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Nunca había tenido un estreno así.
¡Que en una hora lo viese y compartiera tanta gente, suena a "maravillidez"!
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Prometí contar detalles de su realización.
Pues, ¡pá allá va eso!
¡Corre cámara!
¡Acción!
Las tramas de los Crematorios 1 y 4 están basadas en hechos reales.
Durante más de 28 años viví, frente por frente, a la funeraria más importante de nuestro país - la ayer antigua y elegante Rivero - hoy - depauperada y cochina, hasta ser inmunda - Calzada y K.
Justo al lado del parque, donde cientos, de los que viven actualmente en Estados Unidos, fueron a solicitar su visa norteamericana. Pues la Oficina de Intereses - o lo que ahora sea, "el palacio de las chicharras" - queda en la esquina.
Hasta los carros de los diplomáticos yumas se arriesgaban a parquear debajo de la ventana de mi cuarto. Y yo les echaba cascarrilla. Pá que se aireara un poco el eterno bochorno.
Era un caserón tan antiguo, como deteriorado.
Que al final se cayó. Como el sistema. Se desplomó, ya no existe.
Pero ése es otro cuento.
Desde mi terraza, tenía programación todo el año. Mucho más que el Festival de Cine, o la Feria del Libro en todas sus versiones estiradas por provincias.
Comedias, tragedias y muchas historias, que aún guardo, tejo, digiero o proceso.
Y, en la medida de lo posible; entrego, hechas cine, teatro y/o cuentos.
También queda muy cerca, la infame y requetechea Tribuna Antimperialista - que el choteo bautizó, genialmente, como el "Protestódromo" o la plaza de los "palmdrilos", por esas torres que mezclaban las imágenes de una palma y un cocodrilo - ¡qué manera de comer mierda, señores! Un capricho-engendro-fidelista, destructor de un bellísimo parque por el que correteó nuestra infancia.
El guión fue escrito, especialmente para Yasnay Ricardo - quien venía por su cuenta, cada vez que teníamos que filmar. Desde Guantánamo - Maridelmis Marín, Miguel Moreno, Elsa Camps y una de las actrices que más me ha regalado la suerte de poderla disfrutar de cerca: Paula Alí.
Con Coralita, Mario Limonta y Mario Guerra, somos muy amigos. Y siempre les dije que no podía dejar a mi obra sin la presencia de ellos. Mi agradecimiento perpetuo.
El resto se fue incorporando poco a poco.
Según las necesidades o la osadía, de atreverse a ser vistos conmigo - el señalado-venido-a-menos-bajo perfil-contrarevolucionario-enemigo, en esos momentos.
Hasta Edith Massola.
Que se apareció en el rodaje diciendo: ¡Yo tengo que estar ahí! Y le inventamos su cameo.
Nadie cobró un centavo.
Ni siquiera la mosquita que, amablemente y sin que se lo pidiéramos, se posó en la camisa blanca de Aleanys Jauregui (Cuquita la mora) haciendo de dependienta.
Como era Medio Básico de esa bastante puerca-desabrida cafetería, robó cámara, imponiendo su presencia en la película.
Carlos Massola estaba tan gordo que nos costó Dios y el Diablo meterlo tras el mostrador de la carnicería. Y luego sacarlo. Es un buen tipo.
Como conocíamos el paño, intentamos no dar mucha información.
Si citábamos por teléfono, decíamos que ibamos a filmar en 5ta Avenida y 42. Cuando en realidad todos sabíamos, que era en el parque del Acapulco o en los alrededores de Nuevo Vedado, que es un barrio, un poco, menos observado.
Nos movíamos, todos, en el único transporte con que me moví siempre: el carro desvencijado de mi madre. Lo que es decir, varios viajes, combinados con ponches, baches, la manguera de gasolina, imperecederamente podrida y un afan enfermizo, de ese maldito Lada, por reventar el arcaico-hijo-é-pu...-concha-é-tú-madre, cable del clocher.
En fin... ¡la cagazón hecha coche!
Es posible constatar a algunos de los actores, fungiendo, además, como extras en otras escenas. Pues éramos pocos y estábamos obligados a parir Catana.
Más con menos. Desvío de recursos. Sacrificio vital. Engaño al por mayor. Planificación socialista.
