El mismo día de la toma de posesión del presidente Donald Trump, Raúl Castro felicitaba al nuevo mandatario desde su guarida en algún vericueto palaciego. El silencio norteamericano ante esto no pudo ser más elocuente. Poco después, falleció el dictador más longevo del hemisferio, en su lecho, sin tribunales ni sentencias, y de la Casa Blanca salía el desafiante tweet de Trump: “¡Fidel Castro está muerto!”
La cancillería isleña volvió a callar, en otro escenario hubiera vociferado. Desde que el directivo de los republicanos dejara clara su postura hacia el régimen de La Habana, la posición más fuerte desde la administración de Ronald Reagan, tanto periodistas de la oficialidad, como figurones del Partido Comunista, andan cabizbajos, amedrentados, silenciosos. Bruno Rodríguez, ese hijo de papi, juega a la diplomacia, mientras Trump aprueba el mayor gasto militar “para volver a ganar las guerras”.
A pesar de los esfuerzos, también miedosos, de los humoristas gráficos por pintar una caricatura del presidente norteamericano, se sabe que el pueblo cubano y su disidencia simpatizan con un hombre que ya dejó las fichas sobre la mesa. En sus más recientes declaraciones ante un periodista de MartíNoticias, dijo el mandatario: "Tengo la esperanza de que todo se va a normalizar con Cuba, pero ellos no hacen lo correcto y si eso pasa, nosotros tampoco. Tengo que ser fuerte, el pueblo cubano es increíble y vamos a encaminar su país". La cena está servida para el caduco régimen monopolizador de la vida en la Isla: o desaparecen o los hacemos desaparecer (única forma de llevar la razón a un enloquecido Gobierno que se cree el ombligo del mundo, que justifica cada mal paso que da, cada atropello). ¿Alguien duda que el mismo régimen que colocó a su población y al mundo al borde de un holocausto nuclear, sea capaz de espiar a los diplomáticos norteamericanos en La Habana, incluso al precio de causarle daños auditivos? Una locura va a la par de la otra, ni siquiera Nikita Kruchev pudo aprobar el ego atronante y distorsionado de Castro, quien pedía “¡lanza la bomba Nik!”
Los que acusan de sinrazón a Trump, obvian el desmadre de la razón que reina en La Habana hará ya sesenta años, un desastre que como la metáfora de Francisco Goya, produce monstruos, (Mariela Castro, una improbable doctora en Sexología, quien usa a los otrora perseguidos gays para crearse un espacio político; Alejandro Castro y su temible solo ojo, desde donde mira con avidez la silla presidencial mientras sostiene los hilos del poder del aparato represivo; incluso el Cangrejito de Raúl, ese hijo que anda a rastras detrás de su padre, como "guardaespaldas"). El Gobierno de la Isla, luego del carácter épico de su discurso, sólo posee una realidad caricaturesca, burlable, carente de peso político.
USA presiona, Cuba baja el tono. Los hoteles del complejo militar-turístico son ruinosos, con servicios ineficientes y trabajadores mal remunerados y sin motivación. La zafra no existe, su ministerio quedó tan abolido como sus azúcares. En cada batey hay una tumba para el respectivo central. La flota mercante se escabulló en algún filón de la historia, al igual que la pesquera, que jamás trajo peces. El tabaco nada representa, el café cubano ¿acaso alguien lo bebe? A todas estas, la retranca contra el sector cuentapropista (privado) se tornó insufrible, además del cierre de las patentes legales para ejercer se suman el aumento del número de inspectores en las calles para poner multas, la confiscación de negocios enteros, las presiones y la vigilancia sobre todo el que vende un pan con jamón. Hay quien aún, con este panorama, dice que en la cúpula del país existen luchas por el poder, cuando en verdad todo político serio se lo pensaría dos veces antes de asumir la inmensa carga histórica cubana. Cuando Trump habla y el otrora bocón Partido Comunista calla, se evidencia el escenario de nuevo tipo, donde los que facturan la vieja ideología isleña saben que fracasaron.
Sin Fidel, pierden los ortodoxos el viejo bastión de la retranca y el extremismo, ¿a qué se aferrarán? Las ceremonias junto a la piedra-cadáver, que encierra las cenizas del dictador, llueven. Recientemente el gasto inmenso en el cementerio de Santa Ifigenia ofendió al pueblo cubano, que no tiene ni comida, ni vivienda digna, que sufrió el paso del mayor ciclón que se haya conocido. Pero el régimen destinó millones a acomodar a muertos ilustres con otros nada lustrosos, la mezcla incluye a Castro Big Brother con Carlos Manuel de Céspedes y Mariana Grajales. A todas esas, muchos pasan la semiprohibida Navidad, no sólo sin lechón asado y yucas y arroz, sino viviendo en un quimbo de cartón prieto (dádiva de este Gobierno que se autoproclama “de los humildes, por los humildes y para los humildes”). Sin Fidel, los ortodoxos, en el argot los 'comecandelas', son lo que siempre han sido: nada.
Y ese silencio los define ante la postura fuerte de Trump, única vía para arrancarle el país a estos usurpadores. Demostrado fue que la diplomacia, el buen trato, el respeto, la decencia, el intelecto, no fueron viables durante el mandato de Obama, quien debió sufrir expresiones de racismo por parte de la prensa oficial e inculta (recordar aquel título en el semanario habanero Tribuna: “Negro, tú eres sueco”, del instrumentado periodista Elías Argudín, pluma estrella del rotativo, quien apenas remedó luego una peor disculpa).
El Gobierno cubano se “quiere fajar”, desviar la atención hacia afuera como siempre ha hecho, pero Trump les plantó cara en serio y les advirtió de las graves consecuencias que cualquier jugarreta acarrearía. Ya terminaron los tiempos del chantaje político como en la era de Jimmy Carter, a quien le embutieron una emigración forzosa que generó una crisis humanitaria en el seno de los Estados Unidos. Atrás quedó la voz imbécil del aviador “guaposo” que derribó las avionetas de Hermanos al Rescate en aguas internacionales (cita textual: "les dimos coj…"). ¿Qué le queda al sucesor del Litle Brother? Dimitir. Muchos acusan al periodista Carlos Alberto Montaner de fallar en sus edictos sobre el final de la dictadura, pero se hace evidente el despertar del hemisferio occidental ante la idea del viejo totalitarismo, el cual ni siquiera funcionó en el país de mayores recursos y tamaño geográfico del planeta. Entre la democracia liberal representativa, llena de defectos, y el mañoso sistema de mafias que dictan desde la cúpula de un único partido, se hace evidente el lado de la sensatez.
El despertar de la razón mata monstruos, si Clinton no autorizó a los F-16 de la Base Aérea de Florida a que despedazaran los coj… de los Mig-21 del régimen, ahora la camarilla militar caribeña sabe que si sólo sueltan una mosca volante hacia el norte, se les viene el alud. Parafraseando a Bertolt Brecht, los políticos del Partido Comunista de Cuba sufren hoy este eslogan: Hay hombres que mienten un día y son malos, hay quienes mienten muchos años y son peores, pero hay quienes mienten toda la vida, esos son los prescindibles.
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