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La captura de Harlem Suárez, el cubanoamericano yihadista involucró a más 60 personas, algunos agentes, otros empleados y los demás funcionarios del FBI, según reveló esta semana CNN.
Suárez, detenido en el restaurante Denny´s de Cayo Hueso en junio del 2015, no es - para muchos - otra cosa que un fanfarrón, e incluso algunos se cuestionan el método mediante el cual los agentes obtuvieron "confesiones" de éste, sobre asuntos de logística y medios que Harlem dijo poseer y que nunca tuvo.
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Según entrevistas concedidas por sus padres y amigos a diarios como el Miami Herald, luego de haber desertado del ejército, Harlem Suárez se unió a personas de dudosa reputación, ante los cuales quiso lucir como si fuera un "gran capo".
En el año 2013 su récord criminal se resumía en infracciones de tráfico y violaciones de estacionamiento. Dos años después, luego de intentar contactar repetidamente con los reclutadores de ISIS en el extranjero y fracasar en cada una de las veces que lo intentó, su nombre comenzó a circular como "buscado" por el FBI.
Tal y como revela CNN, Suárez hizo sonar las alarmas luego de que un amigo en Facebook se asustara por el contenido gráfico y amenazas que éste profería en su perfil personal de la red social y decidiera alertar a las autoridades.
Compró camisetas, banderas y otros productos de ISIS. Envió unas 200 solicitudes de amistad de Facebook en busca de 'hermanos' que simpatizaran con la causa y se apodó Black Angel of Death.
Al menos 20 agentes comenzaron a vigilar a Suárez todos los días, de lunes a domingo, a toda hora. En Corte, se dijo que hasta "10 y 20 empleados adicionales del FBI fueron traídos para ayudar a vigilarlo".
Los dos supuestos amigos de Harlem que cenaban junto con él en el restaurante Denny´s de Cayo Hueso, Florida, no eran hermanos de causa. Eran dos de los más de 60 "empleados" del FBI que ayudaron en su captura, a los cuales no les dio nada material. Apenas habladurías.
Eso fue lo que trató de demostrar en la Corte, ante el juez el abogado de Suárez, Richard Della Fera. El letrado dijo que era un desperdicio de dinero de los contribuyentes norteamericanos haber llevado a cabo una investigación tan elaborada sobre una persona que no tenía vínculos comprobados con ISIS, con un único argumento: sus habladurías en Facebook. Con ello pretendía desmontar los dos cargos de terrorismo de los que fue acusado Suárez.
La fiscalía, por su parte, argumentó que, por ejemplo, Suárez había acordado con sus agentes encubiertos plantar una bomba - falsa - en una playa. La defensora dijo que no lo hizo, y que ni siquiera la bomba era real, y que los agentes no sabían si la pondría o no.
El fiscal federal adjunto Marc Anton señaló asimismo que el hecho de que Suárez finalmente tomó posesión de la bomba (falsa) justificó los esfuerzos del FBI.
"El FBI hizo exactamente lo que el FBI está entrenado para hacer'. Continuar investigando para determinar exactamente qué tipo de amenaza era Harlem Suárez. ¿Y qué encontraron? Él era exactamente el tipo de amenaza por la que estaban preocupados. Y continuó volviendo a participar y continuó apareciendo y tomó posesión de una bomba."
"Si hubiera decidido un día ir a utilizar sus armas, no podríamos haber podido detenerlo. Gracias a Dios que no lo hizo. El tiempo nos ayuda a veces. A veces tenemos suerte," dijo la asistente de la fiscal federal Karen Gilbert.
El argumento más contundente sin embargo, lo ofreció el juez José E. Martínez, durante la audiencia de sentencia de Suárez. Martínez cuestionó la supuesta "ineptitud" del acusado y su "incapacidad" para llevar a cabo sus planes.
"No creo que sea una persona hábil para poner bombas", dijo el juez. "Pero creo que pudo haberlo hecho y causar serios problemas. (...) y su discurso alienta a otras personas."
Hoy, "la pasión" y "las habladurías" han convertido a Harlem Suárez en el segundo estadounidense condenado a cadena perpetua por el Gobierno de Estados Unidos por planear ataques terroristas en nombre de ISIS.
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