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¿Contra que arrecife se estrellará el béisbol? Cuantos escritores y periodistas están actualmente votando por Barry Bonds y Roger Clemens para entrar en el Salón de la Fama (HOF) sólo porque fueron parte de una mentira justificada en una época justificada donde no existía o se escondía la verdad. Nadie exonera la trampa o la mentira aún cuando no esté escrita. Bonds y Clemens entrarán en Cooperstown y es una cuestión de tiempo. El principal culpable: apunten a MLB y la administración de Manfred tratando de lavarse las manos y no emitir una declaración de derechos al menos. Es cierto que MLB y Coopertown no viven enlazados, pero y entonces. ¿Quien detendrá la mancha?
Me pregunto que pasará en 50 o 60 años, cuando los fanáticos pregunten: ¿Quiénes integraron aquella oleada de votantes por tipos HOF que hicieron trampa? ¿Quiénes?
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La nube de los esterorides en los años 90 hizo tanto daño al béisbol que aún se lo está haciendo. En aquel tiempo el consumo era pleno y libre, y casi 15 años después es penalizado con fiereza. Está claro que no debemos convenir en que todas las épocas sean iguales, siempre existen retrocesos, adelantos, desarrollos. Y como todo es contradicción (donde vive y se supera el desarrollo) diré que la época de los esteroides fue necesaria. Trajo cosas positivas al juego, nos dejó ver otras que no podiamos ver antes de eso. El problema será que ahora reconozcamos que los errores de una época y la trampa o la mentira entren al centro de los inmortales.
Ok. Me dirán algunos que Ty Cobb era racista y está en Cooperstown. Aquí no hablamos de ideologías o formas de ser. Muchos beisbolistas contaron con un lado negativo, como la naturaleza humana misma. Es aceptable. Sin embargo, cuando se legitima la mentira y la trampa dentro del juego, de una época o en el interior de un estado de cosas, el juego se convierte en una mentira. Si Barry Bonds y Roger Clemens logran superar el 75% de los votos el próximo año, pues estarán en Cooperstown.
En el periodo que recién concluye llegaron al 70.2%. Entre los escritores, periodistas y activos del mundo del béisbol ha comenzado a surgir una pequeña parte del círculo justificando la era de los esteroides. Bonds mintió, y luego de mentir, volvió a hacerlo. Hace unos años atrás existía una mayor y mejor convicción sobre estos valores. Hace un año ninguno de los dos superaron el 55% de los votos, aunque en 2017: se dispararon en un 15%. ¿Por qué ese mismo voto ha subido tanto?
En un mundo perfecto Barry Bonds y Roger Clemens estarían en un Hall of Fame, pero con una mancha o un asterisco. O tal vez podríamos abrir un tipo de Salón de la Fama Especial de los Esteroides. Se esgrime el punto de la entrada de Mike Piazza o Iván Rodríguez quienes alguna vez naufragaron en la neblina de rumores de sustancias para mejorar el rendimiento. Esas acusaciones no tenían evidencias. Sin embargo, en Bonds, Clemens, Palmeiro, Canseco, Sosa o McGwire se consolidó el prototipo del doping. No existe una sola persona en el mundo que sin querer engañarse no piense en 10 palabras sobre Bonds y no vea esteroides o mentiras antes de llegar a la 10. Y Bonds rebasó los patrones, cambió el juego y sus herramientas (disímiles) no eran todo un acto reflejo del esteroide.
Si los votantes eligen a Bonds y Clemens al Hall of Fame para el próximo año, se afectará el béisbol. Más que un cumplido será una neumonía sin cura. Entrará Bonds y saldrán las voces del mundo a pedir la entrada de una veintena más. Palmeiro, McGwire, Sosa y por último la entrada triunfal de Alex Rodríguez: A-Rod o A-Fraud como le llaman algunos. El punto es si ellos benefician al juego o lo perjudican y las repercusiones que tendría. Tal vez, en 50 años alguien mirará esta época como una confusión de retrasos alarmantes. Una legión de anacrónicos creyendo poseer la verdad, armándola de mentiras y no definiendo las líneas entre el bien o el mal, entre lo virtuoso y lo desvirtuado. La verdad nunca muere.
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