La parte en que la enfermera y las protagonistas se asoman a un cuarto del hospital; por ejemplo, detrás de ellas, puede verse a un doctor pasar. Es el mismo que va de espaldas, en otro pasillo, antes.
Y con la misma enfermera, al inicio del corto. Sentado allí mismo está el técnico de la morgue, con una gorra en la cabeza y conversando con uno de mis primos. No teníamos extras.
Igualmente, ése mismo doctor, es el chino completamente vendado, que aparece en el plano siguiente.
Y la voz - exacta a la de su intérprete original- es, en verdad, la del editor del filme. La grabamos, posteriormente, en Miami.
Con una cámara escondida, metida dentro del auto, filmamos el plano general de la estación de policía de Zanja y el único cuadro en un hospital real, que es la entrada del Calixto García.
Mas, cuando quisimos grabar la salida de ellas, por detrás de unas columnas a la entrada y el encuentro con el mulato recluta, nos cayó encima una delegación de segurosos, CVPs, tías que cuidan el baño y policías disfrazados de civil. A prohibirnos seguir.
Y había uno que demandaba enérgica y virilmente:
- ¿Quién é el reponsable de eto aquí?
Al presentarme, cortó enseguida.
- No, no. ¡Con usté yo no tengo ná que hablal!
(?)
Al tiempo que otra mujer lloraba escandalósamente, en el Cuerpo de Guardia, porque no encontraba una camilla para un paciente de verdad, que casi se desangraba.
La realidad es mucho peor que cualquier ficción que nos podamos inventar.
Casi todas las escenas de los hospitales, la morgue y las funerarias, fueron hechas en un mismo lugar.
La Escuela Primaria Manuel Valdés Rodríguez, en el bajo Vedado.
Sus paredes carcomidas por la sal del mar - y despintadas con esa cal de apatía a rabiar, que, al parecer, suelen distribuir los comunistas - decoran las escenas de la tan cacareada salud "gratuita", que enarbola el falso discurso en nuestro maltratado archipélago "revolucionario".
Y habla también de su "educación sin pagos". Más bien, baldía, politizada, hecha a ritmo de emergencias con vulgaridades a granel por los cuatro vientos y reggaeton insufrible. Guirigay con aquellarre.
Cuando fuímos a solicitar permiso para filmar allí, el administrador fue súper amable. Incluso, hasta nos hizo chistes contra el gobierno. Nos dijimos, no hay problemas, estamos protegidos. Evidentemente, él, ni se había desayunado con la prohibición pendiente sobre mi persona y arte. No hubo problemas. Aprovechamos un domingo que no había pioneros. Nos metimos todo el día. La dirección de arte nos salió gratis. Con esa pila de murales con que atiborran a los pobres niños. Llenos de Camilos, Raules, Martíses, Fideles y Ches destartalados por todas partes. El comedor es la morgue. Allí almuerzan, ¡si es que lo hacen! sus estudiantes.
Sin embargo, cuando volvimos con la necesidad de repetir unos planos, después - que al final, desechamos en la edición - parece que ya le habían avisado al regente. Y hasta advertido y sancionado, porque me esputaba a alaridos:
- ¿Cómo tienes la cara de venirme a pedir que te deje hablar mal de la Revolución, aquí, otra vez?
- Ay, papi, yo no hago eso. - le contesté - ¿No ves que ella es la que habla mal de sí misma? ¿Para qué perder el tiempo?
Amablemente le di las gracias y me largué. Ya teníamos bastante material filmado.
Fueron días de una lluvia muy intensa. Lo que nos regaló algunas calles mojadas. Que suelen ser mucho más atractivas para la imagen. ¡Gracias a quién le corresponda por los departamentos de allá arriba! O al cambio climático, no sé. ¿O a la mafia de Miami, tal vez?
Tanto llovió, que la escena de la entrada de la morgue, con la pastelera vendiendo, "de coco y de guayaba" - lo cual es una constante en todos los Crematorios, en referencia a la vendedera insistente que hay por todas las calles cubanas -tuvimos que cambiarla de locación, con carácter urgente.
Y nos fuimos a la esquina del propio ICAIC, donde languidece un miserabilísimo comedor obrero. Sin saber que, justo al frente, en el edificio de los Estudios de Animación, se celebraba, a la misma hora, una Asamblea de Balance del Partido, con la presencia de toda la Presidencia del Organismo. Y hasta la visita extraordinaria, del entonces ministro de (¿Agri?) Cultura.
