Dirigentes cubanos, en el dilema de tener que cambiar y el temor a hacerlo

En un artículo publicado en The Economist, los expertos se preguntan cuánto estará dispuesto a arriesgar el gobierno en pos de una verdadera mejoría económica.

Raúl-Castro-Díaz-Canel © Escambray
Raúl-Castro-Díaz-Canel Foto © Escambray

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Este artículo es de hace 7 años

La sociedad cubana continúa en la quietud angustiosa de un país cuyo gobierno se resiste a hacer cambios económicos reales, mientras ve cómo la escasez y el desaliento predominan en su población.

A un año de la muerte de Fidel Castro, y a poco más dos meses de que su hermano Raúl concluya su segundo periodo como presidente, los expertos se preguntan cuánto estará dispuesto a arriesgar el gobierno en pos de una verdadera mejoría económica que no afecte la estabilidad política.


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Un artículo publicado en The Economist analiza la partida de Raúl (aunque permanecerá como primer secretario del Partido tres años más), la cual sucede en un momento muy delicado para el gobierno, dada la reversión parcial por parte de Donald Trump de la apertura comercial y diplomática de Barack Obama a la Isla, y además, los daños causados por el huracán Irma, que en septiembre devastó gran parte del país.

Raúl, que ya suma 86 años, lleva algo más de una década en el poder, período en el que se ha esforzado por institucionalizar el sistema con una administración ordenada y un liderazgo colectivo.

Ha preparado como su sucesor a Miguel Díaz-Canel, un ingeniero de 57 años que ya ha asumido muchos deberes públicos. Pero según los analistas, quienes verdaderamente ostentan el poder en Cuba son los burócratas del partido, que poco a poco han ido reemplazando de manera natural a la generación histórica.

Estos ahora se enfrentan a una economía prácticamente desolada, incapaz de producir la mayor parte de los alimentos que consume el pueblo, o de pagar a sus trabajadores sueldos dignos. Su gran aliado, Venezuela, también ha tenido que disminuir su ayuda.

Por todo ello, a Raúl no le quedó más remedio que abrazar las reformas de mercado, aunque mucho más tímidas que las chinas o vietnamitas. Algunas fuentes estiman que más de 500.000 cubanos ahora trabajan en un incipiente sector privado de pequeñas empresas o cooperativas.

Pero estas reformas –advierte The Economist– generan desigualdad y una pérdida de control estatal. “El gobierno ha puesto freno a las pequeñas empresas para detener lo que Raúl llamó ‘ilegalidades y otras transgresiones’. En otras palabras, el gobierno quiere una economía de mercado sin capitalistas o negocios que prosperen y crezcan. No parece estar cerca de abordar las múltiples tasas de cambio (…) que distorsionan ridículamente la economía”.

El estancamiento en lo económico puede garantizar el control político del sistema, pero a la vez ignora otros problemas. Pavel Vidal, antiguo asesor económico de Raúl Castro y que hoy reside en Colombia, analizó el tema en un artículo publicado el mes pasado por el Banco Interamericano de Desarrollo. Lo cierto es que desde la década de 1980, la economía cubana ha perdido terreno en relación con sus vecinos de América Latina.

Según Vidal, mientras que en 1970 Cuba era el segundo país más rico (comparado con otros diez cuyas poblaciones son similares en tamaño), en 2011 (último año para el cual hay datos disponibles) estaba en el sexto lugar en ingresos por persona, tras haber sido superado por Panamá, Costa Rica, República Dominicana y Ecuador.

“El declive de Cuba se debe principalmente a la falta de inversión”, añadió el experto, aunque reconoce que el envejecimiento de la población también influye. No obstante, advierte que las reformas de Raúl, aun sin el alcance que en un momento se esperaba que tuvieran, han producido un aumento modesto en los ingresos e incluso en la productividad.

“Van en la dirección correcta, pero se han quedado cortos”, concluyó.

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