"Cuando alguien decide algo tan triste como el suicidio, hay que dejar que su familia lo llore"

¿Era el primogénito del Mega Comandante, un niño que disfrutó de una vida con privilegios? Sí, claro que sí; pero también inundado de desamor, de un padre ausente y una madre que lo quería pero a miles de kilómetros.

Fallece a los 58 años Fidel Castro Díaz-Balart © Cubahora
Fallece a los 58 años Fidel Castro Díaz-Balart Foto © Cubahora

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Este artículo es de hace 6 años

Según versión oficial, Fidel Ángel Castro-Díaz Balart atentó contra su vida con éxito en la ciudad de La Habana.

Con la debida cautela inducida por el extenso historial de embustes de la oficialidad cubana, para el caso es lo mismo si se suicidó o de algún modo le quitaron la vida; el muchacho, eterno niño hijo del dictador, no era feliz en absoluto.


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Hubo quien, llevado por el júbilo de celebrar cualquier deceso proveniente de semejante linaje, mostró su alegría exclamando: “uno menos”. Pero cabría recordar que Fidelito no era responsable de lo que hizo el padre, y recordar también, que además era hijo de Mirtha, integrante de una de las familias menos entusiastas con el comunismo que puede encontrarse en todo el hemisferio.

Fidelito no era responsable de lo que hizo el padre

¿Era el primogénito del Mega Comandante Guarapo* Castro, un niño que disfrutó de una vida con privilegios? Sí, claro que sí; pero también inundado de desamor, de un padre ausente y una madre que lo quería pero a miles de kilómetros.

Cabe acotar que siendo Castro Díaz-Balart, si hubiese continuado el capitalismo en Cuba y su padre se hubiese dedicado a explotar su indiscutible inteligencia como abogado, este niño, entre los bienes y capitales que tenían su abuelo paterno, toda la familia materna y lo que hubiesen generado los padres, habría sido un pichón de multimillonario de todas formas.

Pero hablemos de cada uno de nosotros.

¿O hay alguien que teniendo algún pariente que viajase afuera de la isla, o un pariente guajiro que consiguiese alimentos codiciados en la ciudad, como puerco, aves, yuca, malanga o plátanos, o bien cuando eran niños si les regalaban algo que los demás del aula no tenían les decían: "no, ese pitusa (blue jean), esos tenis, esa camisa, ese puerco, esos plátanos, esos juguetes, no los quiero porque los niños de mi cuadra y de mi aula no lo pueden tener"?

¿O los que emigraron, a la hora de haber tenido esa inmensa suerte, dijeron: "no, qué va, no me voy a ir aunque lo desee con intensidad, porque millones de compatriotas quisieran lo mismo y los voy a dejar embarcados en el sufrimiento"?

¡Vamos, vamos, vamos! que nos conocemos entre los que aramos y los que majaseamos.

Fidelito no mató, no prohibió, no encarceló, ni siquiera siguió carrera militar y hubo problemas con eso. Cuando dirigía la central nuclear de Juraguá en Cuba, tuvo diferencias de criterios con el rumbo que debía tomar una vez que la URSS había desaparecido, lo "hicieron a un lado", por supuesto, con conocimiento paternal, porque "tronar" al hijo de Guarapo no quedaba en absoluto presentable.

Fidelito no mató, no prohibió, no encarceló, ni siquiera siguió carrera militar y hubo problemas con eso

Hay que decir que acaso la virtud más extraña de Fidelito fue que no participó de ningún escándalo, exceso, excentricismo habitual entre los hijos de los dirigentes en los países mal llamados socialistas, de eternos gobiernos de partido único.

No lo sé porque no estuve en su piel, pero puedo decir que desde la mía, apuesto que hubiese preferido un padre que no hubiese estado clandestino los años más importantes en la vida de un crío, y cuando se hizo visible entonces fue la madre quien se exilió y lo llevó con ella, hasta que en un viaje el padre lo volvió a retener con él como un trofeo.

Encuentro algunas similitudes con mi prima Hildita, la primogénita de mi tío Ernesto, con la diferencia de que mientras él vivió a Hildita se la recibía en su casa igual a los demás hijos, aunque le cayese mal a quien fuese; solo cuando él murió ella fue apartada totalmente de sus hermanos, excepto el menor que la adoraba, y que siempre hizo lo posible por visitarla, pero aún así ella a casa de sus hermanos no podía ir.

Guarapo* no tuvo ni siquiera los timbales de decirle a su esposa que en su propio hogar se recibiría a su hijo mayor como lo que era, que ya suficiente bruma había tenido en su infancia y vida para añadirle más.

Luego concurre el error frecuente de pensar que es deseable ser el vástago de alguien así, que haya conseguido desplegar una adoración permanente y obligada, mito de la virilidad, la inteligencia, y el valor (cosas las tres que cabría analizar para desterrar), omnipresente como mito en la misma medida que omniausente como padre, tan autoritario, tan imposible de emular.

Son muchos los casos de estos muchachos, que hasta que peinan canas les siguen llamando por el diminutivo y jamás pasan de ser “hijos de”, los que terminan mal. Cristina Onassis sólo para citar uno.

Soy partidario de que cuando alguien que no ha causado daños irreversibles a las personas, no ha destruido la vida de la gente, decide algo tan profundo, personal y necesariamente triste como el suicidio, hay que dejar que su familia y sus seres queridos lo lloren y los demás permitirle un respeto.

Sería bueno ver cuántos de los plañideros que asistirán a su sepelio como asistieron al de mi prima Hildita, llorarán lágrimas de cocodrilo o de culpa, y cuántos serán los escasos que conocían el alma del niño que precedió al famoso cardenense Elián, en el tira y encoje del padre en su batalla propagandística contra EEUU, Miami, los Díaz-Balart, la burguesía de la que él era parte y la paz de cualquier alma.

Ojalá a su manera, lo haya querido.

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Martin Guevara Duarte

Es argentino, pero se crió en Cuba. Hijo de Juan Martín, hermano menor de Ernesto "Che" Guevara". Vive en España, y es un crítico de las políticas del castrismo. Tiene un blog y escribe un libro sobre la situación en Cuba y sobre su célebre tío.


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