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Kim, un joven norcoreano de 19 años que huyó de su país en 2015, ofreció una entrevista al canal argentino Crónica TV, en la que relata cómo pudo escapar del país comunista y los detalles de su vida en aquel lugar.
El joven, quien ahora vive en Corea del Sur, relató que tanto él como su madre y su hermana tuvieron suerte, pues recibieron la ayuda desinteresada de un grupo de activistas de China que ayudan económicamente a ciudadanos norcoreanos que tratan de huir de su país.
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“Cruzamos la frontera del norte hasta China, de ahí fuimos a Laos, luego a Vietnam y de allí a Corea del Sur. El recorrido duró entre tres a cuatro meses”.
Sentado de espaldas a la cámara, Kim relató cómo en el colegio, él y sus amigos solo tenían en mente estar sanos y fuertes para poder entrar al servicio militar obligatorio, que allí dura 11 años y 3 meses.
“El poder y las riquezas se heredan. Los ricos son siempre ricos, los que pueden llegar a ocupar un puesto alto o al menos digno son los hijos de los ricos. Estudiar no trae ninguna posibilidad de trabajo para el futuro. Por eso, los hijos de los pobres solo nos preparamos para ser militares, porque solo así se puede aspirar a mejorar el nivel de vida. En el ejército sí se puede ascender, pero hasta un límite”.
Kim vivía con su familia en Hezan, cerca de la frontera con China; una ciudad “rica”, comparada con otras urbes del país, gracias al comercio con el gigante asiático. Su familia tampoco estaba económicamente mal.
“No éramos ricos, pero tampoco pobres. Teníamos una casa porque mis padres comerciaban con China, pero el resto de las familias vive en condiciones muy precarias, en casillas. El gobierno le da viviendas a la gente cuando reforman una zona, pero eso demora años. Mientras tanto, viven con familiares o en la calle. Una vez que el gobierno termina la reforma, les da una vivienda, pero son simplemente cubos de concreto. La gente debe instalar su propio baño, pintar, convertirlo en una casa de verdad. Se gasta mucho dinero en hacer eso”.
Interrogado por el sistema educativo de su país, Kim explicó que allí los niños ingresan a la escuela a los 7 años, en preescolar. Un año después empiezan la primaria y continúan hasta completar 12 años de enseñanza obligatoria.
“Estudiábamos la ética comunista, y nos hablaban de las dos Coreas. Mi profesor enfatizaba en la vida y obra de los presidentes que ha tenido Corea del Sur. Siempre se nos decía que era un país pobre donde la gente moría de hambre. Pero la mayoría de los niños sabíamos que eso era mentira”.
Según reveló el joven, el comercio con China les permitía acceder, en memorias USB, a la programación televisiva de Corea del Sur, que incluía telenovelas y programas musicales, en los que apreciaban la realidad de sus vecinos.
“Teníamos un noteTV (un equipo similar a la notebook), un equipo barato, que consume poca electricidad y fácil de esconder y de tirar a la basura. Porque si te veían hablando bien de Corea del Sur, ibas a la cárcel”.
A pesar de eso, el conocimiento de los norcoreanos del resto del mundo es muy limitado. Según Kim, en la primaria y la secundaria solo les hablaron de Genghis Khan y la reina de Inglaterra. También se les enseña sobre Rusia y China, y en TV se trasmiten algunos partidos de fútbol.
Respecto al programa armamentístico nuclear del país comunista, el joven señaló que “todo el pueblo lo aprueba”. “Los maestros y los medios convencen a la gente de que el líder (Kim Jong Un) está convirtiendo al país en una potencia militar, y que ningún otro, ni aun Estados Unidos, los puede atacar. Les enseñan que es un medio para la defensa del país, y ellos lo aplauden, porque piensan que se está volviendo una nación más fuerte”.
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