Nig Clarke, el hombre de los ocho jonrones en un juego

Parece un récord salido de otra Galaxia, si es que en otra galaxia existe vida, y si allí, también, se juega a la pelota.

Nig Clarke © Creative Commons
Nig Clarke Foto © Creative Commons

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Este artículo es de hace 6 años

Lo que nunca pudieron hacer Aaron y Ruth; lo que estuvo vedado a Reggie Jackson a pesar de su tremendo carapacho; lo que le fue imposible a McGwire y Bonds con sus cocteles de esteroides...; lo logró un pequeñajo de cinco pies y ocho pulgadas que se llamó Jay Justin Clarke. ¿Que qué hizo? Pues pegó ocho jonrones en un juego.

Tal como lo leyó. Fueron ocho cuadrangulares en el mismo número de visitas al home plate, ocurrió hace más de una centuria, y todavía hoy es el record de más batazos de ese tipo para juegos de pelota organizada. Es el trozo de gloria que el béisbol reserva para que los semidesconocidos también hallen espacio en sus anales.


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El hombre había nacido en Canadá, pero tenía la piel tostada y le pusieron el apodo de Nig, algo habitual en la época previa a la integración racial en Grandes Ligas1. Era catcher, bateaba a la zurda, y el 15 de junio de 1902 se convirtió en la envidia de todos los sluggers de la historia.

Ese día, con el uniforme de los Corsicana Oil Citys, Clarke rubricó su hazaña en un choque de la Liga de Texas contra los Texarkana Casketmakers. Los documentos consultados refieren que el encuentro finalizó 51 a 3 (aunque hay fuentes que ponen en duda dicho score) y afirman que el equipo ganador disparó veinte bambinazos, cerca de la mitad de ellos a la cuenta del héroe de esta crónica.

Suena fuerte, inclusive inverosímil, pero es indiscutiblemente cierto. Lo que pasa es que existe una importante salvedad que no puede omitirse, y está relacionada con las dimensiones del terreno.

Le cuento. El partido de marras no se disputó en la sede cotidiana del equipo, unos dicen que debido a las leyes que prohibían jugar los domingos; otros, que por causa de la escasa asistencia al graderío de Corsicana. Así pues, el escenario fue Ennis Park, cuya cerca del right field estaba a una distancia estimada de 210 pies.

Para aportar más claridad al asunto, vea esta declaración hecha en 1940 por uno de los compañeros de equipo de Clarke al periódico The Sporting News:

“Allí la cerca del jardín derecho no estaba a más de 40 pies de la almohada de primera base. Nig solo conectó ocho elevados cortos que pasaron por encima de ella. No pretendo devaluar la proeza del viejo Nig, pero así fue que disparó sus jonrones ese día”.

En virtud de que entonces no se contabilizaban las carreras impulsadas, los historiadores han calculado que a lo largo de las dos horas y diez minutos del encuentro, Nig Clarke debió haber empujado entre 16 y 20 anotaciones. Si algo está claro a estas alturas, es que aquel era el día de su vida.

Y lo es más si atendemos a su carrera posterior en las Ligas Mayores, donde jugó para cinco equipos por espacio de nueve campañas y –asómbrese ahora- promedió .254 y solo pudo pegar seis jonrones en 1536 veces al bate. Es decir, uno cada 256 oportunidades de bateo, y dos menos que los que había despachado en su velada inolvidable de Ennis Park.

De todos modos, su tránsito por la MLB no ha sido pasto del olvido. A Clarke se le recuerda por las virtudes defensivas que lo acompañaron, elogiadas en su momento por el mismísimo Ty Cobb; le atribuyen la popularización de las chingalas o espinilleras de los receptores; y se le reconoce el mérito de haber estado tras el home el dos de octubre de 1908, cuando Addie Joss se anotó desde el box el cuarto juego perfecto registrado en Grandes Ligas. Pero nunca -¡jamás!- se le ha evocado por su habilidad con el madero.

Sin embargo, la marca de más golpes de vuelta completa en un partido será suya, tal vez, por los siglos de los siglos. La estableció en un parque reducido, pero nadie lo hizo otra vez en ese u otro estadio similar, ni en una liga superior o inferior a la de Texas, ni con bates y pelotas de mejores prestaciones, ni con la colaboración del doping o del viento. Suponiendo que cada una de sus conexiones solo viajara el tramo mínimo que había desde el plato hasta las cercas, ese día acumuló un global de 1680 pies con sus batazos. Y eso nadie ha podido imitarlo en solo un juego2.

Por uno de esos misteriosos caprichos del destino, Nig Clarke falleció en su casa de Detroit el 15 de junio de 1949, exactamente 47 años después de separar una butaca en los libros de records del béisbol.

Notas

1 Otros ligamayoristas que llevaron ese apodo en esos tiempos fueron Johnny Beazley, Joe Berry, Bobby Bragan, Nig Cuppy, Nig Fuller, Johnny Grabowski, Nig Lipscomb, Charlie Niebergall, Nig Perrine y Frank Smith.
2 Nig Clarke fue exaltado al Hall de la Fama del Béisbol Canadiense en 1996.

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Michel Contreras

Periodista de CiberCuba especializado en béisbol, fútbol y ajedrez.


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