Era sólo filmar la simple entrada, de las dos muchachas, por la puerta. Más, la vendedora pregonando su venta. Algo bien sencillo, normal, cotidiano, tranquilo y común. Nada complicado, ni del otro mundo.
Y allí apareció, de nuevo y de repente, otro aguerrido combatiente.
Un remanente muy parecido a los de la Brigada de Acción Rápida en el Clínico Docente, o el "Carlito", como le dice alguna gente.
¡Con el mismo texto y hasta la misma inflección de voz! - lo cual denota la pobre dramaturgia, combinada con las pésimas clases de interpretación e idioma español, que reciben toda esta pléyade vomitiva de chivatos, por todas partes.
Parecía Toma Dos de un mismo plano.
- ¿Quién é el reponsable de eto aquí?
Y, al dar el paso al frente, una vez más:
- No, no. ¡Con usté yo no tengo ná que hablal!
¡Me entraba una crisis de personalidad del repin... é su madre!
¿Era o no yo el director de aquello?
No todo fueron problemas, la verdad, sea dicha.
Como en todos mis procesos creativos, hubo mucho de diversión. Y fue sumamente estimulante, sentir el empuje o aliento de muchos, en la calle que, al vernos, voceaban:
- ¡Sigue adelante!
- ¡No dejes de hacer!
- ¡Tremenda mariconá que te hicieron, compadre!
- ¡Esta gente no sirve pá ná!
- ¡Por eso todo el mundo se va pá la pin... de aquí!
Terminarla en el exilio, más de un año después, tampoco fue jamón.
El editor sacó horas de sueño y hasta salario de su propio bolsillo, mientras sobrevivía encaramado poniendo cables con Comcast.
No se mezcló debidamente, pues el "sonidista" nos dejó embarcado.
Y como todo fue recurrir a favores no remunerados, padecemos errores incorregibles.
Como el más señalado, en el acento del Veloz de Coralita - aunque ella es una bellísima y maravillosa velocidad acentuada - que fue imposible de reparar, sin que eso conllevara a cambio, todo un retraso bestial en su lanzamiento.
Estrenarla, fue demostrarme que puedo, quiero, debo y voy seguir haciendo.
Gústele a quién le guste. Y a quién no, que se opere.
305 264 9636 y ¡cántalo para que se te pegue!
Guardo un recuerdo grato de la ayuda brindada un Club de Viejtos del Barrio Chino.
Fueron los que nos facilitaron al intérprete que hablaba en mandarín o cantonés - nunca supe bien lo que era - durante el exiguo y acelerado proceso de casting que pudimos asumir.
Nunca entendimos lo que nos dijo aquel señor, pero al final, quedó bien claro, que le pagáramos, con lo que cumplimos: dos bocaditos de queso.
Al terminar nuestro primer contacto - y como a las dos cuadras del sitio - el espejo retrovisor de mi carro, de repente me espantó, con la imagen de una señora mayor, cayéndonos atrás, en una carrera desenfrenada. Paramos el auto, alarmados. Entonces se me asomó a la ventanilla una viejita con cara buena y ojitos rasgados, que con respiración entrecortada me suplicaba:
- Si ustele necesita a una china declépita, puelen llamal a mí. Yo hago lo mimo pol un solo bocaíto.
¡Que va! - pensamos - ¡Ya bastante China tenemos para tragarnos y soportar a diario, como para echarnos otra más encima!
Aún así se apareció en la filmación y le tumbó la merienda al pobre chinito.
¡El hambre oriental es aguerrido!
Nunca nadie nos detuvo. Actuamos con cautela y especial sigilo. Sin mucha bulla. "En silencio ha tenido que ser..." simultaneado con "no se lo digas a nadie, tu niño".
Terminado el rodaje, nos enfrascamos - sin descanso, sin permiso y sin tregua - a la extenuante, difícil y dura filmación, de mi consecuente largometraje.
Semen.
Una reflexión sobre la tan ponderada "construcción del hombre nuevo" que propone el socialismo y sobre la censura del arte en Cuba.
Pero ésa es otra película.
Que espero terminar bien pronto.
¡Ya viene llegando!
¡No se la pierdan!
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