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Confesiones de una 'repa'

¿Reguetón sí o reguetón no?

Chacal. © YouTube
Chacal. Foto © YouTube

Este artículo es de hace 6 años

Cuando mi padre se estaba muriendo en La Habana, le pregunté si le molestaba el volumen de la música de los vecinos y me respondió:"¿Qué música?" Era reguetón.

En los años 80 en los repartos habaneros se organizaban conciertos en la calle. Eran como los que da ahora Silvio Rodríguez en los barrios, pero en versión peligrosa. Actuaban grupitos que sonaban a lata de leche condensada vacía. (Repeché, ¿les suena?) Mi madre me dejaba ir con la condición de que a las 12 de la noche corriera como Cenicienta. A esa hora empezaba “la carga al machete”. Las puñaladas se ponían satas.

Es difícil entender el reguetón cubano sin tener en cuenta estos antecedentes. Es la música de los barrios en los que hace años no se invierte. Ha degenerado el estado de las calles, pero también el nivel cultural. El reguetón reproduce eso. Cuando Gente de Zona cantó aquello de “la palestina tiene dinero y ya no es cualquiera” hacía años que todo el mundo hablaba de ese fenómeno de tú a tú. Ellos sólo lo airearon.

¿Las letras son vulgares y machistas? Sí. No se puede negar, como tampoco podemos obviar la vulgarización del habla y de los modales de los cubanos de dentro y de fuera de la Isla. Yo le enseñé a mi marido a decir: “Asere, qué pinga te pasa” y lo soltó en medio de una cena con una violinista cubana, profesora de un conservatorio al que me gustaría que fuera mi hijo.

Las letras del reguetón reproducen nuestras miserias verbales. Cuando tengo que conducir desde Málaga hasta Alicante no me pongo a Mattew Herbert ni a Rufus Wainwright. No. Oigo “El palón divino”. En Marruecos también lo escuchan aunque no lo entienden. Chocolate puede que sea un indeseable, pero es “mi asesino”. Muero y resucito con él. No es mi ejemplo a seguir ni podría serlo. Él hace música y a mí me pone. Es así de simple.

Creo que las letras machistas al final son una respuesta primaria al matriarcado en Cuba. A mí me entran por un oído y me salen por el otro. No me siento en la postura de 'El Pensador' de Rodin para escuchar reguetón. No me pongo profunda. No me ofenden porque no va de eso esta película. Me dejo llevar, sobre todo, fuera de Cuba, donde tengo que admitir que mi espíritu "repa" se ha radicalizado. A mí me van El Micha, Jacob Forever, Chacal y Chocolate. Ellos son 'los que le dan candela a mi piso y me hacen mover los pies'. Lo mejor de cada cárcel, deben estar pensando los apocalípticos.

En los 90, los intelectuales, la élite caribeña del pensamiento, se llevaba las manos a la cabeza con la vulgaridad de la timba. Al Tosco lo crucificaron por "La Bruja". ¿Alguien se acuerda hoy de alguno de esos críticos sesudos? ¿Ha quedado rastro de aquellas publicaciones condenando esa 'barbaridad'? Hoy queda NG La Banda y todos los que vivimos esos años nos acordamos de aquella bruja sin sentimientos.

En esa época yo no abrí la boca para decir que me gustaba la timba. Ahora no me voy a callar que me gusta el reguetón. Cuando escucho música “buena” no cuestiono qué se metió o se dejó de meter éste o aquel artista el día que la compuso. Cuando oigo reguetón y veo al Chacal encima de una placa, en La Lisa, calentando La Habana, en cuatro, dando cintura, sólo se me ocurre pensar: “Dios mío, lo que me estoy perdiendo”.

Ahora pónganme a parir, pero no me vale el no me gusta porque no. Sean sinceros y díganme: "No me gusta el reguetón porque me veo incapaz de moverme".

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Tania Costa

(La Habana, 1973) vive en España. Ha dirigido el periódico español El Faro de Melilla y FaroTV Melilla. Fue jefa de la edición murciana de 20 minutos y asesora de Comunicación de la Vicepresidencia del Gobierno de Murcia (España)


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