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Si leemos los comentarios vertidos por algunos lectores en Cibercuba y otros medios que hacen periodismo desde la diversidad, se hallará que abunda cierto personaje de poco lenguaje y simplones argumentos. Suelen actuar en pandillas y persiguen determinados temas en las redes sociales, "contrarrestando" a la disidencia. En su tarea, por la que devengan salarios y manejan cuentas de internet gratuitas y potentes, unos muestran sus nombres reales, otros usan nicks de escasa creatividad. Lo real es que cuando saltan, en este o aquel artículo, acuden a los ataques personales, se colocan en una posición de superioridad intelectual, aluden a que la eterna razón revolucionaria está de su lado y que ese otro vale poco o nada.
Los troles no saben que son troles. En sus mentes ellos realizan la excelsa labor de un periodismo comprometido, se creen activistas. A veces pueden estar viendo un partido del Madrid contra el Barcelona, de repente reciben una llamada al móvil prepagado: "Me voy, hay un artículo que debo combatir". Las redes son para estos seres anónimos y furibundos, furnias desde donde salen en manadas sutiles, armados de insultos que ellos creen la quintaesencia de la retórica y la valentía política.
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Unos ostentan más grados que otros, unos viven en Cuba, otros fuera, pero todos responden a un mismo llamado. Su idea es el sistema perfecto, distinto del resto del mundo que encarna el mal, lo perverso. Siempre se alude a Estados Unidos como ese imperio malévolo, que está detrás de cada letra en internet, una especie de fantasía que ellos son los primeros en fabricar y creer. Si se abren blogs, suelen ser sitios de pocos comentarios y escasas lecturas, donde se replican las notas oficiales o fotografías de los dirigentes. Ellos se dedican a lo que el Gobierno de la Isla llama ciberguerra.
Lo que los troles no saben es que son la punta de lanza de un sistema que odia internet porque desprecia y teme el flujo libre de información. Desde el inicio mismo en 1959, se concentró la prensa en un solo periódico y así ha sido hasta el día de hoy. La maniobra de enterrar simbólicamente a medios como Diario de la Marina, Prensa Libre o Carteles, sólo consiguió que aumentaran los suscriptores. Así que Castro Big Brother decidió que con dos que se quieran basta, Granma y Juventud Rebelde.
Pero los periodistas oficiales están “quemados". No pueden hacer labor de zapa ni ofender en las redes. Para eso están los troles, a quienes muchas veces se les regala algún premio o reconocimiento, como la Distinción Félix Elmuza. Si se revisan los perfiles de estos soldaditos, veremos una variopinta mezcla de banalidad, infantilismo político y violencia contra el diferente. Las fotos tomadas de Cubadebate reiteran hasta la saciedad la idea del paraíso socialista, donde nada falta, todos sus amigos concuerdan con ellos en los comentarios a los post, puesto que se trata de una especie de cibermilitancia. Así que ojo, no te metas con ellos si vas solo, que te apedrean.
Es bueno, no obstante, que cuando publiques algo en CiberCuba salgan estos troles, pues como dijo Don Quijote, si ladran, Sancho, señal de que avanzamos. Ellos intentan denigrar, negar, hacer injertos mentirosos, imponernos una distorsión, pero sobre todo que prevalezca el amedrentamiento. En cada mordida que lanzan está el mensaje de que te calles la boca, que no sabes con quiénes te estás metiendo, que el Big Brother te observa (he is watching you). Pueden tener nicks como Yo soy Fidel, o Fidelista por siempre, pero sus ideas y giros serán más agresivos y burdos que los del otrora mandatario.
Internet, lejos de ser un medio para informarte, divertirte, participar, te lo convierten los troles en un páramo hostil de conmigo o contra mí, o te mueres o te mato, o te callas o te callo. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Troles tienen sus propias bajas en el camino, pobres gentes usadas y que hoy viven el desengaño, muñecos de paja que dedicaron los mejores ratos a vociferar en un grupo de Facebook y hoy ven que no tienen la razón. En la vida real, el equivalente está en esa masa de tiradores de huevos de los años 80, de los "¡que se vaya, que se vaya!", sujetos manipulados que al pasar las décadas de crisis se dieron de bruces incluso con la escasez de huevos.
Poco importa, si unos se van vienen otros, siempre habrá quien se quiera sentir importante, ostentar un carguito, ir a una cena abundante, tener internet "a full", vociferar como un bestia en las redes (eso desahoga). Poco importa, porque al final la historia ya ha dictado juicio contra los amos de estos troles.
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