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Los retiros obligatorios a los deportista es uno entre tantos errores cometidos por las autoridades del deporte en la Isa desde que llegara al poder Fidel Castro. El pesista y campeón olímpico de Atlanta 96, Pablo Lara, también sufrió el ser forzado a culminar una carrera brillante y aceptar la desmemoria y el olvido que trae un retiro adelantado.
“Me obligaron a retirarme antes de los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. Estaba levantando 165 y 210 kg, con los que aseguraba podio”, dijo Lara hace poco a una entrevista para el periódico Trabajadores de Cuba.
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Por supuesto, el título del artículo no recurría a la temática del retiro forzado sino a un reencuentro con Lara, un espacio de diálogo y recuerdos de antiguas glorias. Lo cierto es que nunca el INDER o las máximas autoridades han hablado sobre los retiros masivos de finales de los 90. Es un error que se mantiene oculto y no existió al menos una especia de perdón colectivo como consuelo para los atletas.
Lara realizó una carrera sobresaliente sin alcanzar el reconocimiento de otros. Después del retiro obligatorio, estuvo un tiempo en prisión por posesión de armas y luego se reinsertó en la sociedad nuevamente, a pesar de las frustraciones. Lara lo ganó todo. Desde Centroamericanos, Mundiales, Copas, subcampeón olímpico en Barcelona 92 y tocó la gloria en el 96 en Atlanta. Además de eso, se llevó a casa varios récords mundiales y aún así no obtuvo todo el reconocimiento merecido. ¿Qué más se necesita?
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