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Los vendedores de libros usados que otrora comercializaban sus mercancías en la céntrica Plaza de Armas, de la Habana Vieja, y que en enero de este año fueron trasladados a la antigua Casa de Justicia Santa Ana, ubicada en Baratillo y Jústiz, en el mismo municipio, se han quejado de su situación al sitio Martí Noticias.
Los funcionarios de la Oficina del Historiador de la Ciudad (OHC) dijeron que a finales de 2016 se había dictaminado prohibir toda actividad de comercialización en espacios públicos debido a que deterioraba los sitios históricos. Pero los libreros, como se les conoce popularmente, siempre supieron que la reubicación afectaría sus ventas, debido a que la nueva sede es un lugar menos transitado por los turistas. Además, el nuevo local, mucho más pequeño, los obligó a instaurar dos turnos de trabajo.
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A pesar de que llevan meses reclamando, solo han logrado renegociar el pago por el alquiler del espacio. También piden modificaciones constructivas al inmueble para evitar las inclemencias del sol, la recolocación de carteles promocionales y la exclusividad del parqueo colindante para los ómnibus de Transgaviota y Transtur.
Pocos creen probable que la Dirección Adjunta de Inversiones de la OHC logre “dar cumplimiento a la fase dos del proyecto, para que la antigua Casa de Jústiz y Santa Ana nos brinde la funcionalidad de un espacio rentable y estético”, alega uno de los afectados.
Los comerciantes de libros, publicaciones y antigüedades aportan al presupuesto nacional, mensualmente, 350 pesos a la ONAT, 262 pesos por seguridad social y 35 pesos por contribución a la conservación del casco histórico. Cuando comerciaban en la Plaza de Armas el ingreso del gremio era de 1.257.600 pesos, equivalentes a 52.400 CUC.
Se consideraban el atractivo del lugar, útil para los restaurantes y otros comercios de la zona. “Es absurdo que perteneciendo al sindicato de Cultura no podamos interactuar en el Sábado del Libro o un viernes con la Banda de conciertos”, cuestiona uno de los cuentapropistas que no quiso dar su nombre.
“Fuimos pioneros desde 1994 en el Casco Histórico, en donar voluntariamente un dólar por solicitud expresa de Eusebio Leal”, reveló. Luego recordó cómo este donativo se convirtió “de golpe y porrazo en un tributo-obligación de pago mensual”.
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