que en la España de hoy se trata solo de azulgranas y merengues, con alguna que otra escaramuza rojiblanca.
Mejor no pudo ser el sábado para los catalanes. Ganaron por goleada y sus rivales empataron a cero goles en un Wanda caldeado donde repiqueteaban los asientos al grito de “madridista el que no bote”. Mientras, en el césped volvían a fracasar Cristiano y Griezman, al trencilla le llovían los reclamos y Sergio Ramos (el cazador cazado) recibía un trastazo en la nariz.
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Nada está decidido, es verdad, porque restan poco más de dos tercios de torneo por jugar. Sin embargo, dejar que el Barcelona tome tal ventaja es tan riesgoso como regalarle unos segundos a Lewis Hamilton o tirarse a dormir la borrachera en un parque de La Lisa.
Zidane, que es un carácter, no se permite arriar el optimismo. “Yo a la Liga no la veo lejos, todavía faltan muchos partidos, hay mucho en juego”, señaló. “Diez de diferencia son muchos, sí, pero seguramente esto cambiará, el Barcelona no va a puntuar siempre y nosotros tenemos que estar ahí”.
El técnico francés, seguramente, alberga la esperanza de consumar ahora la tremenda remontada que ensayó hace dos años, cuando el Barça iba arriba por 12 y a la postre, con un sufrimiento sobrehumano, ganó por un punto solitario.
Será difícil repetirlo. Demasiado, y no porque los blaugranas estén haciendo bien las cosas en el campo. El invicto que exhiben a estas alturas lo han logrado con una receta similar a la que tantas lascas le ha sacado Zizou: jugar a nada. Sin el genio de Messi en el rectángulo, no dudo yo que la vanguardia de la Liga estaría en manos del Valencia. Como mismo el Madrid estaría más abajo en la tabla si no fuera por Isco...
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