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María de la Caridad Borroto es una maestra ambulante de Ciego de Ávila. Con 56 años, sobrepeso y varias enfermedades crónicas, pasa muchas horas en el camino, a veces en el trayecto, a veces en espera de algún conductor que se conmueva y la recoja de la carretera.
Es maestra ambulante desde hace 32 años. Cada día acude a casas de niños que por alguna enfermedad no pueden asistir a las aulas. Su historia fue recogida por el diario oficial Granma, donde se especifica que en Cuba existen 694 personas dedicadas a esta profesión.
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María vive en Tamarindo, que pertenece al municipio de Florencia, pero trabaja en Chambas. En la actualidad tiene dos alumnos: Juan Daniel, un niño ciego de 13 años de edad, y Elianny, una niña de ocho años que padece de una parálisis cerebral infantil y de hidrocefalia.
“Juan Daniel está en sexto grado y es muy inteligente y sagaz”, narra María. “Él me conoce por el olfato, por los pasos, y cuando llego no quiere que me vaya. A veces le digo que el tiempo está de lluvia y él me dice que ojalá llueva, para poder estar un ratico más conmigo. Con él estoy los lunes, miércoles y viernes. Él y su mamá viven en una casita que le hizo el Estado”.
“A Elianny también le construirán su casita, y eso me reconforta. Ella cursa el segundo grado, con ajuste curricular, como sucede en estos casos. Ya he logrado que pronuncie algunas palabras y eso me da aliento y me pone contenta. Con ella trabajo los martes y jueves”, añade.
Para María, un educador de esta modalidad de enseñanza debe tener una serie de cualidades, como la ética, el humanismo, la tolerancia, la paciencia y una adecuada formación cultural, pedagógica y revolucionaria.
Reconoce que el tiempo no le alcanza y quisiera que los días tuvieran más de 24 horas. Prepara sus clases donde y cuando puede.
“Me acuesto tarde y me levanto temprano. Esos niños, mis niños, dejan huellas imborrables y enseñan a una a ser mejor ser humano, a no abandonar la función humanizadora y formativa, a sobreponerse a todo tipo de obstáculos”, añade.
María lleva una vida de sacrificios. Por las mañanas coge una guagua de Tamarindo a Chambas. Si le toca darle clases a Juan Daniel, se queda allí; si es martes o jueves va en botella hacia el poblado de El Asiento, donde vive Elianny. Solo a veces, si hay mucha insistencia, almuerza en casa de uno de ellos, pero no es la norma. Como en El Asiento vive su hija, también maestra, a cada rato almuerza con ella.
Esta mujer, vehemente seguidora de José Martí, afirma que una sociedad sin educadores, no es una verdadera sociedad. Para ella, la educación es la premisa de la especie humana, y sin educadores no existe la libertad.
“A una le llega la retribución desde los mismos niños, cuando me sorprenden con algo que para la gran mayoría de las personas pudiera ser rutinario, pero una sabe que es el resultado de mucho esfuerzo, y eso me inspira a levantarme cada día y desandar caminos", comenta esta mujer orgullosa de su profesión.
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