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Uno de los hombres que más tiempo pasó con Romelio Martínez en los terrenos de pelota fue Luis Ignacio González. Por la época en que la selección habanera sembró el pánico en las Series Nacionales con una de las alineaciones más tremendas que se han visto en el país, Nacho se encargaba del primer turno en el line up y Romelio, del cuarto.
De ahí que la noticia de la muerte del formidable slugger bejucaleño todavía tiene conmocionado al otrora jardinero.
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“Imagínate compadre, nosotros estuvimos juntos desde que éramos estudiantes en el Fajardo de Güira de Melena”, dice Nacho con la espontaneidad de siempre. “Después de eso nos pasamos más de diez años como compañeros en el equipo de La Habana, e inclusive coincidíamos en el Cuba B. Vivimos tantas cosas parriba y pabajo, que te juro que todavía tengo un salto en el estómago”.
A la hora de evocar el carácter de su amigo prematuramente fallecido, el ahora entrenador de bateo de Mayabeque lo define como “siempre alegre, jovial, con un bonche detrás de otro”.
Con solo 52 años cumplidos, Romelio Martínez se despidió de la vida este domingo y su pueblo natal se echó a la calle con una mezcla de dolor, sorpresa e impotencia.
“Había un mar de gente”, relata Luis Ignacio. “Las calles estaban repletas, a uno y otro lado, para despedirse de su ídolo. Hasta hubo un pequeño agricultor que decidió que las flores que tenía en su campo eran, sin excepción, para Romelio. No se me va a olvidar jamás que todo el mundo tenía un gladiolo entre las manos”.
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