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La brasileña Marília Guimarães tenía tan solo 22 años cuando tomó la decisión más arriesgada de su vida: comenzaba el año 1970 y se había propuesto secuestrar un avión lleno de pasajeros, junto a sus dos niños pequeños, para pedirle asilo al gobierno de Fidel Castro y así escapar del régimen militar que se había instaurado en su país.
"Llegamos a la conclusión de que la única manera de acabar con la dictadura era a través de la lucha armada", dijo a la cadena BBC Marília, quien era una adolescente cuando se produjo en Brasil el sangriento golpe de Estado (1964) que derrocó al primer presidente de izquierda João Goulart.
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La joven, que había sido una ferviente seguidora de Goulart, se unió poco tiempo después de su caída a un pequeño grupo de resistencia armada llamado Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR).
Fue en 1969 cuando Marília fue arrestada por primera vez, al igual que su esposo, quien destacaba entonces como uno de los principales líderes del grupo guerrillero. Después de tres días de interrogatorios, fue liberada, pero su esposo siguió retenido, obligándola a escapar por todos los medios posibles con sus dos hijos de 2 y 3 años, respectivamente.
La familia no se atrevía a usar sus propios pasaportes para salir del país por aire, por lo que cruzaron la frontera con Uruguay con el plan de llegar hasta el aeropuerto de Montevideo, donde se encontraría con otros cinco secuestradores. Uno de ellos era el primer marido de Dilma Rousseff.
Marília ocupó su asiento con los niños y fue entregando las armas a sus otros colegas dentro del avión.
"Las llevaba debajo de mi vestido, amarradas fuertemente a mi cintura con una correa. Yo era muy delgada y en esos días se usaban vestidos muy sueltos", explicó.
Una vez en el aire, los secuestradores se hicieron con la nave y dejaron saber a la tripulación y a los 60 pasajeros que se dirigirían a Cuba. "Los pasajeros se pusieron muy nerviosos al principio porque no sabían qué iba a suceder", contó.
Aunque lograron obtener el control total sobre la aeronave, el grupo no pudo obligar a la tripulación a cambiar el rumbo por falta de combustible. El piloto explicó que tenía que aterrizar cada dos horas para llenar el depósito, por lo que tuvieron que arribar primero a Buenos Aires y luego Chile, Perú y Panamá.
En Chile no tuvieron problemas, pues gobernaba Salvador Allende, que tenía una opinión positiva sobre las guerrillas brasileñas. Pero en Lima se complicó el escenario.
"El presidente peruano envió a su ministro de relaciones exteriores para que intentara convencerme de que bajara junto a mis niños. Me ofrecieron asilo político", relató Marília.
Lo que buscaba el gobierno peruano, según la brasileña, era sacarla junto a sus hijos de la aeronave para poder luego intervenir el avión.
"Cuando el gobierno vio que no aceptaría su oferta, el ejército trajo sus tanques y rodeó la aeronave. La situación se puso muy tensa", dijo. Sin embargo, eventualmente, el avión fue autorizado a despegar y partió rumbo a Panamá.
Una vez en territorio panameño, autoridades del aeropuerto le ofrecieron un arma al capitán de la nave para que llevara a bordo a escondidas y eliminara a los secuestradores, pero el oficial se negó y lograron partir hacia Cuba.
"La tripulación tenía comida y bebida que la aerolínea había enviado para ellos y los pasajeros. Pero no comimos ni bebimos porque nos preocupaba que hubieran metido algo dentro para drogarnos", recordó la brasileña, que estuvo cerca de cuatro días sobrevolando Latinoamérica.
"Yo había traído latas de leche seca para los niños porque sabía que habría escasez en Cuba, así que tenía muchas. Y agua embotellada, también", contó.
El 4 de enero de 1970 aterrizó el avión en La Habana. Según narra Marília, el gobierno cubano intentó persuadirlos para que se desviaran a México, pero tiempo después les permitieron quedarse.
Finalmente, la guerrillera brasileña logró establecerse en la capital, ganándose la simpatía del propio Fidel Castro. Allí, sus hijos se matricularon en escuelas, y su marido logró arribar más tarde para reunirse con ellos.
No fue hasta noviembre de 1990 que la familia fue bienvenida de nuevo en Brasil. "Si estuviera en esa misma situación en la actualidad, con mis hijos, sí, volvería a hacerlo", sentenció Marília, hoy con 70 años de edad.
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