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"Tendremos una Navidad feliz", aseguró recientemente el presidente venezolano Nicolás Maduro. A menos que se refiera a su círculo más estrecho y no al pueblo de Venezuela, habrá que darle la razón.
Si, por el contrario, lo afirmaba del resto de los venezolanos, habrá que decir que desvaría gravemente. Un reportaje de AP refleja cómo, a finales de 2017, la decadente situación económica se está haciendo dolorosamente en el bolsillo y en el ánimo de los ciudadanos del que otrora fue uno de los países más ricos de Latinoamérica.
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“Esta Navidad la pasaré sin nada”, dice al periodista uno de los desesperanzados, Cristobal Cabrera, vigilante privado de 49 años, tras un rato hurgando entre la basura de un supermercado. Armado con una bolsa, ha podido acopiar algunas cebollas, tomates, hojas de lechuga, yucas y guayabas.
"Hace un año en estas fechas yo había comido bastante hallaca y pan de jamón, pero ahora no tengo nada", dice. Narra además que cuando trabajaba como carpintero y pintor, el sueldo le bastaba para cubrir sus necesidades, pero al quebrar su empresa empleadora, pasó a laborar como vigilante y a cobrar apenas cuatro dólares al mes.
Como él, muchos otros de sus conciudadanos están atrapados entre la escasez y la falta de perspectiva de una mejora de la situación, que se hace sentir más crudamente en el abastecimiento de medicinas y alimentos, y que se lleva por delante los salarios de la gente gracias a la galopante inflación (en 2018 ya podría superar el 2.500 por ciento, según advierte el FMI).
Al parecer, el "bono navideño" de 500.000 bolívares (cuatro dólares al tipo de cambio del mercado negro) con el que el gobierno ha pretendido alegrarles la vida a los más necesitados, no alcanza para mucho. Hay mucha gente “tirada en la cuneta”: si, según Caracas, la pobreza afectaba en 2015 a un 33 por ciento de los venezolanos, un año después había escalado hasta el 82 por ciento. Quedan por ver los números de 2017.
Las autoridades se empeñan en achacar la culpa de la severa crisis a la "guerra económica" presuntamente desatada por sectores de la oposición; sin embargo, algunos expertos indican que los sistemas de controles de precios y del tipo de cambio impuestos desde Miraflores, además de las erradas políticas económicas del chavismo (el país sigue tan dependiente del petróleo como antes), son los que han arrinconado a la economía venezolana. También las sanciones económicas implementadas por Estados Unidos han hecho su parte.
"En toda mi vida nunca había vivido una Navidad tan cruel", dice a AP otra de las entrevistadas, María Méndez, una empleada doméstica de 48 años que espera la llegada de abastecimientos en un mercado capitalino.
En declaraciones a la agencia, asegura que en estos días festivos no podrá adquirir los productos necesarios para la elaboración de las clásicas recetas de la cocina local: ni la hallaca ni el pan de jamón muestran precios al alcance de los magros bolsillos venezolanos.
Ante la mengua del poder adquisitivo, Méndez debe conformarse con algo menos suculento. "Este año lo que les sale a mis hijos y a mí, es pasta. Es lo único que tengo en mi casa", lamenta. No habrá tampoco regalos navideños para los menores. La prioridad es alimentarse.
Por su parte, Rosario Carreño, de 32 años y de profesión ingeniera de sistemas, afirma: “Para mí este año no hubo Navidad. A cualquier lugar que uno va, uno siente que no hay Navidad”.
Carreño advierte el cambio en signos externos, como la ausencia del árbol de Navidad de más de cinco metros de alto y miles de luces que adornaba la caraqueña Plaza Francia, a cuyos pies se reunían grupos musicales que entonaban melodías acordes con las fechas. La alcaldía de Chacao, que no es ajena a la situación general, no tenía este año presupuesto para adornos.
“Aquí –dice la ingeniera– antes se respiraba alegría. Hoy no hay nada”.
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