Miguel Díaz-Canel, el vicepresidente cubano, y probablemente próximo mandatario de la Isla cuando finalice -dicen-, la era Castro, ha salido una vez más a demostrar su eficacia como hombre duro, y ahora culto, al cuestionar el recibimiento que se les dio a los turistas del Crucero Adonia, en el que arribaron vía marítima los primeros estadounidenses a Cuba tras el deshielo protagonizado por Barack Obama y ahora en detente por las nuevas medidas anunciadas por Donald Trump.
"Parecíamos hawaianos recibiendo a los americanos", dijo en señal de crítica tardía al hecho acontecido en mayo de 2016.
No hay que ser muy ducho para darse uno cuenta de ciertas cosas. Una de ellas, por ejemplo, que este tipo de "salto" de Díaz-Canel suele ser - parafraseando al gran Yosuam - "un poco más de lo mismo", porque la triste realidad cubana nos ha enseñado durante años que estos mandamases suelen saltar tardíamente, una vez que otros con más tino, libros, y estudios se cansan de decir las cosas.
A fin de cuentas, ¿qué es un funcionario del Partido cubano -excepto algún que otro caso aislado-, sino un papagayo repetidor de consignas, un bocinón tramitador de lo que ya se sabe? Al menos, en mi experiencia personal, he visto en más de una ocasión cómo llegan "los tipos" a decir lo que todo el mundo sabe, y como es lógico, a anotarse el crédito y salir en los periódicos.
Cumplen un año y medio las excelentes respuestas dadas por la Dra. Graziella Pogolotti y el recientemente fallecido Desiderio Navarro, en referencia al hecho ahora abordado por Díaz-Canel.
Lo triste del caso es que, quizás, pocos repararon en el hecho de que éstos tuvieran razón. Ahora lo dice Díaz-Canel y al asunto hay que ponerle el cuño. Digamos que ha sido amparado por el patrón del Santo Oficio.
En fin: fue una "chealdá" el recibimiento al Adonia pero, ¿es un hecho aislado? Para nada. Si a algo nos ha enseñado el Partido, el Gobierno y las administraciones cubanas, es a ser cheos. Y autoritarios.
La crisis, si bien nos ha obligado a ser creativos e ingeniosos durante más de medio siglo, ha logrado que nos conformemos con poco. Así, por ejemplo, lamparitas y cadenetas de papel, preservativos que sustituyen globos, y otras sutilezas decorativas han adornado la vida del cubano durante cada festejo y agasajo en escuelas y centros laborales. Acostumbrados al artificio, nos hemos vuelto cutres y cheos, amparados por una administración que no tiene recursos, o un jefe pusilánime que no se atreve a firmar un cheque en divisas para, digamos, comprar 10 globos.
¿Que el vestuario de las mulatas que recibirían a los cruceristas del Adonia se confeccionara con retazos de tela roja, azul y blanca? Normal. ¿Qué le asombra a Díaz-Canel?
Normal habría sido que en los días previos a la organización del recibimiento algún Licenciado en Historia del Arte, o algún Crítico de Arte, o alguien con un poco de sentido común pusiera en entredicho al modisto diseñador de los trajes o al funcionario organizador del recibimiento. Probablemente -nunca lo sabremos-, el asunto se dilucidó en un buró administrativo, y una voz autoritaria sin conocimientos de moda, vestuario, arte, historia y cultura, le pasó por arriba al criterio del modisto y del crítico y dijo "esto va así, ¡y pal carajo!" Y así se hizo.
Entonces, ¿qué critica Díaz-Canel, si él forma parte intrínseca del monstruo cheo y glotón que engulle a más de un criterio divergente dentro de la Isla?
Quo Vadis...
Si vas a criticar lo mal hecho, "la hawaianada" en el recibimiento de los cruceristas del Adonia, te exhorto a que, ahora, subas a tu carro, vayas al Occidente del país, te parquees frente a una de nuestras tiendas de Cubalse, y desde ahí inicies viaje hacia el Oriente, pasando por cada tienda similar en cada territorio y por cada aeropuerto para observar la "chealdá" generalizada en forma de souvenires.
Negras bembonas con la bandera cubana y fumando tabaco -muy folclórico todo, y amparado sabe Dios por quien- adornan nuestras vidrieras, esas que le proponemos a los turistas que llegan y se van del país creyendo que -Oh Zeus- han viajado a la Cuba de la Colonia.
O a Hawai, que no es lo mismo, y ni siquiera parece igual.
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